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Cantar es mucho pensar

La Academia Nacional de Canto Mariana de Gonitch enseña a sus jóvenes integrantes las destrezas necesarias para un buen desempeño, a la par que los prepara para la vida

Autor:

Lourdes María Mazorra López

Si se fuese a buscar el punto de origen o un momento fundacional sería aquel 20 de mayo de 1975. Bajo un típico aguacero de ese mes, el joven cantante Hugo Oslé llegó a la casa de la reconocida soprano rusa Mariana de Gonitch para recibir clases de canto. Ahí comenzó todo.

Mucho tiempo ha pasado desde aquel día, pero el profesor Hugo evoca la figura de su maestra como una presencia constante que lo acompaña y guía en su quehacer como director de la Academia de canto que lleva el nombre de la afamada artista.

«Mariana fue una gran pedagoga y una mujer sabia para el tema de la voz, la formación de aquellos bajo su tutela y de la estética al asumir lo que un cantante debía o no cantar.

«Ella decía que cantar es mucho pensar. No se trata de que un maestro te permita dar una u otra nota; con Mariana aprendí que se debe enseñar a la par que se prepara para la vida, para así conocer hasta donde un artista puede llegar».

Amparado en ese precepto y tomando la esencia de esa metodología como modelo, Hugo Oslé conformó la Academia Nacional de Canto Mariana de Gonitch. Sin embargo, la historia de esta escuela se remonta a mucho tiempo atrás. Su antecedente fundamental —que a decir del profesor Oslé, está recogido en documentos y archivos que así lo confirman— data de 1945, cuando el maestro Hubert de Blanck, entonces director del Conservatorio Municipal de Música, crea oficialmente, junto a la soprano, la Academia de Canto Mariana de Gonitch.

«El tema de retomar la idea de la academia surge precisamente hace dos años y medio, como resultado del Concurso Nacional de Canto Mariana de Gonitch, certamen que se desarrolla desde hace 15 años en dos vertientes: el arte lírico y la música popular».

La escuela desarrolla un curso de un año y cuenta con un claustro de cinco profesores que imparten Técnica vocal, Repertorio e Interpretación, Cultura e Identidad, Historia de la Música, Comunicación e Imagen, y Filosofía. El primer año graduaron 19 cantantes, el segundo diez y ahora 19 más. Comenta Hugo Oslé, quien comenzó su trayectoria como cantante lírico en 1969, que se trata de hacer una labor que los distinga: «Trabajamos para ser diferentes desde nuestro repertorio, la conducta escénica y la intensa proyección artística sustentada en el legado de Mariana».

La academia está conformada por 45 cantantes de entre 17 y 35 años, quienes no poseen una formación profesional. Para muchos de estos jóvenes aficionados, haberse sumado a la experiencia significó un cambio radical en su vida artística y personal.

Así lo asevera Yaima Sánchez, quien se incorporó en el verano del año pasado, mediante el curso de verano. «Es una experiencia grandísima que me permite estar en contacto con muchas cosas que actualmente no se perciben en la cultura como hecho social: la preocupación por la estética del artista, no solo al cantar, sino al asumir una presencia; y el interés por dar y recibir una educación general en todos los aspectos, para conocer desde la cultura aquello que debe distinguirnos como músicos y cubanos».

El sentimiento también es compartido por el joven Leudis Rivera. «Aquí he cambiado completamente, soy otra persona no solo en mi forma de cantar, sino en la forma de vestir, de caminar, de conducirme y de proyectarme. Siento que estoy en el camino correcto. La academia me ha dado la capacidad de pararme en el escenario con una enorme tranquilidad y plena confianza en mí».

El árbol ya ha dado sus frutos. Su arte los ha llevado por disímiles escenarios gozando siempre del gusto del público. Como prueba de ello la academia prepara un concierto en saludo al Día de la Rebeldía Nacional en la televisión.

Con el dominio de un amplísimo repertorio que va desde la interpretación de zarzuelas, boleros, trova tradicional hasta la música popular —aunque la labor de la academia resalta por cultivar la canción patriótica y épica—, buscan legitimar los valores que identifican nuestra música.

Los desafíos nunca faltarán: el empeño por recuperar su sede tradicional, ganar reconocimiento, apostar siempre por la superación, convencer... Hugo Oslé sabe que son muchos los retos, pero el trabajo con los jóvenes y el amor con que asumen su carrera constituyen razones suficientes para seguir tributando a la cultura con su arte.

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