Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un evento listo para un salto mayor

Con la presencia de jóvenes de todo el país llegaron para compartir esta jornada de la canción y la poesía trovadoresca del 9 al 12 de enero

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Foto: Ibrahim Boullón Habrá algún día que hacerle un monumento a El Mejunje. Si en tiempos del Ciudad Metal el Parque Vidal se transforma en la guarida de incontables roqueros de medio país, si Los Fakires pone a bailar con el más auténtico son a Santa Clara, y a principios de enero los habitantes de esa urbe permanecen hasta bien entrada la madrugada improvisando coros a La lágrima china, de Roly Berrío; o a La raspadura, de Michel Portela; cantando a voz en cuello Mirando y dejando, de Alain Garrido, y Sabor salao, de Diego Gutiérrez; si la gente se emociona con Entre la luna y yo, de Leonardo García, y se sabe al dedillo La casa, de Raúl Marchena, es gracias, en buena medida, a la labor persistente a favor de la cultura que se ha llevado a cabo durante más de dos décadas en aquel lugar de atmósfera mágica y buenas energías, dirigido por el incansable Ramón Silverio.

Quizá por ello los habitantes de Santa Clara, y de municipios como Caibarién, Camajuaní y Placetas, no se atrincheran para apoyar con calurosos aplausos y envidiable complicidad a su tropa de la peña La Trovuntivitis, porque están conscientes de que no se trata de defender, por amor al terruño, al equipo de casa en la Serie Nacional de Béisbol. Esa es la razón, y porque heredaron de Manuel Corona el apego por la mejor música y lo bohemio, por la cual abrazan a los trovadores que, de cualquier punto de la Isla, decidan regalarles atrevidas melodías e ideas que provoquen, aunque sea la primera vez que pisen la tierra de Martha Abreu, invitados a la duodécima edición del Encuentro Nacional de Trovadores Longina 2008.

Y es que Villa Clara es como si fuera una isla de la trova sitiada por cajones y guitarras. Lo afirmo porque, aunque conozco del empuje de los «trovuntiveros» —¡que me perdone la Real Academia de la Lengua Española!—, tuve mis dudas cuando partí desde La Habana sin la compañía de quienes en estos últimos años han acumulado simpatías por aquellos lares: Inti Santana, Diego Cano, Samuell Águila, Ihosvany Bernal, el dúo Karma..., sino con voces que, a pesar de ser muy prometedoras, comienzan ahora a hacerse de un nombre (Erick Méndez, Mauricio Figueiral, Pedro Beritán, Trío Enfusión, este último de La Habana).

Al final, reconozco que lo que pensé sería un obstáculo, y por ende una barrera a la hora de llenar el Museo de Artes Decorativas (MAD) o la Galería Provincial de Arte, se convirtió en un incentivo para los tantos seguidores de un movimiento que acaba de cumplir tres décadas y media —hecho que se convirtió en el centro de la cita—, y demostró que el Longina es, sin duda, un consolidado evento. Este resultado evidencia la seria labor que ha realizado allí la Asociación Hermanos Saíz, auspiciadora del Longina, empeñada en potenciar al máximo sus tres eventos nacionales —el A tempo con Catarla, próximo a celebrarse, y el Festival Nacional de Rock Ciudad Metal.

Atinadísima, entonces, la idea de «refrescar» el Longina esta vez, con otras propuestas que venían de la mano de, además de los mencionados Méndez, Figueiral, Beritán y Enfusión, los cienfuegueros Nelson Valdés y Saidel Madrazo y del camagüeyano Reinaldo Rodríguez, sin que por ello se les haya cerrado la puerta a otros más conocidos —algunos hasta consagrados— y con una obra mucho más sólida: Ariel Barreiro, Reidel Bernal (Fito), Pável Poveda, Ariel Díaz, Fernando Bécquer, Yoan Zamora, Yony Fernando, Delvis Sarduy, Dalendy Morales..., y, claro, no podía faltar el valioso piquete de La Trovuntivitis, peña que, como merecía, fue homenajeada por haber arribado a diez años de fructífera vida, aportando no pocas canciones sencillamente hermosas y renovadoras.

De ahí la significación de un momento cumbre en la historia de este encuentro, que involucró a estos muchachos culpables de abarrotar cada jueves El Mejunje: el registro en vivo de un magnífico concierto, que pudiera quedar recogido en un futuro fonograma (al menos eso esperamos, porque si no para qué), gracias a la presencia en el MAD del Estudio de Grabación Móvil del Instituto Cubano de la Música, respondiendo esta vez al insistente llamado de creadores y de la Dirección Nacional de la AHS.

