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Obras de la familia Alberti-León, en Sábado del Libro

Los títulos El amor y los ángeles, de Rafael Alberti; El gran amor de Gustavo Adolfo Bécquer (Una vida pobre y apasionada), de María Teresa León, y La arboleda compartida, de Aitana Alberti, serán presentados este sábado en el Palacio del Segundo Cabo

 

Autor:

Juventud Rebelde

Tres son los libros que se presentan hoy en el Palacio del Segundo Cabo, donde cada semana ocurre ese encuentro vital que es el Sábado del Libro: El gran amor de Gustavo Adolfo Bécquer, de María Teresa León; El amor y los ángeles, de Rafael Alberti; y La arboleda compartida, de Aitana Alberti León. Tres títulos donde cada uno comparte animosamente la figura de su autor con la de los dos restantes, de manera que en dichosa confluencia literaria nos llega atrapada esta familia de poetas, plena en sí misma de angélicas liras.

Alberti y María Teresa de León unieron sus vidas en el año de 1930. Juntos fundarían la revista revolucionaria Octubre, asistirían a las reuniones de escritores antifascistas y, luego, en plena Guerra Civil, colaborarían en salvaguardar los cuadros del Museo del Prado de los bombardeos de Hitler, mientras llamaban a los intelectuales de todo el mundo a prestar su apoyo a la República.

Obligada a exiliarse, la pareja viajó primero a París, luego a Chile donde se trasladan acompañados por el poeta Pablo Neruda, y después a Argentina donde nace su única hija, Aitana, quien lleva por nombre el de la sierra española que sobrevolaran sus padres antes de salir al exilio.

Es en Buenos Aires donde María Teresa puede desarrollar libremente una intensa labor literaria y donde se desempeñó como guionista de radio y traductora, a la vez que redactaba algunas de sus principales obras entre las cuales figura El gran amor de Gustavo Adolfo Bécquer.

La biografía del poeta sevillano apareció publicada en 1946, como preliminar a una edición de las Rimas de Bécquer, donde también aparecía un largo epílogo de Rafael, titulado Miedo y vigilia de Gustavo Adolfo Bécquer. La vida pobre y apasionada de Bécquer, y su idílico romance con Julia Espín, que hoy se nos presenta, convida al lector a seguir los pasos del poeta fielmente documentados, aunque esto no impidió a su autora hacer volar la imaginación tomando como punto de partida las imágenes sugeridas por el verso becqueriano, puesto que, como afirmara María Teresa: «La verdad es que nadie supo de esa historia de amor. Disponemos para inventarla a nuestro antojo de un libro y un balcón con un dosel colgante de campanillas azules».

Así como Rafael fue parte indispensable de la obra de su esposa, ella también quedó para siempre ligada a sus páginas; el libro El amor y los ángeles es una muestra clara de ello. Con sensibilidad certera, la antología elaborada por Aitana comienza dedicada a su madre y culmina a modo de epílogo con el texto que escribiera Rafael a raíz de la muerte de su amada, donde reza: «Esta mañana, amor, tenemos veinte años».

A través de estas páginas se puede seguir el batir de alas del ángel del alba que vio nacer al poeta primigenio —pero crecido— de La amante y El alba del alhelí; mientras que revolotean con toda su fuerza lírica el ángel del alma en vilo y el arcángel erótico de los sonetos ardientes. El querube gongorino se posa a nuestro lado para traer a la memoria el estilo infundido en el poemario Cal y Canto, a la par que nos trae el recuerdo de aquel grupo de poetas que decidió homenajear el tricentenario de la muerte de Luis de Góngora en un acto que supuso la consolidación de la Generación del 27, de la cual Alberti fue admirable exponente.

El tercero de los títulos es el texto de las memorias de Aitana Alberti León, y es también un repaso a la vida de sus padres de la cual fue testigo. La obra, que alude en su nombre a las memorias de Alberti, La arboleda perdida, es una selección de más de 80 artículos redactados entre los años 1993 y 1997, publicados en el suplemento cultural del diario ABC de Madrid.

En La arboleda compartida Aitana recrea aquellas vivencias, recuerdos de la vida familiar, así como la presencia de amigos, que marcaron su existencia. Una historia personal «compartida» con la vida y la obra de sus padres, con las sombras del exilio y, sobre todo, con el amor sostenido a la poesía.

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