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Oscar Niemeyer celebra en activo sus 103 años de vida

«Gustaría de ser recordado como un ser humano, frágil y perplejo ante este extraño mundo, como la mayoría de los hombres», dijo el afamado arquitecto

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Juventud Rebelde

Las curvas de hormigón armado están de fiesta hoy, pues el pionero de sus posibilidades constructivas y plásticas, el afamado arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, celebra en activo 103 años de vida.

Festejará su onomástico con la inauguración de la fundación que lleva su nombre en Niteroi, un proyecto ideado por él y que además de contar con un sector administrativo, alberga un Centro de Investigación y Documentación, con sus obras, y la Escuela Oscar Niemeyer de Arquitectura y Humanidades.

En declaraciones a la prensa, el ingeniero Selmo Treiger, del grupo Caminho Niemeyer, sostuvo que constituye una honra inaugurar la sede el día del aniversario del arquitecto y adelantó que el complejo debe entrar en funcionamiento en el primer trimestre de 2011.

Considerado uno de los máximos representantes de la arquitectura moderna mundial, Niemeyer nació en el barrio Laranjeiras, de esta ciudad, un día como hoy de 1907. Se graduó de la enseñanza secundaria a los 21 años y tras casarse ese mismo año con Annita Baldo, decidió trabajar e ingresar en la universidad.

Además de trabajar en el taller de tipografía de su padre, Niemeyer ingresó en la Escuela de Bellas Artes, de donde salió graduado como ingeniero arquitecto en 1934 y comenzó a trabajar gratis en el estudio del aquitecto Lucio Costa Y Carlos Leao.

Su carrera profesional comenzó en 1940 cuando conoció a Juscelino Kubitschek, entonces alcalde de la ciudad de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, quien lo invitó a proyectar una iglesia y un casino a orillas del Lago de Pampulha. Lo novedoso de las líneas de esa pequeña iglesia le dio fama en todo el país.

Mientras, el casino fue transformado años después en el Museo de Pampulha, destinado a la promoción y difusión del arte contemporáneo. Niemeyer participó también con Le Corbusier en el diseño del edificio principal de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York en 1952.

Cuatro años más tarde, Niemeyer resulta, junto a Lucio Costa, uno de los arquitectos fundamentales en el proyecto de creación de la nueva capital brasileña, Brasilia, a petición de Kubitschek, ya para entonces presidente del país.

Niemeyer queda a cargo de los proyectos de los edificios y Lúcio Costa del plan de la ciudad y toda la parte urbanística. Gracias al genio del arquitecto carioca la capital brasileña exhibe hoy obras como el Palacio de la Alvorada (residencia presidencial); y el Palacio del Planalto (sede del gobierno).

También las sedes de los poderes Legislativo y Judicial, la Catedral de Brasilia, el Palacio de Itamaraty (cancillería), y los edificios de los ministerios. La Universidad, la Biblioteca, el Teatro, el Museo Nacional y la sede de la Controloría General son otras de sus obras en esta capital, que contribuyeron a que Brasilia fuera declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Sus obras también están en disímiles lugares del mundo, como demostración de su genio universal, siendo uno de los máximos exponentes de la arquitectura moderna internacional.

Tal vez la frase que más defina su trabajo proviene del mismo artista cuando subrayó que «no es el ángulo recto lo que me atrae, ni la línea recta, dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida. De curvas está hecho todo el universo, el universo curvo de Einstein».

Y a su genialidad artística, Niemeyer unió una sensibilidad social y política que lo ha acompañado toda su vida.

El crítico André Correa do Lago aseveró que Niemeyer será conocido en el futuro como el mayor artista brasileño del siglo XX, a lo que, en reciente entrevista al diario brasileño Folha de S. Paulo, Niemeyer respondió «como es habitual, mi amigo se muestra muy generoso en sus apreciaciones».

«Gustaría de ser recordado como un ser humano, frágil y perplejo ante este extraño mundo, como la mayoría de los hombres», acotó.

«En sínstesis: como alguien que pasó mucho tiempo inclinado sobre la mesa de diseño, inmerso en su arquitectura, pero siempre listo para participar de la lucha política, sensible a la necesidad histórica de superar ese régimen de clases que el capitalismo vino a profundizar», afirmó Niemeyer.

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