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Solfeos y arpegios para dos cumpleaños

La Escuela de Música Ernesto Lecuona Casado de Sancti Spíritus arriba a nuevos aniversarios de sus dos niveles, con grandes alegrías por su pasado y presente, y varias metas a cumplir en el futuro

Autor:

Luis Orlando Hernández

SANCTI SPÍRITUS.— Hoy día se escuchan más altos que nunca los acordes de disímiles instrumentos y las prácticas de solfeo en la Escuela de Música Ernesto Lecuona Casado, pues se engalana para celebrar dos fechas trascendentales de su historia: las graduaciones número 10 y 43 del nivel medio y nivel elemental, respectivamente, en las que jóvenes de la región central del país y niños espirituanos consolidan y aprehenden las enseñanzas musicales.

Cuenta René Hernández Nápoles, uno de los profesores históricos del centro, que el prestigio del claustro de las asignaturas teóricas en el nivel elemental —hoy con 111 estudiantes espirituanos— a través de los años resultó el aliciente para que se fundara el nivel medio —con matrícula de 11 alumnos de las cuatro provincias del centro de Cuba. Por estas aulas, artistas de la talla de Isis Flores, Elmer Ferrer, Juan Quémel, Elaine de Valero y Antonio Pérez, entre otros, colmaron su curiosidad por la música y trascienden en la actualidad las fronteras espirituanas y cubanas con su arte.

Pero muchos otros se gradúan y se incorporan a las agrupaciones del territorio espirituano, donde priman las de pequeño formato, sobre todo tríos y septetos.

«De aquí han salido grandes trompetistas profesionales, y el programa de este instrumento, junto a los teóricos, constituyen las enseñanzas que impartimos en nivel medio», asegura la musicóloga Katia Rojas González, subdirectora general. «A partir de 2005 se amplió el espectro hasta 15 líneas (cada instrumento representa una) para impartir en el elemental, algo que aspiramos hacer también en el medio y crecer al menos en dos líneas más», plantea.

Claves de un sueño

Uno de los objetivos fundamentales del nivel medio en estos momentos se dirige a reforzar las filas de la banda de música de concierto provincial, así como de algunos municipios. Para ello, aclara la Subdirectora general, se hacen estudios de acuerdo con las necesidades del centro y los intereses de las localidades.

«La pesquisa de estudiantes para el nivel elemental se realiza por municipios y por líneas. Siempre tratamos de encontrar a niños con talento musical pero que reúnan condiciones físicas idóneas para cada instrumento», argumenta.

En 2004 se hizo necesario ampliar la escuela, gracias, en gran medida, a un donativo del fallecido Ibrahím Ferrer, músico del Buena Vista Social Club. Hoy disfrutan de su comodidad tanto los alumnos del nivel medio que comparten en estos locales los estudios musicales con los del preuniversitario, como los del elemental, que dividen sus horarios para marchar en una de las dos sesiones a la primaria o a la secundaria.

«El sueño nuestro es que se estudien aquí todas las asignaturas, como se hace en otras escuelas de arte del país, algo que queremos concretar próximamente con la secundaria», explica René Hernández.

A pesar de que varios de los profesores históricos se han retirado ya, ocho trabajadores reúnen la condición del Mérito Pedagógico y cuatro de ellos están propuestos este año para el Sello del Laureado, máxima distinción del Ministerio de Cultura.

—Se han nutrido de una fuerza joven de recién graduados para suplir las necesidades de profesores. ¿Qué riesgos puede conllevar?, preguntamos a Katia, subdirectora general.

—Debido al crecimiento realizado en nuevas líneas, así como a la aspiración de cambiar la estructura de la escuela, tenemos a varios jóvenes que cumplen su servicio social, sobre todo en las enseñanzas recién incorporadas, que nos permitirán en un futuro tener nuestros propios profesores, como sucede ya en el nivel medio. Pero todavía se observa cierta inestabilidad e inseguridad en algunos de ellos, por la falta de pedagogos de experiencia que los guíen.

«A pesar del interés que demuestran, no es lo mismo ser intérprete de un instrumento que profesor. Cuando concluyen el servicio social muchos se retiran a desarrollar sus carreras de músicos, por lo que dejan un vacío y en la mayoría de las ocasiones debemos acudir a los asesoramientos nacionales para suplirlos», opina.

Con tropiezos, como toda obra humana, continúa el paso del tiempo por esta escuela. La felicidad de los alumnos por concretar sus sueños de recibir una formación musical es palpable, así como la de sus profesores por entregar su caudal de conocimientos y ver en los discípulos su ascenso como seres humanos y artistas.

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