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Golondrina que no hace verano

En la comedia Puerto de coral, costumbrismo y actualidad se dan la mano, al tiempo que sobresale la inusual coincidencia de un autor y un elenco mayoritariamente joven haciendo valer las ideas y la sensibilidad de su generación

Autor:

Osvaldo Cano

Aunque el cubano es un pueblo propenso a la risa, la comedia no abunda en nuestros escenarios. Una de esas golondrinas que no hacen verano, pero que recuerda cuánto nos atrae el buen humor, resulta Puerto de coral. Escrita por Maikel Chávez y merecedora de uno de los premios Villanueva, que otorga la crítica especializada, es este el más reciente estreno de Pálpito, la tropa que encabeza Ariel Bouza.

Entre lo que distingue al hilarante juguete donde costumbrismo y actualidad se dan la mano, está la rara coincidencia de un autor y un elenco mayoritariamente joven haciendo valer las ideas y la sensibilidad de su generación.

En el marinero entorno de Caibarién desarrolla el dramaturgo una fábula en la que su pueblo natal ocupa un rol importante. Allí cuatro mujeres de la Cuba profunda llevan una existencia anónima y rutinaria. Durante una agitada madrugada, la madre y sus tres hijas nos hacen partícipes de las ilusiones que las sostienen.

El juego es el vehículo elegido para realizar un jocoso y desprejuiciado abordaje a nuestra realidad. Mientras las jóvenes planean una fuga mitad real, mitad simulada, somos puestos en antecedentes de la naturaleza de sus frustraciones y esperanzas. El denominador común entre las tres protagonistas son los deseos de partir en busca de un mundo de ensueño.

El drástico contraste entre los contratiempos cotidianos y los espejismos que las movilizan, deviene el conflicto central de la comedia. A pesar de que por regla general la acción es en pasado —razón por la cual a lo que asistimos es a la teatralización de eventos acaecidos con anterioridad—, las tensiones no decaen, y la escena atrapa al espectador. Los reiterados intercambios de roles, junto al acentuado carácter lúdico en medio del cual los personajes realizan sus confesiones, se cuentan entre los más eficaces mecanismos comunicativos de Puerto...

Ariel Bouza opta por la sencillez a la hora de encarar el espectáculo. La división del escenario en dos niveles claramente apreciables, una mesa y algunas sillas, son los escasos elementos que utiliza. Prefiere concentrarse en el trabajo con las actrices. La definición de los rasgos psicológicos de cada personaje y el rechazo al facilismo o la caricatura, se cuentan entre los principales presupuestos del director. Vivacidad y eficacia son dos de sus argumentos cardinales.

Las imágenes son escasas, mientras que el lenguaje empleado apela al histrionismo y la franqueza. Ostensible capacidad para identificar a la platea con la ficción, sosteniendo todo el tiempo un ritmo intenso y un tono satírico, acaban siendo otros de los pilares que sostienen el montaje.

Un reducido equipo de colaboradores secunda al líder de Pálpito. Entre ellos se cuenta Ariel García, quien se encargó del diseño de vestuario. La concepción de un atuendo que describe con claridad la procedencia, los gustos y hasta las carencias de las protagonistas, resulta un buen punto de apoyo. García nos recuerda la cercanía de estas mujeres con el público al hacerlas llevar prendas bastante comunes y actuales.

Las luces de Reinier Rodríguez renuncian al artificio a la vez que buscan recrear todo el tiempo una atmósfera natural y cotidiana muy a tono con la naturaleza del acontecer fabulado por el autor.

Corina Mestre encabeza el elenco. Seguridad y pericia son la clave de su desempeño. La experimentada actriz asume con una mezcla de contención y gracia a una madre cubana de estos tiempos. Sobre tres de sus discípulas recae el peso de la comedia. Beatriz Viñas es una de ellas. La joven intérprete posee envidiables dotes para la comedia. Fuerza interna, claridad en los matices, vis cómica y muy buena voz, son algunas de sus armas. Tamara Venereo la secunda con temperamento y gracia. Revelar el mundo interior de una mujer golpeada por la vida es uno de sus principales objetivos, cosa esta que lleva a término con excelentes resultados. Aunque Yanay Penalba no está a la altura de sus compañeras, su faena es de aceptable calidad.

Acudiendo a un lenguaje cuidadoso que indaga en lo popular, pero sin esas concesiones que suelen abaratar el resultado final, Maikel Chávez concibe una comedia donde somete a discusión a personajes o actitudes frecuentes hoy día. Aunque el final resulta abrupto, a la par que brinda una solución conciliadora y poco creíble al conflicto, la obra atrae por su desprejuiciado y sincero acercamiento a nuestras actuales circunstancias.

A partir de esta comedia Ariel Bouza construye un espectáculo ligero y ameno que posee la capacidad de hacer reír y pensar. Gracias a una faena interpretativa de muy buen nivel y a la clara vocación por iluminar aspectos bien conocidos, pero escasamente abordados por nuestro teatro, Puerto de coral se convierte en un ave rara en nuestro actual panorama teatral.

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