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Programa Video Club Juvenil cumple nueve años de existencia

Su director Rolando Cáceres León expone los objetivos fundamentales del proyecto, segundo que emergió al calor de la Batalla de Ideas

Autor:

Juventud Rebelde

Rolando Cáceres León, director del programa Video Club Juvenil. Foto: Calixto N. Llanes Que el Video Club arribe a sus nueve años de existencia es solo un pretexto para dialogar. La auténtica razón que nos impele, es la diversidad de zonas creativas que el programa ha ido concibiendo para insertarse, cada vez más, dentro del panorama comunitario, sondeando —e incluso desafiando— los bordes cinematográficos que designaron su nacimiento.

Sobre sus inicios, los mitos y retos que tuvieron que enfrentar sus organizadores, así como de la tenaz tarea por seguir construyendo el camino, a veces difícil para andar; nos comenta su director Rolando Cáceres León.

—¿En qué consistió el reto de dar los primeros pasos?

—El programa Video Club Juvenil —segundo proyecto que nace al calor de la Batalla de Ideas— surge como un cine de barrio donde la intención fundamental es promover, a partir del buen cine, la cultura del pueblo, especialmente entre los niños, adolescentes y jóvenes.

«Pero en un primer momento las personas nos encasillaron solo con el cine, mientras que otros nos veían como un lugar donde se proyectaban materiales políticos ya que pertenecemos a la UJC.

«Otro factor que influenció, fue que las primeras películas programadas eran una selección de los grandes clásicos del cine, y esto no se correspondía con las preferencias del público, pues demandaban una línea más apegada al entretenimiento. En años posteriores tuvimos que redefinirnos y optar por la variedad, con menos carga de dramas históricos o sociales, y sí portadora de una diversidad de géneros, de manera que se disfrutara lo mismo una comedia que un policiaco o un musical. Enseguida se hizo notar la afluencia de público».

—¿Cuáles fueron las estrategias para adentrarse en la comunidad?

—Con el paso del tiempo la misma población demandaba que las salas se utilizaran con otros fines culturales. Era esta una propuesta lógica pues el programa se había sembrado en todos los municipios del país, llegándose a convertir en uno de los centros culturales más importantes de la comunidad. Tal condición nos planteó el reto de desarrollar un grupo de actividades que empezaron a ampliar nuestro objeto social, a través de peñas de trovadores y poetas, de exposiciones de artes plásticas, lanzamientos de libros y tertulias literarias.

«A la vez nos involucramos con el movimiento cultural pioneril, con los muchachos de la FEEM y de la FEU, que comienzan a llevar sus propuestas artísticas a la comunidad. De ahí surgió el movimiento de Video Arte Juvenil, un evento donde los niños concursan en todas las manifestaciones del arte, guardando siempre el vínculo primario con una obra cinematográfica.

«Otro logro importante fue el servicio que brindamos al programa audiovisual de las escuelas, proyectando al estudiantado aquellos filmes útiles para comprender mejor el contenido docente. Con cintas como Helena de Troya, Baraguá, o La lista de Schindler se puede atrapar de manera más atractiva la esencia de un período histórico».

—¿De qué manera se logra concretar el carácter de club que les identifica?

—Nosotros hemos conformado una red de trabajo que abarca disímiles grupos, como las organizaciones de masas, los círculos de abuelos, la universidad del adulto mayor, los niños que están en las vías no formales, la ANSOC y demás asociaciones que buscan un espacio para reunirse y debatir sus propios temas de interés.

«También propiciamos la creación de clubes masivos cinematográficos, que tienen la posibilidad de escoger con previa coordinación con el jefe de la sala, las películas de su preferencia, así como los horarios más convenientes para ellos. En el mismo club es donde se genera el debate y en medio de ellos se promueven concursos, entre otras actividades».

—¿El 2008 significó un año de reveses o de triunfos?

—El pasado año pudimos disfrutar de nuevas experiencias muy enriquecedoras. Una de ellas fueron los cursos de verano sobre apreciación cinematográfica, realizados en coordinación con los centros provinciales de cine, que tuvieron muy buena aceptación y que aspiramos poderlo implementar las próximas vacaciones con nuestros propios comunicadores.

«Otra práctica novedosa fue un proyecto paralelo que llamamos la pantalla móvil, inspirado en el cine móvil de los años 60. Provistos de una pantalla, datashow y video, nos lanzamos hacia comunidades como El Palmar, El Fanguito, La Timba, llevándoles opciones audiovisuales que tuvieron muy buena acogida. La pantalla móvil también desempeñó un papel muy singular durante el paso de los huracanes, pues se convirtió casi en la única brigada cultural que se mantuvo, hasta que vino la energía eléctrica, dando funciones a los pobladores en Pinar del Río».

—¿Y cómo afectaron los huracanes al Video Club?

—Desde los ciclones del 2005 y 2006 ya teníamos destruidas 22 instalaciones y más de 50 afectadas; salas que, desde aquella época, no hemos podido recuperar. Ahora con el paso de los tres meteoros se perdieron 17, más otras 109 que resultaron dañadas. Actualmente estamos trabajando con 320.

«Pero con los ciclones pasó algo digno de significar y es que en la Isla y en Pinar del Río a pesar de que las instalaciones dejaron de existir, el colectivo no se desintegró. Ellos han mantenido en sus localidades el servicio cultural, coordinando las peñas, las actividades para niños, y hasta van a los centros laborales o estudiantiles a proyectar las películas de manera gratuita. Así que mantienen el Video Club funcionando aun cuando el local no está. Y es que a pesar de todas estas afectaciones el programa ha sabido convertirse en el espacio útil, y hasta necesario, en cada uno de los lugares donde está enclavado».

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