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Las peripecias del Capitán Plin en animados para la televisión

La serie, dirigida por Jorge Oliver, creador del personaje, será un regalo de los Estudios de Animación por el aniversario 50 del ICAIC

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Jorge Oliver y el Capitán Plin vistos por el director de animación de la serie, Omar Proenza. Para los niños cubanos, seguidores fieles de las historietas del Capitán Plin en la Isla del Coco, será una magnífica noticia conocer que las hazañas del gato verde acompañado de su sable, y con botas, capa y boina rojas, estarán el próximo verano en forma de serie de animados en la pequeña pantalla, con lo cual los Estudios de Animación del ICAIC estarán festejando el advenimiento del aniversario 50 del Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficos, que mañana llega a 49.

Su autor, Jorge Oliver Medina, se estrena con esta nueva serie como realizador, aunque su hoja de trabajo dentro de la animación no es precisamente corta, pues empieza a involucrarse en este mundo en los años 70, mientras colaboraba con el Premio Nacional de Cine 2008 Juan Padrón, cuando estaba en Propaganda de la Organización de Pioneros.

«Entre lo más conocido de lo que hice con Padrón en aquella época, hace memoria Oliver, el destacado ilustrador, está lo del huerto escolar con los dos ratones que echaban a perder todo el sembrado. Luego hice varios guiones más con Juanito, también diseñé personajes y dibujé fondos, pero siempre como parte del equipo de Juan. Así participé en el primer largo de Elpidio Valdés... No obstante, mi experiencia básica ha sido en la historieta.

—¿Por qué no había encarado este proyecto hasta ahora? ¿No era mejor un largometraje?

—Esto da mucha guerra. Mover muñecos lleva tiempo y dedicación en abundancia, y yo no sé por qué extraña razón desde chiquito siempre he tenido cuatro cosas que hacer para un minuto. Esa es la única razón.

«La serie no es cosa de ahora. Hace mucho tiempo —por lo menos siete u ocho años—, el mismo Juan Padrón me propuso que hiciéramos un largometraje de Plin, pues ya tenía más de 20 años de historietas, pero siempre me negué pues no me sentía seguro para enfrentar un “largo”, que tiene otra estructura, otra manera de contar... No creo que sea de los más aptos para emprender un proyecto de esa envergadura, lo mío es más inmediato. Siempre le dije a Juan, no, vamos a hacer primero la serie.

«Eso desde el punto de vista personal, si pienso en la industria, soy de la idea de que el país tiene una urgencia más importante: llenar la pantalla del televisor, esa que consumen los muchachos todos los días, donde el espacio de los animados lo están cogiendo las producciones viejas y extranjeras, que nada tienen que ver con nosotros.

«Últimamente he tenido mucha cercanía con los Estudios, hemos trabajado juntos en campañas políticas, como las del bloqueo, y eso me ha ido acercado a este magnífico sitio, donde he encontrado un ambiente de ganas de hacer y donde existe una mezcla muy interesante de personas con mucha experiencia como el propio Padrón y Tulio Raggi, maestros en este negocio, y otros muy, muy jóvenes, pero talentosos, entregados y frescos. En ese ambiente, la Organización de Pioneros José Martí (OPJM) y los Estudios me pidieron que hiciera la serie, tomando fundamentalmente la historia de la Isla del Coco: cómo surgió el Capitán Plin, etc. Y aquí estamos».

—¿Llevarás exactamente las historietas a animado?

—Las historietas llevan más de 20 años saliendo en la revista Zunzún, por tanto hay más de 200, y es imposible animar todo eso. La serie lo que toma son algunos de los cuentos aparecidos en El libro de la Isla del Coco y en El segundo libro de la Isla del Coco, donde encuentras historias interesantes como el surgimiento del Capitán Plin, de los piratas, cómo Plin llega a ser Capitán, el arribo de la primera hembra al grupo de los piratas... Eso es esencialmente lo que mostraremos en la primera temporada: cinco capítulos de siete minutos cada uno, que queremos estrenar en el verano.

«La segunda temporada, que se estrenará en diciembre, desarrollaría el primer desembarco de los piratas con el refuerzo de una hembra, la parte mágica de la Isla, los personajes secundarios cuando llegan... O sea, que en la serie habrá elementos de las historietas, pero, sobre todo, se nutre de los libros publicados por la Casa Editora Abril».

