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Tras los pasos de Chucho

Los pasos de Chucho, premio Grammy 2011 en la categoría de mejor álbum de jazz latino, es un viaje hacia nuestra herencia africana, pero con un aire muy contemporáneo

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

Chucho Valdés deja sus pisadas en una encrucijada. Un amplio campo cubierto de pasto y dos caminos que se cruzan son las escasas referencias del lugar. Sin embargo, el célebre pianista no duda en tomar el sendero correcto en la enigmática intersección. Va con paso seguro hacia adelante.

Así lo retrata Alejandro Pérez en la portada del disco Chucho’s steps (Los pasos de Chucho), del cual el artista nos ha hecho llegar un ejemplar promocional. La fotografía de Alejandro toma ese esencial concepto de búsqueda que asume el músico como un acto natural, como una filosofía profesional y que dejó su estela en aquel mítico grupo Irakere, en el cuarteto que tanto lo ha acompañado, en sus colaboraciones con otros artistas y en su actual proyecto Los mensajeros afrocubanos.

Los Pasos... —fonograma que le valiera a Valdés y su grupo el premio Grammy 2011 en la categoría de mejor álbum de jazz latino— es un viaje hacia nuestra herencia africana, pero con un aire muy contemporáneo. Allí Valdés asegura que ha «llevado el folclor afrocubano por otros estratos: cambiamos las combinaciones musicales, el «tumbao», los conceptos rítmicos y el toque mágico fue integrar el tambor batá.

«Quizá se hayan hecho esas combinaciones, pero no con los batá y congas. El problema es cómo utilizarlas y aplicarlas al folclor afrocubano», asegura.

Y es Yansá, uno de los ocho temas que conforman el CD, un himno a ese legado. Allí se incluyen los cantos yoruba y esa filosofía de la percusión, adentrada en las acciones de estos instrumentistas.

En el diálogo con géneros netamente criollos es Danzón una pieza de inestimable valor en el álbum. En aproximadamente nueve minutos, la melodía va desde la conceptualización clásica de ese estilo hasta una visión muy particular de Chucho y sus mensajeros afrocubanos, con quienes emprendió todo este proyecto discográfico.

Zawinul’s mambo es un tributo a Joe Zawinul, quien fue el director de Weather Report y estuvo en Cuba en el Habana Jazz. Precisa el pianista que «en este tema cada uno toca en un compás diferente. Cuando se oye, se siente que nos separamos y nos encontramos».

El homenaje a la cuna del jazz se muestra desplegado en casi cinco minutos de virtuosismo con New Orleans, a la vez que otra trilogía de instrumentales hace reverencia al género, como lo son Julián, Begin to be good y Las dos caras.

Cuando Chucho se refiere al sencillo que le da título al volumen señala que «hay un tema emblemático de John Coltrane, Pasos gigantes, que inició una nueva etapa y rompió las estructuras anteriores del jazz. Pero suele aclarar, con detalles técnicos, que no es una copia, pues «son 50 compases diferentes y ninguno se parece».

Chucho’s steps ha realizado un amplio periplo mundial y, según el pianista, «el disco cogió los primeros lugares de la revista Billboard y en París estuvo nominado entre los mejores del año».

El resultado de este trabajo viene madurándose desde 2002 al grabar el fonograma El nuevo concepto, facturado en esa época en que Chucho tenía su cuarteto. «Y ahí había algo nuevo ya», apunta el artista. «Lo que no quise seguir repitiendo y en ese tiempo posterior me dediqué a hacer colaboraciones con Pablo Milanés, hice un disco para Mayra Caridad Valdés, produje otros a Guillermo Tuzzio, Charles Aznavour y Concha Buika, e hice uno con mi papá. Tenía la idea de preparar un álbum a piano y voz con Omara Portuondo, y que ya terminé».

Sin embargo, ensayar diariamente por cuatro meses con Los mensajeros afrocubanos y las ideas generadas en esos momentos, ha sido la fuente para lograr este resultado. «¿Qué viene después de esto? Ya lo tengo, porque yo voy adelantando. Es algo loco, pero estamos experimentando, abriendo un camino», sostiene.

«Algunos se preguntan si Los mensajeros afrocubanos es Irakere. Irakere es inmortal. Es más, pienso que es irrepetible. Esto es un nuevo concepto, del siglo XXI y con músicos con una buena formación igual que aquellos.

«No es ni mejor ni peor que Irakere, es otra cosa. Y yo me preguntaba si desde el punto de vista musical la imaginación creativa nuestra había concluido con aquel grupo, porque uno llega hasta cierto punto. Y era un reto ver si la imaginación seguía funcionando».

Chucho confiesa que no ha perdido el olfato para encontrar la buena música, por eso se pasa «la vida oyendo a los músicos en los lugares que visita», y se mantiene informado de las nuevas tendencias en la manifestación. «No se puede trabajar sin ello», acota.

«Hay que escuchar a los músicos jóvenes que vienen con ideas muy frescas. Ese deseo mío de colaborar con ellos es por eso, porque hay mucho de los noveles artistas en nuestro trabajo. No piensen que Chucho Valdés es un coloso. Trabajamos en colectivo. Logramos el resultado gracias a esa labor conjunta. Yo con mi experiencia, ellos con sus ideas.

«Hay una fuente creativa aquí de músicos que tal parece que se dan, como se dice, silvestres. Y después pasan por las escuelas. Reciben formación académica —en la ENA, el ISA o los conservatorios—. Son capaces no solo de tocar jazz y eso impresionó también a la Lincoln Center de Nueva York en su visita a la Isla.

«El futuro es esplendoroso cualitativa y cuantitativamente. Estoy muy confiado, pues hay generaciones que están haciendo maravillas. Ya les llegará el momento», sentencia.

El historial del pianista asombra por su flexibilidad para acoplar estilos: sus inmensas conexiones con la música popular; su estancia en el Teatro Musical de La Habana, de 1963 al 67; y sus partituras escritas para el ballet...

Quizá todo el secreto del éxito de su prolija obra está en que ve a la música como una sola, en que escucha a «los clásicos y la sonoridad popular bailable cubana y, sobre todo, a muchos instrumentistas».

Ha compartido escenario con una extensa lista de personalidades. «Imagínense, son muchas», y suele enumerar: «Con Herbie Hancock, Dizzy Gillespie, Wynton Marsalis y Charles Aznavour, que es tremendo artista, y los cubanos Omara y Pablo Milanés. Recuerdo cuando acompañé a Elena Burke, a Bola de Nieve y a Benny Moré —a este último cuando yo tenía 12 años y junto a la orquesta de mi papá. Esas vivencias no mueren».

Admirador del innato talento de Lilí Martínez e incisivo imitador de los tambores batá con su piano, Chucho percibe diferentes sensaciones cuando flota la música bajo sus dedos. «La verdad es que la rítmica afrocubana es muy fuerte y esos elementos, cuando los utilizas en el jazz y la improvisación, te dan un sello de identidad», afirma.

Sin dudas, las mismas pisadas seguras y renovadoras que muestra Chucho’s steps.

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