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Trece años de pasión

Christophe Barratier, organizador y fundador de la cita junto a su amigo Nouredine Essadi, conversó con JR acerca de la trascendencia del evento, cuya aventura comenzó en 1998

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Juventud Rebelde

Gabriel Veyre, el hombre que traería al continente latinoamericano el invento de los hermanos Lumière, fue quizá, sin reparar en ello, el primero que organizó una muestra de cine francés en la Isla. Cuatro cortometrajes fueron proyectados aquel 24 de enero de 1897 en el Paseo del Prado No. 126: Partida de cartas, El tren, El regador y el muchacho y El sombrero cómico, que no eran otras que las producciones más recientes —las pioneras—, que realizaran los hermanos Auguste y Louis Lumière al otro lado del océano. Más de 2 000 personas asistieron a la primera muestra cinematográfica, la cual se extendió desde las 2:00 p.m. hasta la medianoche.

Hoy, cientos de años después —¿quién se lo iba a contar a Veyre?—, la cinematografía gala perdura en la pupila de los cubanos. El Festival de Cine Francés, que este año arribó a su 13 edición, se ha ido apoderando con paso seguro, cada año, de la aprobación de los cinéfilos criollos, quienes persiguen fichas y títulos con devota pasión por salas del país.

Christophe Barratier, organizador y fundador de la cita junto a su amigo Nouredine Essadi, conversó con nuestro diario acerca de la trascendencia del evento, cuya aventura comenzó en 1998.

«Cuando visité por primera vez Cuba quedé enamorado para siempre del país y de su público. Recuerdo que mi impresión inicial fue de gran sorpresa, porque normalmente cuando realizaba giras por otras naciones de Latinoamérica para presentar mis películas, me encontraba con una sala donde había 200 personas y el 80 por ciento de ellas eran franceses. Sin embargo, aquí descubrí un público de casi 2 000 personas y todas ellas cubanas.

«Así surgió la idea de traer cada año nuestras películas. Nouredine y yo comenzamos como niños pequeñitos que se enfrentan a una aventura, pues era totalmente loco para muchos venir hasta aquí a mostrar solamente cintas francesas. Con el paso del tiempo esta idea fue cobrando forma, y a ella se han unido con mucho cariño diferentes actores y directores galos.

«Ellos no han querido perderse tampoco la experiencia de exhibir sus obras ante un auditorio como el vuestro. Porque para mí, lo más extraordinario de este Festival es precisamente el público cubano. Por eso nos gratifica enormemente ver cómo hemos crecido del primer año en que asistieron 8 000 espectadores, a la última edición donde alcanzamos la cifra de 150 mil. Esto es totalmente increíble».

—¿Cuáles son las cintas que se privilegian para traer a Cuba?

—Aquellas que han marcado el año en nuestra tierra por su éxito de taquillas como Bienvenidos al norte o El primer día del resto de tu vida. A su vez, incluimos esas cintas que pueden parecer más discretas pero que son buenos exponentes de la diversidad del cine francés. Mi palabra para definir nuestro criterio de selección es esa: diversidad.

«En la actualidad el paisaje del cine que hacemos es muy variado: a las comedias ligeras se le unen policiacos, un cine más íntimo, filmes históricos... En fin, que no conozco un país que produzca 150 películas al año que sean tan diversas en sus formas».

—¿No cree que sus labores de organizador le resten tiempo a sus inquietudes como director?

—Ciertamente. Pero como papá que soy de este «niño de 13 años» no es muy responsable que lo deje de la mano. Cuando llegue a los 18, su mayoría de edad, veremos... Lo cierto es que estar aquí es una historia de pasión que no quiero dejar de disfrutar.

—En el plano artístico, ¿tiene algún guión entre manos?

—Tengo dos casi listos. Uno es el argumento para una comedia ligera, y el otro es una película histórica sobre Gustavo Eiffel, el creador de la famosa torre de París, que en términos de presupuesto es una película más cara. Esta última pienso comenzar a rodarla en un año o dos. Me gusta tomarme tiempo para cada uno de los proyectos que emprendo, pero como realizador le presto bastante atención a la confección del guión.

—¿Ha imaginado alguna vez colocar su cámara en la Isla?

—Me gustaría, pero por el momento no he encontrado la historia. Amo a Cuba y a su gente, pero para comenzar a filmar hay que dar con el guión adecuado, y este aún no ha llegado. No obstante, sí estamos interesados en potenciar las coproducciones entre ambos países y esta edición del Festival es un ejemplo de ello.

—¿En qué sentido?

—No estamos aquí solamente para enseñar nuestras películas. Es por eso que este año reunimos en La Habana a ocho productores europeos con el fin de estudiar diferentes proyectos cubanos con vistas a realizar una coproducción. Sabemos que la cinematografía cubana es muy buena y que en los tiempos actuales les es muy difícil a sus realizadores poder encontrar el financiamiento a sus proyectos. Es una pena que en el año se logren cinco o seis largometrajes cuando existen muchísimos directores que merecen encontrar oportunidades, pues son muy talentosos.

«Hemos escogidos diez proyectos cubanos que serán discutidos para ver si llegamos a un acuerdo, entre ellos se hallan trabajos de Fernando Pérez, Arturo Sotto, Enrique Pineda Barnet, Juan Carlos Cremata y Rigoberto López».

—¿Cuáles son sus aspiraciones para los próximos años del Festival?

—Me encantaría que pronto podamos estrenar en este Festival una película francocubana, producida por un francés. Por lo demás, creo que 15 películas son suficientes, pues mi idea del crecimiento no es cantidad, ni tampoco venir con una gran delegación de artistas. Más importante debe ser la calidad de las películas escogidas, y que estas retumben en el éxito del público, ese es el verdadero crecimiento de este evento.

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