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Madame Brouette, el admirable linaje de una dama africana

Con la presencia de su realizador, esta exitosa y reconocida película africana se exhibirá hoy, a las 8:00 p.m., en el cine Charles Chaplin

Autor:

Joel del Río

Los colores vibrantes, la belleza visual y una cierta cualidad estética que se remarca sutilmente en la puesta en escena de la vida cotidiana y popular en Senegal, son algunas de las virtudes a disfrutar por el espectador en Madame Brouette (2002), llamada originalmente, título que hace alusión a las múltiples peripecias en torno a la protagonista absoluta de esta historia, una mujer joven, orgullosa e independiente, quien se dedica a vender frutas y vegetales en una carretilla. Ella vive con su hija Ndèye y su amiga Ndaxté, quien también ha escapado de un marido violento. Sueñan con abrir un pequeño restaurante que les permita vivir con dignidad. Entonces conoce a Naago, un policía seductor y mentiroso de quien se vuelve a enamorar. Un día al amanecer, el vecindario se despierta con el sonido de disparos. Naago sale malherido de la casa de Mati y se desmorona en el suelo. Todas las mujeres del barrio salen en defensa de Mati-Madame Brouette, los hombres sienten que su autoridad está siendo amenazada.

Confirmación de que la eficacia dramática y la habilidad para conmover no necesariamente se vinculan con los presupuestos millonarios de producción, el filme pulsa las cuerdas genéricas del melodrama femenino y el policiaco de intriga y suspense, con el fin de comprender las circunstancias que impulsaron a Mati a cometer el crimen de que se le acusa. Y el final abierto es la coartada para que sea el espectador quien se sienta obligado a emitir criterios y ofrecer veredictos a partir de los testimonios escuchados en el juicio, y de las retrospectivas que nos informan sobre lo que se convirtió la vida de esta mujer en su relación de pareja. Y la manera comprometida y cálida en que el realizador ha sabido reflejar la intimidad de esta mujer alcanza resonancias universales, comprensibles para los espectadores de cualquier latitud y entorno. No en vano la película se ha transformado en uno de los pocos títulos africanos que ha sido exhibido comercialmente en muchos países.

Cineasta con ojos de pintor, o viceversa, Moussa Sene Absa ilustra la pantalla con la riqueza visual de las calles senegalesas, y así el color, la dirección de arte y la selección de las locaciones se transforman no solo en elementos totalmente vinculados a la historia que cuenta, sino que también aportan la visión del cineasta sobre esa realidad, y esos personajes, mediante la calidez de los tonos rojos, el amarillo tenue o el azul metálico de los fondos. Y alrededor de Madame Brouette, el cineasta ha representado, casi pictóricamente, la dignidad, la honradez y la simpatía incombustibles de esta mujer abusada. ¿Cómo pueden concretarse en pantalla principios tan abstractos? Solo nos enteraremos si somos capaces de sentarnos en el cine durante cien minutos, más o menos, y vencer los prejuicios innúmeros que puede provocar entre nosotros la exhibición de un filme africano, por notable que sea.

Sobre esta reconocida obra su autor ha declarado, en numerosas entrevistas, que se inspiró en la historia real de una amiga de la infancia y en la de numerosas mujeres senegalesas: «En mi sociedad las mujeres no gozan de mucho respeto. Realmente no tienen un lugar y a menudo su función es exclusivamente reproductora. Soportan abusos y humillaciones y muchas no se pueden divorciar porque son económicamente dependientes. Cuando se hacen mayores y sus cuerpos se estropean, sus esposos piensan que ya han tenido suficientes hijos y buscan una segunda esposa, más joven, normalmente virgen, para crear una nueva familia. Sentía la necesidad de hablar sobre todo esto porque, para mí, la mujer es sagrada. El cine es un medio muy importante que nos puede ayudar a entender y resolver los problemas. Debo mostrar al mundo esta terrible cara oculta. No me gusta el cine de mero entretenimiento. Mis películas deben ser el espejo en el que mis compatriotas se vean y se sientan impulsados a cambiar».

Al nivel del subtexto, con todo y que algunos personajes secundarios se vean caricaturizados al extremo, y aparte de que en ocasiones predomina un tono ciertamente ingenuo y en apariencia banal, Madame Brouette representa un asunto tan complejo como la intromisión de la modernidad, y de los patrones de la civilización occidental, en formas de vida tradicionales, ancestrales incluso. Los traumas que se derivan de semejante colisión se asoman o capitalizan el interés de los principales cineastas africanos, y en particular de Senegal, cuya pequeña cinematografía impactó en muchos lugares del mundo desde finales de los años 60 hasta la primera mitad de los 80, cuando lograron estabilizar la producción en cinco largometrajes de ficción al año, con las excelentes películas del también escritor Ousmane Sembene (famoso por realizar las primeras y las mejores películas del África negra: Emitai, Xala, Moolaadé), Djibril Diop Mambety (El viaje de las hienas), la cineasta Safi Faye (Los dueños del sol) o Valerio Truffa, creador de escuelas de cine en varios países africanos como Benin y Madagascar.

Y hablando de escuelas de cine, en la de San Antonio de los Baños, llamada también Escuela de Tres Mundos, o de Todos los Mundos, está bien ocupado Moussa Sene Absa, el realizador senegalés autor de Madame Brouette, participando en las evaluaciones de los ejercicios realizados por el fin del curso. Sus opiniones sabias, concisas, iluminadoras, son vertidas en francés, inglés o español, en el lenguaje de los gestos y la representación, o mediante los códigos universales del cine. Multifacético cineasta, pintor, escritor y músico, Moussa Sene Absa dirige y escribe para teatro, televisión y cine. En todas esas vertientes trabaja con frecuencia, como ya hemos apuntado, el tema de la mujer africana, como es frecuente también en la obra de notables cineastas de ese continente y del Tercer Mundo.

Según criterio generalizado, los personajes femeninos son capaces de reflejar con mayor exactitud y comprensión los estadios de la exclusión, desigualdad e infortunio que domina en los países subdesarrollados y Moussa Sene Absa lo sabe. Importa mucho tener presente semejante perspectiva cuando uno se enfrente a esta película de altísimo linaje artístico: estamos viendo mucho más que la historia trágica, y el drama criminal, de una mujer víctima de las circunstancias.

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