De materializarse el disco, los melómanos podrán disfrutar de temas como Alcohol 90 y Entre la luna y yo (García), Un año, Caridad y La jicotea (Berrío), Son de Eliodoro y Me salvas (Yordan Marrero); La casa y El suicida (Raúl Marchena); Felicidad y Guardando el tesoro (Gutiérrez); Mirando y dejando, y Llamado (Garrido); Aquí todo tiene sentido y La raspadura (Michel Portela); y Déjame ser y Nueva melodía (Yaíma Orozco). Dejé a la muchacha para el final no por machismo sino para hacer notar que su cálida voz, para deleite de muchos, será escuchada en la mayoría de las pistas. En la sombra de ese árbol también se cobijaron Barreiro, Fito, Sarduy, Valdés y Madrazo, quienes tuvieron además la dicha de ser grabados en esta ocasión.

Ojalá y esto de las grabaciones se convierta en una constante en lo adelante para que lo que sucede no se quede solo en los participantes, algo que debería ocurrir, además, en otros eventos convocados por la Asociación. Los jóvenes creadores y la cultura lo necesitan, como mismo requieren de la presencia allí de productores y especialistas de las disqueras que puedan evaluar in situ a posibles integrantes de su catálogo. Así y todo, lo que me parece incomprensible es la ausencia de la venta de los álbumes que algunos de estos trovadores ya han grabado, que ni siquiera aparecen en divisa.

Imagino que en el fondo debe haber algún mecanismo muy complicado entorpeciendo, pues de otro modo no logro entender cómo las disqueras prefieren que los CDs envejezcan, se llenen de polvo y permanezcan en almacenes, antes de ponerlo al alcance de la gente. Sí, ya sé que de esa manera no se podría recaudar lo que se gastó, pero los destinatarios, la cultura y la música cubana serían beneficiadas. Guardados, ¿quién gana? La recepción tan positiva que tuvieron los afiches de Silvio, Pablo y Noel, y del cancionero Una guitarra, un buen amor, de la Casa Editora Abril, demuestra que la gente lo agradece y está ávida de tener acceso a esas cosas.

Lamentable que este año no se haya podido llevar adelante el evento teórico, sin embargo, se continúa para bien la iniciativa de llevar el Longina a comunidades y otros municipios, así como a centros estudiantiles de gran concentración de jóvenes como la Universidad Central de Las Villas, el Instituto Superior Pedagógico y la Escuela de Instructores de Arte.

En cuanto a las presentaciones, quiero destacar la actuación de Yolo Bonilla, quien a diferencia de la ocasión anterior se hizo acompañar por unos jóvenes músicos fuera de serie, que junto a él conforman el Yolo Bonilla’s Band: David Faya (bajo, arreglos y dirección musical), Kilo Gutiérrez Faxas (guitarras y piano), Reinier Mendoza (batería) y Pablo Faya (saxofón) —Alfredo «Punta de lanza» estuvo como invitado. Sin complejo alguno, ellos han tomado del jazz, del blues, del funky, y sobre todo de nuestra rica música para entregar una propuesta auténtica y con un sabor criollo inconfundible, que se aprecia en temas como En la mekánica, Anhelos de pez, Si tal vez, si quizá, y hasta en Sina, de Djavan.

Inolvidables, por otra parte, siguen siendo las descargas después de los conciertos de la noche. Y es que lo que se arma es una «promiscuidad» musical que provoca que la gente no pueda estar quieta en sus asientos, porque el cuerpo se resiste a la disciplina. Es el momento en que todos cantan las canciones de todos, y los músicos de una agrupación se mezclan con los de otras, y hasta aparecen virtuosos que deciden dejar de pasar de incógnitos, como la súper talentosa estudiante de composición del ISA, Irina González, con sus impresionantes «juegos» sonoros con la armónica y la flauta dulce. Es cuando instrumentistas de la talla de Karell Fleites Barales (bajo) o el propio David Faya, José O’Farrill Gómez (guitarra eléctrica) o Asley Brito López (violín), por solo mencionar algunos, se convierten en improvisadores natos para acompañar a quien se «atreva» a ponerse delante del micrófono.

Por último, reconocer lo acertado de los organizadores del Longina de homenajear al espacio A guitarra limpia y su casa, el Centro Pablo, en la persona de Víctor Casaus y parte de su equipo, lo cual permitió que algunos nos hiciéramos de una joyita llamada Te doy una canción I y II, nacida del concierto que realizaran en Muralla 63, en la capital, en honor a Silvio Rodríguez. Es verdad que nos fuimos tristes por no poder tocar finalmente el CD Raspadura con ajonjolí (EGREM), que tanto se ha anunciado en estos meses, donde aparecen muchos de los convidados al Longina que, a mi entender, ya está listo para un salto mayor: convocar a trovadores de otras latitudes, lo que le daría un atractivo adicional a la ciudad del Che. Mientras tanto yo seguiré con la boca echa agua esperando por el guarapo batido con ajonjolí.

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