—¿Se mantienen todos los personajes?

—Todos. El mapa de la Isla también es el mismo, el vestuario y el diseño de cada uno de los personajes, la relación entre ellos. Aquí lo único nuevo es que los «tipos» hablan, y eso es lo que más trabajo nos ha costado, además de animarlos, claro. Fue muy difícil encontrar las voces, sobre todo la de Plin. El staff de dirección ya había hecho dos días de casting con actores, y no salía. A última hora la voz apareció debajo de una piedra, del actor que menos esperábamos, Luis Enrique Carreres (Al compás del son, Oh, La Habana), al que no citamos para hacer Plin, pero nos dijo que quería probar y resultó.

«Es que Plin tiene menos matices que el resto. No es tan burlesco como las ratas; Fénix (Surelis Núñez) está marcada por ser una gata muy romántica, más bien “salsosa”. Sapo López (Rolando Núñez) es muy “berreao”, pero muy exigente; Pato Curvatov (Osnildo Fundora), es un cubano típico, a quien le gusta “vacilar” aunque es cumplidor con su trabajo..., pero Plin es el tipo que nos encontramos en la calle, solo que con ciertas aptitudes físicas y un corazón muy grande.

«Albertico Pujol es Rui la Pestex, pues fue quien interpretó el tema en el videoclip. Él hizo diez canciones para diferentes personajes de la Isla y será el autor de la banda sonora; Juan Ratón tendrá la voz de Enrique Bueno (La cara oculta de la Luna); Rata Tonta, la de Omar Durán; Cleo Rata, la de Edenis Sánchez; Guaya Vito, la de Raúl Hernández Moreira... Participan muchos actores jóvenes pero con un talento increíble.

«El montaje de la voces —Joanna Gómez Carbonell es la directora de actores—, es de las cosas novedosas, pues no grabamos a los actores por separado, sino como en un taller de radio, para lograr el ambiente. La serie tiene muchos diálogos y cada capítulo tiene un ritmo “muy arriba”, así que mi deseo es que cuando vayamos a dibujar nos encaramemos encima de lo que hagan los actores con las voces».

—¿Qué es lo más difícil para ti?

—Hay dos cosas muy complicadas para mí: el ICAIC lleva 40 años haciendo dibujos animados en Cuba, y hay, indudablemente, una manera de hacer, un nivel de calidad y piezas antológicas. Incorporarse a ese grupo de personas de prestigio, con un quehacer importante, siempre es un reto, porque no es lo mismo participar, que ser la cabeza del proyecto. Uno está todo el tiempo comparándose. Ayer yo decía: los fondos de Plin, bueno, llegar al nivel de los fondos de El negrito cimarrón, realizados por Tulio, no es fácil; la organización dramática de los capítulos de Elpidio, tampoco; el humor sin palabras que logran los Filminutos es una vara muy alta; Mario Rivas, un director de muchos años, de repente te sorprende con su serie Fernanda, una historia muy atrayente, con diseños muy modernos y muy bien montada... En medio de eso hay que hacer Plin.

«Y lo otro es tratar de unir tantas cabezas, porque la historieta es un trabajo muy solitario: hago mi guión, mi historia, el boceto, mi página, le doy color, la presento y la imprenta me la reproduce. La página completa la pare uno. Aquí no, lo fundamental del cine es que es una labor colectiva de verdad. O dejas que la gente meta la mano o lo que sale es una placenta, no un niño. Si quieres que salga saludable, debe tener varios papás y varias mamás».

—El espacio televisivo Cuadro a cuadro te ha permitido estar al tanto de lo que se hace a nivel mundial. ¿En qué punto está Cuba?

—A muy buen nivel en Latinoamérica y muy atrás en comparación con el mundo desarrollado. El cine latinoamericano ahora está cogiendo un respiro pero ha pasado por crisis increíbles, y el animado está peor. Yo no recuerdo obra de animación realizada en América Latina que se pueda considerar importante. Nosotros tenemos, además, otro problema en el continente: es que casi carecemos de televisoras públicas, por lo tanto cuando estamos hablando de animados para niños que no sean de golpe y porrazo, de esos que los yanquis hacen por lata y los venden muy baratos, es más difícil encontrar una obra de un latinoamericano. No es un problema de estos años, lo venimos arrastrando hace tiempo.

