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Enrique Ávila: escultura y pintura a trasluz

El reconocido escultor cubano dialoga con JR sobre sus más importantes creaciones y toda su carrera. Vea entrevista en formato multimedia

Autores:

Isairis Sosa Hernández
Leidys García Chico

Imposible hablar de la escultura en Cuba sin mencionar a Enrique Ávila, el hombre que inmortalizó en la Plaza de la Revolución al Che y a Camilo y también a una docena de héroes de otros lugares de la Isla; el hombre que fundió el acero con la luz en un abrazo inmenso y que en su oficio compartido de pintor combate las sombras de la guerra; el hombre a quien Pablo Armando Fernández llamó en uno de sus poemas «el verdadero rostro de la luz».

Traje de escultor

«Desde que me inicié como escultor, esta ha sido una de las preguntas más frecuentes. Hoy volveré a revelar que aunque todo el mundo cree que me formé como escultor, realmente estudié Pintura en la Escuela de Arte de Holguín y en la Escuela Nacional de Arte.

«Incluso fui premiado en el Salón de artistas jóvenes de 1972 y en el Concurso 26 de Julio. Siempre como pintor. Lo que sucede es que en la escuela, las asignaturas de Escultura, Pintura y Grabado se daban con tal rigor que uno tenía que aprender. Y un día me dio por hacer al Che.

«Pero no quería que fuera algo tradicional, pues generalmente se crea un busto, una escultura ecuestre o una figura humana. Entonces se me ocurre hacer un cubo, parado en uno de los vórtices, y en cada cara poner al Che, como un símbolo de la repetición de sus ideas.

«Después de crear esta escultura en la entrada de Holguín, me pidieron que hiciera una de Antonio Maceo en la sede del Ejército Oriental, y que mantuviera algunas semejanzas con la anterior, como el uso del metal y la inspiración en figuras geométricas.

«En Santiago de Cuba concebí una de Frank País con la inscripción “Frank, David, Salvador”. La de los Hermanos Saíz, en la Universidad de Pinar del Río, es un libro abierto que simboliza el estudio.

«Tengo otros monumentos a lo largo del país. En Granma, está Carlos Manuel de Céspedes; Celia Sánchez, en Guantánamo; en Camagüey, Ignacio Agramonte.

«En Ciudad de La Habana está la escultura del Che, ahora la de Camilo. Hice un relieve escultórico que tiene los rostros de Camilo, el Che y Mella en la sede del Comité Nacional de la UJC. Hay otra mía en la escuela de las FAR Arides Estévez, que es en honor a ese mártir y alegórica a los combatientes cubanos caídos en Angola.

«La de los Hermanos Martínez Tamayo, en el Politécnico del MININT, se enciende de noche, y como pasa con casi todas mis obras, mucha gente ignora que soy el autor».

Si me tocan, alumbro

«Trabajé diez años como diseñador escenográfico en la Televisión, y adquirí conocimientos sobre la importancia de la luz y las tres dimensiones; allí aprendí a manejarla. Por eso todos mis monumentos se iluminan, también porque tienen que ver con grandes figuras de nuestra historia, y para mí esos seres irradian luz.

«En mis obras a veces esa luz puede ser blanca, en otras está asociada al color naranja. Depende del contexto, del contenido. Por ejemplo, en los Hermanos Saíz es blanca porque muestra la pureza de esos muchachos, que casi niños los mataron así, salvajemente…

«Sin embargo, la del Che y Camilo no la concibo blanca sino naranja, porque es el color del fuego; y eso representa el combate, la guerrilla.

«Manejo la luz para expresar, no para iluminar. Incluso en la plástica, uso también las degradaciones luminosas. ¡A lo mejor si me tocan ahora, alumbro!».

Perdurar al Che

«Mucha gente se pregunta por qué se creó al Che primero. Pero realmente siempre la dirección de la Revolución pensó en hacerlos a los dos.

«Sucede que el Che, cuando era Ministro de Industria, tenía su oficina justamente donde ahora radica el Ministerio del Interior (MININT), y por eso se mantuvo en el edificio una pared con carteles que reflejaban su rostro. Pero con la lluvia, el sol, el viento, era muy complejo mantenerlos en buenas condiciones. Entonces se convocó a varios diseñadores y artistas a crear un diseño escultórico perdurable, más definitivo.

«Ahora la gente puede ver esa línea sencilla, pero para llegar a ella tuve que dibujar mucho, diseñar, borrar, romper… ¿Por qué una línea? Porque en las artes plásticas lo más simple es un dibujo sobre un papel. Así empecé a asociar la figura del Che a algo sencillo, económico, que simbolizara esa austeridad con la que él vivía.

