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Cine sudafricano: un ilustre desconocido

La muestra que recientemente presentó la sala Chaplin permitió a los cubanos conocer sobre la dura realidad que viven muchos de los habitantes de ese país a través de importantes producciones fílmicas

Autor:

Frank Padrón

Uno de los lugares adonde más temprano llegó el cine, Sudáfrica, ha desarrollado su propia producción de modo intermitente, a pesar de que muchos títulos allí generados ha conocido importantes galardones internacionales. Para nosotros, sin embargo, era, hasta hace poco, toda una rara avis. La muestra que presentó la sala Chaplin nos sirvió para descorrer el velo.

El filme que sirvió de premier, Fútbol: más que un juego, de Junaid Ahmed, es uno de esos bien reconocidos. Basado en hechos reales, recrea la historia de cinco antiguos prisioneros de diversas procedencias y personalidades, en la isla Robben, cuando numerosos jóvenes, activistas políticos, fueron detenidos y condenados a largas sentencias. Ellos encontraron en la práctica del popular deporte un arma irremplazable para recuperar la dignidad aplastada a cada momento por los carceleros.

Docudrama notablemente armado, con una edición eficaz que alterna las entrevistas de los protagonistas en la actualidad con el pasado en la cárcel (plasmado en la narración fictiva), se trata de una obra cálida, sensible y denunciante de realidades muchas de las cuales no solo han quedado en la Historia.

Empleando el cine de género y también apoyado en sucesos verídicos, Jerusalema (Ralph Ziman) sigue a Lucky Kunene, conocido como «El vándalo de Hillbrow», arrestado por asesinato en medio de una gran redada policial en Durban; una vez en la cárcel, cuenta su historia a una periodista. He aquí otro de esos filmes multipremiados a los que nos referíamos: galardones, entre otros, a las mejores edición y fotografía, y al mejor actor (Rapulana Seiphemo) en el Festival Panafricano de Cine y Televisión de Ouagadougou, distinción que repitió en el Festival Internacional de Durban.

Se trata, en efecto, de un thriller bien escrito y plasmado en pantalla, con un resuelto montaje que combina acertadamente retrospectiva y presente fílmico, que muestra notables desempeños y posee un ritmo que mantiene el interés de principio a fin; lástima, sin embargo, que no pase de ahí, pues al director le interesaba, sobre todo, pasearse con éxito dentro del canon elegido, lo cual, debe reconocerse, logra.

Impresionante es, sin dudas, Perdón (Ian Gabriel) que insiste en el eterno tema que le da título, esta vez mediante un ex policía atormentado por sus crímenes, que anhela de la familia de una de sus víctimas (un joven terrorista) la absolución moral.

Impecable en lo dramatúrgico desde el propio guión —que va hilando las situaciones de modo inteligente y sutil—, la puesta se esmera no solo en una planimetría del detalle y los oportunos acentos, sino en permitir la maduración de los personajes en sus relaciones; la evolución de los sentimientos que empiezan en la lógica intolerancia y el rencor, y llegan al sincero perdón, conforman un relato que, dentro de su dureza y desgarramiento, rebosa de ternura y confianza en el ser humano. Las actuaciones —especialmente la familia escindida entre la duda y el dolor— son excepcionales.

Otro de gran pegada fue Yesterday, de Darrell Roodt (nominado al Oscar extranjero en 2004, premio EIUC en el Festival de Venecia), que se inserta en la temática del VIH a partir del descubrimiento que de su condición seropositiva hace una mujer nombrada como el filme, y los trastornos que ello genera en su familia y en su entorno.

Particularmente este último aparece magistralmente focalizado: esa aldea rural donde las mujeres (y la pobreza) priman y tienen que hacer todo, incluyendo el caminar largos kilómetros para ver al médico, lo cual casi nunca ocurre por las inmensas colas, y que se torna juez implacable cuando descubre que una de sus vecinas y su marido están infectadas.

Mediante una narrativa tradicional pero muy eficiente, eludiendo el paternalismo o la sensiblería con que frecuentemente se abordan esos temas, y apelando, por el contrario, a los más valerosos sentimientos, Yesterday es una lección de sobriedad y belleza expresivas. La actuación de Leleti Khumalo (triunfadora en Broadway) como esa mujer llena de fe y energía positiva, contribuye a ello.

Basten estos filmes para dejar constancia de un encuentro feliz con un desconocido que ojalá se torne huésped más frecuente.

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