Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La poesía de... Arístides Vega Chapú

Autor:

Juventud Rebelde

El poeta

Lee versos para mí

sin importarle si levanto la cabeza

hacia donde circula el aire tibio

con que su vehemencia certifica como verdad

las palabras que en silencio escucho.

Sin importarle el estremecimiento

de sus labios,

ni el engarrotamiento de los dedos,

finos y flexibles

como suelen ser los entrenados para la escritura.

A veces mueven sus manos, de una a otra,

el pesado silencio

que intenta escurrirse entre palabras

pronunciadas por un moribundo.

No hay ninguna que le resulte más conmovedora

de las múltiples que se refieren a la muerte

que la propia palabra muerte.

Tanto que a veces la escribe

sobre el vacío de un papel,

cegado por el sonido con que la deletrea,

por la sensación de creerse otro

y vencer el miedo

a las tantas cosas a las que teme

quien se cree un único sobreviviente.

Es un hecho comprobado

desde la distancia disfruto del ritual

en que Dios le ordena sus palabras

y él las sopla desde su herida garganta

a sabiendas de que sus ojos han quedado fijos

como si no existiese otra verdad.

El canopysta

                                                               A Daniel Meriño

Atado a un cable traspaso, entre nubes,

el apacible cielo de Las Terrazas.

Ni tu mano rozó la mía,

ni el ángulo de mi visión clarividente alcanzó

lo que con tanta seguridad se define

desde el vacío como realidad.

Siempre preferí los paisajes

no descritos en mapa alguno.

Descender por sus pendientes,

bañarme en el temblor de las aguas

de verdes y fríos afluentes.

Tejer prendas inservibles, pero hermosas,

con sus largas hebras de lino

que como nata de leche recién hervida

la superficie equilibra.

Puede que sean cicatrices, restos del dolor

de cuánto reflejan,

pero a través de sus aberturas

diviso lo que se oculta

en la perfecta armonía de su fondo.

La niebla pesa sobre el ánimo de los robustos pilotes

que sostienen las casas en medio del calor

que se desprende de un sol inmóvil

en los desvanecidos tejados.

Contemplando la majestuosidad del paisaje que el amanecer acerca a la ventana

me desplomo sobre cierto lugar aparecido en el limbo

que antecede un sueño.

De un gesto a otro gesto

puedo atisbar la verdadera distancia

entre los paisajes

cuyo reflejo del ave que las sobrevuela

los hace aún más inmensos.

He volado sin percibir las fronteras

desconociendo cuál es el norte o el sur,

si es lunes o viernes

y en cuál de las encrucijadas reposará el cielo

que le dará sitio a la próxima noche.

Puede que el destino no me lo permita

y no pueda escribir ninguna palabra,

ni siquiera mi nombre

en alguno de los incontables árboles,

pero me es fácil reconocer los sitios

que en mi cabeza se representan.

Por eso cuido de que cuando mi ojo pestañea

mi mano no abandone el cable del que estoy suspendido.

*Poeta, narrador y promotor cultural (Santa clara, 1962)  Los poemas que presentamos hoy pertenecen al libro inédito Dimensiones de la cotidianeidad

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