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La luz de las tablas

El director de Teatro del Viento y actual presidente del Comité Organizador del 14 Festival Nacional de Teatro, Freddys Núñez Estenoz, es un profundo e inquieto amante de este arte

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— Desde que era un «guajirito» de 15 años de edad en el municipio de Jimaguayú tuvo sus primeras inquietudes artísticas. «Era instructor de teatro en la Casa de Cultura Rubén Darío por el año 1996, cuando “no me dejaba dormir” la idea de cómo dirigir espectáculos en mi condición de artista aficionado».

Así confesó a este diario el multipremiado Freddys Núñez Estenoz, director de Teatro del Viento y actual presidente del Comité Organizador del 14 Festival Nacional de Teatro, y a quien el gusto por el arte de las tablas y su capacidad creadora le permitieron integrar la prestigiosa compañía camagüeyana La Edad de Oro, salto profesional que consolidó sus ansias de contar con su propia compañía.

«Gané una beca de creación en la Asociación Hermanos Saíz y desde entonces soy director de mis propios espectáculos, que iniciaron justamente con un pequeño teatro de calle», reveló Estenoz, quien recientemente mereció la distinción Espejo de Paciencia, máxima condición que otorga Cultura en Camagüey.

—¿Cómo llegas a consolidar una de las compañías juveniles más notables de la escena teatral cubana: Teatro del Viento?

—La única fórmula posible y viable para alcanzar un sueño es el trabajo sistemático. A finales de la década de los 90, Camagüey necesitaba un proyecto de teatro juvenil que dinamizara el movimiento teatral de la provincia y con esa prioridad comencé Teatro del Viento, con jóvenes aficionados que también se atrevieran a hacer algo nuevo. Y aquí estamos; próximamente cumpliremos 15 años de fundado.

—¿Eres un joven que se cuestiona el cómo y el qué dices en tus espectáculos?

—Al principio solo quería decir algo; que el público asistiera a mis espectáculos y que los aplaudiera, pero luego llegó el «bichito insoportable» del ¿qué digo y cómo lo digo?, pues no era suficiente decir, si no qué decir, cuestionamientos que nos hizo a todos crecer profesionalmente y dar un salto cualitativo en nuestros espectáculos.

«No existe en la compañía un texto, gesto o parlamento que no tenga detrás todo un trabajo de investigación consolidado, que permita a través del lenguaje del teatro acercarnos a nuestro público, el juvenil, y parecernos más a nuestra realidad; y para lograrlo nos esforzamos».

—El término ética es muy recurrente en usted en entrevistas, escritos especializados, intervenciones… ¿Cómo lo asume Teatro del Viento?

—Cualquier persona desde que piensa en convertirse en un artista, ni siquiera cuando inicia su profesión, sino desde que la piensa, adquiere intrínsecamente un compromiso inmediato con el público, al que le debe respeto por encima de todo, pero a la vez se debe respeto a sí misma. Ambas direcciones nos llevan por el camino de la ética.

«El arte tiene una fuerte dosis de ética, porque actuar con ética es, además, ser un profesional con todas las de la ley. Sin ella el tronco del artista o de cualquier ser humano crece encorvado o carcomido.

«Hay que tener mucho cuidado, tal vez tacto, con la espontaneidad, el enfoque absoluto en lo que decimos o exhibimos y hasta con la ingenuidad, porque al repasar la historia nos percatamos de que un artista ha llegado a cambiar formas de vestir y de pensar en públicos masivos, en una generación casi completa.

«Ética es para mí respeto al público, que es sagrado; al creador, a la labor que realizamos, a Cuba, a su sistema social. Tenemos además una responsabilidad ética muy puntual con el movimiento teatral cubano, y con un sistema social que nos da la oportunidad de estudiar, superarnos permanentemente y de hacer teatro, a pesar de todas las limitaciones; por eso hay que desterrar el conformismo y luchar con ética y respeto por los sueños.

