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Obra teatral La nana regresó a los escenarios cienfuegueros

Llegó dirigida por Panait Villalvilla, director del grupo teatral Retablo, colectivo sobresaliente de las tablas en nuestro país

Autor:

Osvaldo Cano

La nana, pieza escrita hace ya algunos años por el destacado director y dramaturgo Raúl Guerra, regresó a los escenarios cienfuegueros de la mano de Panait Villalvilla. El líder de Retablo, colectivo de esta ciudad que se cuenta entre las agrupaciones más sobresalientes del teatro de figuras en nuestro país, se encargó de realizar tanto la versión como la puesta en escena, con la cual obsequia a los espectadores que concurren a la sala Guanaroca de la capital perlasureña.

Aunque estrenada en 2006, La nana sigue formando parte de las ofertas habituales de Retablo. Es notorio que pese al tiempo transcurrido y en medio de un contexto donde la permanencia de los espectáculos en los repertorios constituye toda una rareza, estos jóvenes continúen madurando sus montajes gracias al sostenido contacto con el público y —lo más importante— que lo hagan garantizando el rigor y la calidad. Esta vocación de permanencia, ese interés por conservar lo más valioso de su hacer deviene toda una lección en nuestras actuales circunstancias.

En la pieza de Raúl Guerra un niño se pone en guardia a causa de los mimos y atenciones que demanda su hermana recién nacida. Esto provoca una conducta errónea en el infante, quien rechaza a la recién llegada debido a los celos que lo acosan. La irrupción de una bruja que amenaza con devorar a la pequeña provoca una radical toma de conciencia en Caspi, quien se le opone decidida y valientemente. En ese momento crucial, el protagonista de La nana interioriza que junto al cuidado y afecto, la indefensa niña necesita de su cariño y protección.

Sencillez y agilidad, así como una relación interactiva con los espectadores devienen verdaderos puntales de la puesta de Villalvilla. La utilización de títeres de mesa, junto a una marioneta, la ternura y delicadeza con que se maneja este mensaje aleccionador (que en otras manos podría inclinarse por el didactismo), la limpieza en la manipulación o la simultaneidad de las figuras y el actor, resultan aspectos que distinguen el espectáculo. Como ya es habitual en las producciones de Retablo, el montaje se detiene a mostrar la naturaleza ficcional de la representación, cosa esta que hace de modo llano y divertido y que termina convirtiéndose en sello distintivo de su poética, y en uno de sus más peculiares encantos.

Villalvilla asume un buen número de responsabilidades en esta ocasión, pues a su cargo están también los diseños de muñecos y escenografía, así como la selección musical. De esta última hay que decir que se inclinó por canciones capaces de reforzar ese aliento cálido y sensible que emana del texto. Si a esto sumamos que en la interpretación de las nanas Dunia Villafañe consiguió transmitir el clima maternal y tierno propio del género, tenemos pues una idea de cómo se labra la comunicación entre el escenario y la platea. Los diseños se destacan por su sencillez y funcionalidad a la hora de aportar soluciones visualmente atractivas y dramáticamente efectivas. Es decir, que con escasos elementos y en un ámbito reducido los miembros de Retablo son capaces de hacer brotar el encanto de la teatralización.

A la consecución de una propuesta de buen nivel contribuye decisivamente la labor interpretativa de Dunia Villafañe y el propio Panait Villalvilla. Aunque joven, Villafañe manipula con soltura, canta con afinación e imprime saludables dosis de ternura a su accionar. Su incorporación de personajes tan contradictorios como la bruja, el perro o la madre, se distingue por el hecho de saber hallar detalles diferenciadores tanto en la voz como en el ritmo o las intenciones. Villalvilla labora con pericia, aporta inteligentes contrastes, consigue poner en evidencia tanto la personalidad como los cambios que se operan en el protagonista, manipula con limpieza para redondear una faena interpretativa de buen nivel.

Recurriendo nuevamente al humor, buscando comunicarse con niños y adultos por igual, Retablo concibe con La nana una propuesta entretenida, aleccionadora que apela a la sencillez y la síntesis, y en la cual es palpable la consolidación del estilo que los caracteriza. Con este espectáculo los miembros de la agrupación cienfueguera animan las tablas de su hermosa ciudad convirtiéndola en sitio de real interés cuando de teatro de títeres se trata.

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