Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Tocando la luz, un cineclub para ciegos

Este cine club singular está destinado a aquellas personas que físicamente no pueden visionar una película pero sí a partir del método de audio descripción

Autor:

Jaisy Izquierdo

La sala oscura. Se proyectaban las imágenes de los amantes de Los dioses rotos, mientras un locutor explicaba cómo los besos de Sandra se prolongaban apasionados por todo el cuerpo de Alberto. «¿Hasta dónde?», pregunta una voz maliciosa. Y encuentra pronta respuesta: ¡Cierra los ojos, Alexander! Entonces, resonó la carcajada de los asistentes porque, salvo pocas excepciones, ninguno de los presentes podía ver.

Por paradójico que parezca, la escena de invidentes con sus bastones y espejuelos oscuros, comprando los tickets por la ventanilla del cine, no fue durante todos los miércoles de este verano una imagen surrealista, ni una fantasía bañada con tintes de humor negro; fue por el contrario, una afortunada realidad.

Así nació, bajo el esfuerzo conjunto del Proyecto 23 y de la dirección provincial de la Asociación Nacional del Ciego (ANCI), un cineclub singular, Tocando la luz, destinado a aquellas personas que físicamente no pueden visionar una película pero que, a partir del método de audio descripción pudieron disfrutar, como cualquier otro de los miles de cubanos que asistieron a las salas de estreno del país, de un filme tan actual y taquillero como lo fue Habanastation, de Ian Padrón.

En estos meses La Rampa ha sido el lugar ideal, por la ausencia de barreras arquitectónicas que permite el desplazamiento sin tropiezos hasta la butaca. Allí en su lobby los concurrentes pueden leer en Braille la programación y sinopsis de las películas.

Treinta películas cubanas han sido llevadas a la pantalla grande con la presencia en cada cita de más de 50 invidentes y débiles visuales, sin contar a sus acompañantes, «porque este cineclub se ha convertido en una oportunidad para estrechar lazos familiares sin penas ni lástimas», me comenta Guillermo Rodríguez Llerena, secretario de Cultura de la ANCI.

Para Guillermo, que perdió la visión totalmente desde joven, este proyecto ha propiciado «el rencuentro con esta pasión de juventud y se ha convertido en una cuestión de familia», pues viene siempre acompañado de su esposa, también invidente, y de su pequeño hijo.

Como tantos otros que han repetido con cinéfila adicción la experiencia desde su inicio, han sumado con cada encuentro títulos disímiles que abarcan desde la cinta de animados de Juan Padrón, Elpidio Valdés, hasta Ciudad en Rojo, de Rebeca Chávez, incluyendo clásicos como La muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea), Se permuta (Juan Carlos Tabío), y Miel para Oshún (Humberto Solás); o filmes de factura más cercana como Tres veces dos (Pavel Giroud, Lester Hamlet, Esteban Insausti), Viva Cuba (Juan Carlos Cremata) y Bailando cha cha chá (Manuel Herrera), entre otras.

Una programación que por su favorable acogida se ha de mantener con una frecuencia mensual durante todo el año, según me informa Jorge A. González Frómeta, quien está a cargo del Proyecto 23 y ha tomado con entusiasmo la batuta al frente de Tocando la luz.

Me cuenta Frómeta que es un sueño largo el que ahora ve cumplido, y que tuvo por primer destello la presentación en el año 2005 de la cinta Al fin, el mar, que presentaran personalmente en el cine Chaplin su realizador, el argentino Jorge Diszsel, una experiencia que después se volvió a repetir por su cercanía temática con el documental Alcanzando estrellas, dirigido por Carlos Daniel Sarmiento,  pues centraba su argumento en un juego de béisbol cuyos peloteros eran ciegos y débiles visuales.

Ahora con el anhelo cumplido, largo es el camino que queda por delante y para el cual se piensa en otras iniciativas, como la de incluir el sistema de close caption para extender también a los sordos la posibilidad de disfrutar el séptimo arte más plenamente.

Sugerencias hay miles. Karina González, por ejemplo, piensa que «sería muy positivo que se pudiera extender a otras provincias. Espero que esta colaboración conjunta con el ICAIC nos siga trayendo otras tantas películas, no solo cubanas», recalca, a la vez que confirma que esta ha constituido una buena opción para pasar el verano.

Otra joven, Marlenys Oliva, quien viajó desde el municipio de Boyeros para asistir por primera vez al cine, me dice que aunque ya había escuchado el filme por la televisión, no se detuvo. «Y no me arrepiento, porque hoy la pude entender mucho mejor», asegura.

Y es que el método de audio descripción, cuando se realiza con pericia, puede ser muy efectivo. En esto todos tienen que agradecer la participación del ICRT, que ha venido realizando un similar trabajo con las versiones radiales. Consiste en la proyección de la película en la pantalla grande para que todos aquellos de baja visión puedan apoyarse en los colores, los tamaños, los movimientos, etc. A la vez, locutores prestigiosos como Niro de la Rúa o Ray Díaz, explican las imágenes que se van sucediendo y que no se pueden inferir por los diálogos de los protagonistas que intervienen.

El cine como fiesta visual que es, recurre constantemente a narrar con la cámara, aludiendo a la frase de que una imagen vale más que mil palabras. Y es por eso que las voces conductoras son imprescindibles para entender el collage de imágenes de una Habana contemporánea, con mujeres que caminan y visten provocativamente por ambientes marginales; o las fotos que repasa la protagonista rememorando el pasado, o la mirada enfurecida que lanza a su hombre cuando lo ve llegar a la fiesta del brazo de otra. Sutilezas del guion que se resuelven cuadro a cuadro, y que de no ser por este narrador omnisciente que se entremezcla entre diálogos y la banda sonora, sería un laberinto difícil de resolver con los ojos cerrados.

Con las pupilas del alma, esas que son capaces de sortear todo obstáculo, Oscar Caballero se siente dichoso. El otrora actor de la radio y la televisión, que debido a una enfermedad congénita perdió completamente la visión, ha seguido la muestra desde el primer día. Y experimentó una gran alegría al poder asistir de nuevo a la proyección de la cinta Lista de espera, en la que interpretara al chofer de la guagua que como todos sabemos, se rompió.

«Aquí somos nosotros los que invitamos, porque a menudo nuestros familiares se sienten incómodos al no podernos convidar a ver una película al cine», sonríe y agrega: «A veces nos ubican por discapacitados en un mundo aparte, y proyectos como este recuerdan que seguimos siendo capaces de sensibilizarnos con el arte y de disfrutar como cualquiera de una buena obra».

¡Y sí que lo pueden todo!: hasta tocar la luz.

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