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A propósito de un mirlo blanco

Al realizador cubano Armando Capó le interesan sobremanera la cantidad de elementos visuales que arropan el pequeño argumento que rodea a sus filmes, documentando así la vida contemporánea a través de los ítems que la definen: publicidad, televisión, cómic...

Autor:

Alcides Pereda

Estudió artes plásticas, luego dirección de cine y más tarde se especializó en realización de documentales. Vive en Gibara, una pequeña ciudad de la geografía holguinera que mira al océano Atlántico. A esta villa mi entrevistado regresó luego de muchos años de vivir y aprender a hacer cine fuera de sus límites. Sus documentales reflejan lo que Noël Burch, al referirse a Jean-Luc Godard, llamó «organización de la película en torno a la ornamentación», pues al igual que al insigne director francés, a Armando Capó le interesan sobremanera la cantidad de elementos visuales que arropan el pequeño argumento que rodea a sus filmes, documentando así la vida contemporánea a través de los ítems que la definen: publicidad, televisión, cómic...

—¿Por qué el camino del cine, y más específicamente el documental?

—Estudié pintura en la Escuela Profesional de Artes Plásticas de Holguín (El Alba). Fue una etapa increíble; además de la pintura descubrí el cine y la literatura. En aquel entonces yo creía que el arte era un lenguaje, que cada obra servía para transmitir algo y esa era, para mí, su principal función. Con esa lógica era más fácil comunicarse a través de una obra audiovisual que a través de la plástica. Ahora todo esto me parece una tontería, pero ese convencimiento influyó bastante en las decisiones que tomé. Luego la realidad te golpea, y la verdad era y todavía lo es, que soy bastante malo pintando.

—Por estudiar en el ISA, y luego en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV), ¿crees estar en ventaja con respecto a otros realizadores que no han tenido estas oportunidades?

—Creo que en la pregunta falta otra escuela, la Escuela de Arte (El Alba), que marca más mi manera de acercarme al audiovisual que el ISA o la EICTV, sobre todo por la visualidad de mis obras y los puntos de contacto con el cine experimental, el videoarte o la videoinstalación. Cuando te hablo de acercamiento eso no es definitivo, no es consciente, está incorporado en la manera en que veo o en que utilizo recursos o herramientas propias de estas manifestaciones. El ISA me posibilitó herramientas teóricas más que prácticas. Hay una diferencia entre estudiar en Holguín e irse para La Habana, y no hablo de los profesores. Muchos de los mejores profesores que me dieron clases están en Holguín y siguen ahí. Uno va creciendo como realizador, como artista, como persona. Y la Cultura en Cuba tiene un «techo»: La Habana. Entonces allí me abrió un mundo que desde mi pequeña ciudad no hubiera podido alcanzar: las Muestras Internacionales, la Cinemateca, las Bienales y la EICTV.

«A la EICTV le debo mucho, y la verdad que sí representa una ventaja que me coloca en una posición más favorable con respecto al resto de los realizadores. Primero porque te ubica en una realidad global. Después, porque estás en contacto con mucha gente que trae experiencias de sus países y se aprende de ellos, aprendes del sonidista griego que es tu compañero de clases, pero también de un productor norteamericano que viene de Hollywood y te da un taller.

«La última y gran ventaja es que la Escuela de San Antonio de los Baños te garantiza realizar un número de obras con las mejores condiciones posibles y con total libertad. ¿De qué otra manera hubiera podido realizar mis documentales?».

—¿Te parece que el documental cubano del momento refleja un agotamiento de crisis y normas, cánones y modelos, como señala el cineasta Jorge Luis Sánchez, y que «reinventa la realidad desde una libertad que le otorga la subjetividad»?

—Sí lo creo, pero ojalá ese agotamiento sea lo suficientemente profundo como para que desaparezcan por completo los malos documentales. No se trata de eliminar el «crear una ilusión realista frente a los fenómenos de la realidad» a favor de reinventar esa realidad. Para mí el asunto es que el documental que mayoritariamente se produce en Cuba es demasiado complaciente.

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