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Martí en la mirada de Daniel Romero

Este joven, estudiante de tercer año de la Escuela Nacional de Arte, fue uno de los protagonistas de José Martí: el ojo del canario

Autor:

Lázaro J. González González

El joven subió al ómnibus con una enorme carpeta bajo el brazo. Al momento lo reconocí por tener la misma mirada pura, desprovista de odio, de la película. Casualmente nos bajamos en la misma parada y yo, obedeciendo a esos caprichos de la providencia, no dudé en proponerle una entrevista.

Dos días después, Daniel Romero, estudiante de tercer año de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y uno de los protagonistas de José Martí: el ojo del canario, conversaba conmigo en un banco del parque de H y 21. Allí no parecía el actor capaz de soportar el peso de encarnar a Martí, sino un muchacho demasiado humilde, para nada envanecido por debutar en la pantalla grande con ese maestro del cine cubano que es Fernando Pérez y en un papel tan difícil para un novel histrión.

Al preguntarle sobre su afinidad hacia la actuación, respondió: «Tuve una adolescencia muy complicada y me di cuenta de que esta era la única vía de canalizar todas mis contradicciones de adolescentes. Por eso me preparé mediante talleres, hasta llegar a la enseñanza artística. Entrar a la ENA fue mi decisión. Me quedaban dos años para graduarme de Electrónica y mi familia quería que terminara. Pero defendí mi deseo y es el mejor paso que he dado».

—¿Consideras que la ENA te sirvió para enfrentar las exigencias de una película?

—Antes de entrar a la ENA creía que para ser un buen actor no era necesario pasar por una academia, pero luego me percaté del error. Por tanto, mi trabajo en la película se lo dedico a mis profesores, quienes me enseñaron a trazar mi mundo interior. Me presenté al casting con los conocimientos que tenía. Fernando Pérez me apoyó mucho, al igual que mis compañeros de aula, en especial,  Grissel Monzón. La ayuda del elenco del filme también fue decisiva, pues el trabajo hasta cierto punto me afectó, por la gran responsabilidad que tenía de interpretar al Héroe Nacional de Cuba. Eso apenas me dejaba dormir.

—¿Cómo obtuviste el papel?

—Fui el último en presentarme. Cuando llegué quedaba otro muchacho graduado de la ENA. Mi primera prueba fue con Broselianda Hernández, en la escena de la cárcel. Me puse muy nervioso cuando la vi entrar. Ella se me acercó y me dijo: «Mira, no sé si tú lo sabrás, pero mírame a los ojos y confía en mí, yo soy tu madre». Confié, hice la escena y Fernando me felicitó.

«Luego dijo querer probarme con la escena de los bofetones de Mariano a Martí. «Si tú logras esta —me dijo— creo que tendré el placer de trabajar contigo». Eso  me sorprendió porque el placer, en todo caso, sería mío.

«Sin embargo, no me parecía en nada al personaje, y Fernando me preguntó si podía adelgazar, porque tenía 20 días para decidir cuál de los dos actores se quedaba. Me llevaron al Instituto Antidiabético junto a Julio César Ramírez, quien interpretó a Rafael María de Mendive y también debía bajar de peso. Cuando le dije al médico que tenía 17 años, él me explicó que estaba en una etapa del desarrollo en la cual era riesgoso adelgazar. Finalmente lo convencieron para dejarme hacer la dieta, si los resultados de los análisis de hemoglobina eran adecuados. Bajé 15 kilogramos en dos semanas».

—¿Cuán valiosa fue la ayuda de Fernando?

—En una conferencia le agradecí, no por haberme escogido para interpretar al personaje, sino por permitirme conocer a Pepe. Cuando me dieron el personaje, Fernando se sentó conmigo y luego de orientarme la lectura de la biografía Martí, el apóstol, de Jorge Mañach, de los Versos libres y los Versos sencillos, me dijo: Quiero que a partir de ahora nos comuniquemos, que tengamos nuestros secretos, que hablemos.

«Pienso que Fernando es un hombre muy modesto, profesional  y ético. Protege mucho a sus actores. Además, permite que le des tus sugerencias y si tiene que llorar contigo, llora, y si hay que reír también lo hace. Él me enseñó a tener un sentido de la verdad, a defender mi realidad».

—¿Qué significó trabajar con actores tan experimentados como Broselianda Hernández y Rolando Brito?

—Me preocupaba por ser un estudiante de primer año, mas tuve la suerte de encontrarme con actores que no se preocupan solo por ellos; al contrario, eran abiertos, entregados, lo daban todo. Si cuando tenía una escena difícil la única cámara con la cual se filmó la película no los enfocaba a ellos, ambos se desgarraban en llanto para crear un estado que me favoreciera.

«En una de las locaciones, que era en un sótano que se llenaba de humo por las antorchas de la iluminación, Broselianda se quedó una hora para ayudarme con la concentración, por ejemplo. Con Brito también tuve una química tremenda, lograba emocionarme, como si fuera realmente mi papá».

—¿Cuáles fueron los  momentos más difíciles durante la filmación?

—La escena entre Fermín Valdés Domínguez y yo, en la que él me decía que iban a decapitar a Francisco León y, a pesar de ser muy sencilla, no me salía el diálogo y estábamos  contrarreloj. Otro momento difícil fue el final, en una toma en la cual se quedaba mi cara y yo debía llorar serenamente. Sin embargo, no me salían las lágrimas. Para mí era lógico que Leonor y Mariano se marcharan llorando al ver la situación de su hijo en las canteras, pero pensaba que Pepe no debía llorar porque al hacerlo lo veía como si estuviera arrepentido.

—¿Cuál es, a tu juicio, el objetivo que persigue Fernando Pérez con José Martí: el ojo del canario?

—Pienso que Fernando trata de profundizar en los problemas y conflictos humanos, acercarnos a ese Martí lleno de espíritu, que amaba la ceiba, los insectos, el sonido de la noche. Solo con esa espiritualidad, pudo hacer todo lo que hizo.

«También me gustó su punto de vista hacia el personaje de Carlos de Castro, quien siempre es visto en la Historia como el traidor, pero Fernando lo presenta como un joven de 16 años que tenía miedo. En la escena donde Carlos nos abandonaba y yo debía hacerlo recapacitar, Fernando me decía: Míralo a los ojos,  recuerda el verso que habla del canario amarillo que tiene el ojo tan negro. Está negro por la complejidad humana. Intenta descifrar por qué está asustado».

—¿Ayudará la película a acercar más a Martí a los más jóvenes?

—Ojalá sí, porque nos hace falta mucho su ternura, su deseo de estudiar, su amor hacia la humanidad.

—¿Tienes otro proyecto ahora?

—Estoy haciendo la novela Bajo el mismo sol, que contará con tres temporadas. Trabajo en la segunda. Allí interpreto a un muchacho que se enamora de la persona equivocada.

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