«Lo más importante que se ha hecho con Quino, los Quinoscopios, lo realizó Padrón en el ICAIC, de manera que estamos mucho mejor que el resto del continente, tenemos más potencialidades, más gente joven con ganas de seguir trabajando, y sobre todo una política estatal que apuesta por esto. Baste decir que fue durante el período especial que se llevó a cabo toda la inversión enorme en los estudios de animación, cuando uno menos creía que el país podía enfrentar algo así.

«Todavía no producimos la cantidad de minutos en pantalla que necesita el país. Tenemos una televisión con cuatro canales nacionales, uno de ellos con 24 horas. Llenar eso es como tratar de alimentar un dragón con cucharaditas de azúcar. Lo que tiene de lindo es que es un reto. En ese nivel andamos. Por suerte tenemos más mercado que lo que podemos producir. Eso es una ventaja para los realizadores. Va a ser muy difícil competir con el mundo desarrollado. También tenemos que tener claro que en Cuba vemos lo mejor de ese mundo porque nuestra televisión y nuestro cine hacen un esfuerzo porque así sea. A veces uno se cree que ese es el promedio de la producción y no es así. En el mundo la televisión está llena de muchas producciones cuyos guiones son un bodrio, que se resuelven con mucho facilismo, a partir de mucha violencia y sin ningún mensaje. Todo lo que se produce no es oro».

—¿Cómo se resolvería el problema de una mayor presencia de los animados realizados por los Estudios en la televisión?

—Yo estuve en la Televisión. Fui culpable de la programación del Canal 6 durante dos años. Cuando aquello el ICAIC no tenía la producción de ahora. También estuve en la Unión de Jóvenes Comunistas y la OPJM, muy vinculado con los medios, y ahora de este lado. He estado en las puntas de este poliedro. Lo que dices es más que un problema, y las soluciones son más complejas. No se trata de quitar a fulano o de decidir de un plumazo algo. No es tan sencillo.

«Creo que el tiempo que les estamos dedicando a los muchachos en pantalla es poco, y la calidad promedio de los programas dirigidos a niños no es la de otros espacios para adultos. En Infantiles no hemos dado el salto que debemos, y eso pasa por los animados también.

«Es cierto que hay una buena cantidad de minutos de dibujos animados, pero habría que ver qué papel está jugando la Redacción Infantil, la cual debería ser el puntal principal. La televisión tiene otro problema: a la hora de programar un espacio te dicen: llénalo. Si es de animados y tienes a la mano una serie como el Show de Mickey, que te puede dar 30 capítulos, y cuando la revisas no tiene ningún mensaje negativo —aunque tampoco positivo—, tú programas eso y ya tienes garantizado 50 días. Es muy difícil competir contra eso.

«Al mismo tiempo, no creo que todavía produzcamos suficiente como para que el cambio en la Televisión sea tan grande como soñamos, pero sí es cierto que hay errores de programación. Te voy a poner un ejemplo: Para curiosos, de Ernesto Padrón, lo han programado tres noches consecutivas en el mismo horario y canal. Eso sucede.

«Pienso que una de las cosas que nos podría ayudar es crear un espacio fijo para animados cubanos en la semana. La presión puede funcionar. Por otra parte, el público infantil es tan noble que agradece cuando tú le repites. Los muchachos se aprenden hasta los diálogos de memoria. En la práctica hacemos lo mismo con los extranjeros.

«Al mismo tiempo, habría que preguntarse por qué Dibujos Animados del ICRT, a estas alturas, no ha tenido la inyección de voluntad, de tecnología, que requiere. A lo mejor es una imposibilidad de país, ojalá que sea así, porque si fuéramos dos estudios trabajando haríamos mucho más.

«Asimismo, en el ICAIC encuentras animados de 21 minutos, eso en medio de la programación es muy difícil de programar. Tienen que entrar los cambios, otros programas... Los tiempos en la televisión están normados, y no siempre hemos producido teniendo eso en cuenta, pues pensamos en la pantalla grande, y no nos percatamos de que en este momento la gran responsabilidad es llenar la chica. La grande será después».

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