«Ya tenía la línea, en parte el contenido, pero había un problema: la pared era de piedra jaimanita, y necesitaba algo que sostuviera el rostro del Che. Entonces creé esas columnas que son las que soportan las 16 toneladas que pesa la imagen. Es un rejuego de líneas horizontales y verticales que representan al Guerrillero Heroico como constructor de nuevas ideas».

La sonrisa está en sus ojos

«Es importante que la gente sepa que a Camilo hace mucho tiempo se le quería llevar a la Plaza. Cuando terminé la escultura del Che, en 1994, me entregaron la Réplica del Machete de Máximo Gómez. En esa ocasión me propusieron hacer también a Camilo.

«Hicimos las coordinaciones, creé el proyecto, luego la maqueta. Pero cuando comienzan los estudios resulta que ese terreno era cenagoso, y el inmueble no soportaría el peso de la estructura. Los voladizos y los quiebrasoles también interferían en la construcción de la obra.

«El Camilo que había diseñado inicialmente era una escultura de cuerpo completo y pesaba unas 30 toneladas; al ser este edificio más grande, la imagen tenía que serlo también. Finalmente llegamos a la conclusión de no hacerlo en ese momento, porque no había forma de crear un soporte para la escultura. Esto no quiere decir que ahora no se pueda —tampoco es que yo tenga la fórmula—, pero pienso que puede estudiarse la idea al tener en cuenta las nuevas tecnologías. Por ejemplo, pero hacer a Camilo ahora en el Ministerio de la Informática y las Comunicaciones, se usó una variante diferente: acero galvanizado y losas atornilladas, muy modernas y fáciles de construir.

«El rostro de Camilo se realizó con las mismas características del Che, pues el pueblo siempre los asocia. Y así mantuvimos el principio de la línea, la luz, las barras, la frase…

«Cuando la gente habla del Señor de la Vanguardia, casi siempre piensa en su sonrisa. Realicé muchos bocetos de él riendo, pero en una escultura de una línea es muy difícil lograrlo sin que parezca una mueca, por eso opté por asociarlo al hombre de combate e hice una versión propia de su rostro. Aunque esté serio, la sonrisa está en sus ojos».

Ellos son mi complemento

«Hay algo muy importante, mis monumentos yo no los realizo solo, hay un equipo de personas detrás. Pero en especial el de los Hermanos Saíz, el del Che y el de Camilo, fueron hechos por los pinareños Román Acosta, Alberto Suárez y Rafael Torres. Trabajadores que se apasionan con la obra como si fuera suya. Y en parte lo es, porque todo ese acero pasa por sus manos.

«Son paileros, soldadores, pintores, artistas ya. Y tienen mucha habilidad, porque todo lo hacen con la escultura de pie. ¡Imagínense al Camilo y al Che con los 36 metros de alto que tiene cada una!

«La verdad es que son mi complemento, mis brazos, mis piernas. Y lo principal: son muy trabajadores. Gracias a eso se pudo terminar la escultura de Camilo para la fecha acordada, el 28 de octubre de 2009. Unos días antes en ese lugar no había nada, y de pronto tenemos a Camilo ahí, para siempre...».

Elogio del acero

«El acero me gusta porque es fácil de trabajar. También es muy barato, a diferencia del bronce y el cobre.

«Todas mis esculturas son de metal porque están dedicadas a héroes, y todas son grandes. ¡Tal vez porque soy chiquito!

«Asocio a los mártires con el metal, no los imagino de otra forma. Por ejemplo, el relieve escultórico de Camilo en el MINFAR podía haber sido de un material más ligero, y el edificio lo habría soportado; pero entonces le habríamos quitado contenido. Porque al decir: “Ahí están el Che y Camilo de acero”, no tienes que explicar mucho más.

«Me enorgullece muchísimo haber creado estas dos imágenes tan importantes para el pueblo de Cuba, y para mí como cubano que soy; porque aunque haya estado tras la realización, verlos ahí, iluminados, cobra un sentido indescriptible».

El mundo ignoto de Ávila

«Ahora tomaré un descanso y empezaré a pintar, porque comparto ambos oficios. Pintar es algo que me gusta mucho y en lo cual trato de no parecerme a nadie.

«Uso muchas texturas visuales, táctiles, y degradaciones de luz. Son paisajes ignotos; pueden ser en otro planeta, en el fondo del mar, en Venus, en Marte; es como imagine un lugar de estos.

«Y quiero seguir investigando, indagando en este tipo de corriente que pudiera ser abstraccionismo o surrealismo. No sé. Eso ya es tarea de los críticos. La mía es hacer lo que hago bien y quedar bien conmigo y con la sociedad que me ha tocado vivir».

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