«Si revisamos el panorama mundial advertimos que en ningún país sobrevive el teatro subvencionado; por eso lo que hacemos y el cómo lo hacemos es muy importante, y eso también implica ética».

—¿Ser presidente del Comité Organizador del 14 Festival Nacional de Teatro, es mérito o responsabilidad?

—Por sobre todas las cosas, presidir el acontecimiento teatral más importante de Cuba es un honor, además de un mérito y una responsabilidad.

«En lo personal, como dicen mis compañeros, me lo he ganado, algo que no me gusta reconocer, porque nunca se está cómodo cuando se habla de uno mismo. Me siento congratulado ante la confianza que han depositado las instituciones culturales en mí, además de los artistas.

«Amigos y compañeros me dicen: “Te lo has ganado Freddys”, pero prefiero decir: “Se lo han ganado los compañeros que han trabajado durante tantos años a mi lado”.

«Ninguna responsabilidad, mérito y honor han “caído del cielo”. Todo lo que soy también se lo debo a Teatro del Viento, a esos jóvenes que se han esforzado sobre las tablas del teatro sin descanso. Estamos convencidos de que asumir esta responsabilidad es un reconocimiento a la labor desplegada por nuestra compañía, por sus 12 actores, durante 15 años».

—¿El 14 Festival Nacional de Teatro se transforma junto a la sociedad cubana actual?

—La sociedad cubana se transforma y el pensamiento también, y el Festival no puede quedarse atrás. Si este aglutinador acontecimiento cultural cubano desea sobrevivir al paso impostergable del tiempo y de su gente, tiene que hacerlo, y de hecho ya lo hace, con empuje visible en sus espectáculos.

«Sería engañarnos si pensamos que el Festival solo se realiza en términos de sana y tranquila asistencia de público a las salas. Este evento tiene que dinamizar, reflexionar, vitalizar y aportar mensajes a ese público y a su sociedad, porque el teatro en toda su magnitud siempre fue espejo de su tiempo, y esta condición también es parte de mi responsabilidad como actual presidente».

—Desde su experiencia profesional, ¿cuáles son las vulnerabilidades del teatro cubano que pudieran frenar su buen desempeño?

—El teatro cubano necesita mirarse hacia dentro para iniciar el diálogo urgente con ciertas áreas de la sociedad, que tienen mucho que decir y aportar. Y no es que esas zonas estén silenciadas, sino que cuando se han abordado se ha hecho de manera epidérmica.

«Estoy convencido, no solo con lo que he visto en los espectáculos de todo el país que se presentan hoy en Camagüey, sino con lo que he podido constatar y compartir como creador y director de Teatro del Viento, que en Cuba hay creadores de muy buena calidad y experiencia acumulada en la academia nacional del teatro para transformar el escenario del arte de las tablas en el país. Y es ese el reto de todos los artistas que aman esta profesión y están comprometidos con ella.

«El futuro está asegurado con el sistema de enseñanza artística cubano, que gradúa a nuevos talentos cada año; faltarían la práctica creadora y la superación, que se ganan, en buena medida, en el tabloncillo haciendo teatro».

—¿Que el 80 por ciento de los espectáculos que se han presentado en Camagüey en este evento estén protagonizado por jóvenes es una rúbrica a la legitimidad y posteridad del teatro cubano?

—Y a la energía propia del Festival y a lo atrevido que ya es nuestro movimiento teatral cubano, que no aspira a quedarse estático y que va en ascenso creador. Sin temor a equivocarme, el Festival hubiera sido muy diferente sin los jóvenes que hoy están en su epicentro.

—Camagüey para Freddys…

—Camagüey es una plaza importante de la cultura cubana, en la que en 1983 Rómulo Loredo, insigne dramaturgo cubano, fundó el Festival como necesidad del movimiento teatral, y de esta forma se convirtió la ciudad en la capital del teatro cubano, y yo heredé, como muchos otros, esa historia y esa tradición.

—Sueños de Freddys…

—Que la vida me dé mucha salud, para seguir haciendo teatro.

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