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Pintor y maestro del optimismo

Por más de 20 años, el artista Jésús Vega Faura forma a los noveles creadores de Las Tunas desde una mirada optimista y crítica 

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Aunque dice ser un creador que tiene el inconveniente de no hacer cosas «bonitas» ni comerciales, el pintor Jesús Vega Faura (Las Tunas, 1952) siempre busca expresar desde las artes plásticas su parecer sobre temáticas actuales y cotidianas.

Para el artista, el detalle en los temas y la mirada optimista de los mismos constituyen una manera sólida de plasmar ideas en la plástica. La máxima ha estado presente en sus siete exposiciones personales y en sus más de una docena de muestras colectivas.

Esa perspectiva la sostiene también al impartir clases de pintura en la Academia de Artes Plásticas de Las Tunas desde su fundación. «Toda la vida he dicho que he tenido la suerte de ser artista y de enseñar lo que sé, porque la docencia aporta mucho», apunta.

No pocos reconocen el impacto de su obra, de ahí que en mayo último, más de 200 personas se reunieran en el Centro Cultural Huellas, de la oriental ciudad, en la inauguración de una de sus muestras personales. A ello se suman los premios obtenidos en los salones La plástica en Abril y UNEAC de su provincia natal, y la presencia de su obra en países como España, México, Alemania, Francia y Portugal.

—¿Cuándo se inició en la pintura?

—Llegué tarde a la Plástica. Los muchachos que comienzan ahora tienen un sistema estructurado en la enseñanza artística, pues pasan la escuela elemental, luego el nivel medio hasta que finalmente pueden llegar a la universidad. En mi época eso no existía.

«Cuando salí del servicio militar me puse a trabajar en un taller porque la plástica me gustaba, y junto a mí hubo muchos que también lo hicieron. Pero no fue hasta que se creó en el territorio la Escuela Vocacional de Arte (EVA), y se impartió un curso para trabajadores, que comencé a aprender. Tenía que estudiar por las noches en un taller de pintura como rotulista y como pintor de propaganda gráfica, aunque todavía sin esa visión de artista.

«Al graduarme me quedé como profesor en la EVA, y a la par estudié por encuentros en el Centro Nacional de Enseñanza Artística. Esas clases me dieron el nivel medio profesional, algo que conformé con la licenciatura en Educación Plástica en la ciudad de Holguín y con la docencia, en la que me he mantenido desde 1979».

—¿Cuáles son las fuentes principales de inspiración en su obra?

—Para crear parto de la figuración, y mi obra está bien cargada de ella. Trato siempre de expresar cosas, no sé si lo logre o no, pero lo hago. Hay temas de la sociedad que utilizo mucho como la doble moral, la prostitución y mil asuntos de interés que un lienzo puede reflejar. Además, están el amor y la relación de pareja, que en mí son una constante, y a lo mejor por eso mi obra es un poco erótica también. Creo que el artista tiene muchas cosas sobre las cuales expresarse, y debe trabajarlas de una forma optimista.

«La manifestación en la Cuba actual no es la misma que la de los años de la década de 1980. En ese tiempo todo era más experimental, de mayor búsqueda y de decir cosas, ahora se ha hecho más comercial. Muchos no se preocupan por expresar, sino más bien por vender y porque digan que su obra es más bonita».

—¿Cómo ve a la nuevas generaciones de creadores en formación?

—Las Tunas tiene la suerte de contar con una Academia de Artes Plásticas con 20 años de experiencia. La institución cuenta con un claustro estable donde los profesores nos hemos mantenido por más de 15 años. Además, es un centro con buenos resultados académicos.

«Año tras año estoy aprendiendo algo de mis estudiantes, porque indudablemente en la escuela existen alumnos con un talento extraordinario. Son muchachos que están en esa edad de buscar, de informarse y de investigar, y eso se lo transmiten a uno, lo cual también obliga a que nos preparemos mejor como docentes».

—¿Cómo valora el acceso al estudio del nivel superior en la plástica?

—El Instituto Superior de Arte (ISA) es una institución con capacidades de acceso reducidas. Imagínate que nosotros tenemos 13 o 14 Academias en la Isla, y el ISA al final de cada curso ofrece alrededor de una decena de plazas para todo el país. Hace dos años que la institución ha hecho un trabajo mejor, pues se visitan los territorios, ven los trabajos de los muchachos, y escogen. Esa labor ha posibilitado que el pasado año tres alumnos nuestros hayan podido comenzar a estudiar allí. No obstante, el número de accesos debe ser mayor, debido al potencial existente en los jóvenes y por la cantidad de escuelas.

—Muchos hablan del creciente movimiento de artistas de la Plástica de Las Tunas...

—Hace años que existe un movimiento de artistas de la Plástica muy fuerte en la provincia. En ello tiene que ver la influencia de la Academia con alrededor de 180 graduados de la especialidad, cifra a la que se suman egresados procedentes de Santiago de Cuba, Camagüey y otras. La provincia ha podido tributar profesionales para todo el país. Quizá en los audiovisuales y en el arte digital no estemos tan adelantados, porque no tenemos ese desarrollo tecnológico que se requiere.

«Aprecio dos tendencias en el territorio: los artistas jóvenes que están empujando muy fuerte y que quieren hacerse de un espacio, y a los que clasifico de más consagrados, quienes tienen una obra más reconocida, que tal vez no sean tan atrevidos como los primeros, pero son muy buenos».

—Entonces, ¿traspasa ese movimiento la frontera territorial?

—Le digo un poco en broma a mis compañeros que en estos momentos muchos de estos artistas se conocen más en el extranjero que en la capital. Ahora nos es más fácil montar una exposición fuera de la Isla que en La Habana. Si no tienes quien te promueva, es difícil. También ha sucedido que no se expone en los principales espacios habaneros, sino en algún municipio, y no en la galería de calidad que todos deseamos.

«Actualmente, en cada provincia se realizan los salones territoriales, existe, además, la modalidad de un Salón Nacional, mas hubo una época, en los 70 y hasta los 80, que se convocaban muchos concursos como el 26 de Julio, el Nacional de Dibujo, el Salón UNEAC y otros. Estos espacios sirvieron de trampolín a muchos para que su obra se conociera nacionalmente, como el holguinero Cosme Proenza, y a generaciones como la de Roberto Fabelo, que también tuvieron reconocimiento gracias a estos certámenes».

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