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Las instituciones y los creadores tenemos que trabajar de conjunto

A solicitud de la Presidencia Nacional de la Asociación Hermanos Saíz, Juventud Rebelde publica las siguientes consideraciones

 

Autor:

Juventud Rebelde

La publicación en Juventud Rebelde, el pasado 31 de octubre, del texto La Egrem y ARTex responden, firmado por los máximos directivos de estas empresas del Ministerio de Cultura, nos motiva a volver sobre algunas ideas discutidas en el más reciente Consejo Nacional Ampliado de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Dicho texto respondía al periodista José Luis Estrada Betancourt por su artículo ¡Creemos espacios de resistencia!, en el que se manifestaron algunas opiniones extraídas de los debates de ese encuentro, sobre la concreción de la política cultural y, en particular, acerca de la programación de las Casas de la Música, los Centros Culturales de ARTex y otros espacios responsabilizados con la oferta cultural y la formación de valores y gustos estéticos en nuestros públicos.

En el Consejo Nacional Ampliado de la AHS, el miembro del Buró Político del Partido Esteban Lazo Hernández, quien presidió la jornada final, expresó: «varios compañeros nos hemos referido a la madurez que se ha reflejado en este Consejo (…), una madurez que es fruto de los 26 años de la Asociación Hermanos Saíz. Es decir, de la madurez que se ha ido adquiriendo, de la responsabilidad con que se ha obrado, del compromiso; y también es fruto de conocer qué es lo que les toca hacer en cada uno de los momentos».  Y no podía ser de otro modo, los jóvenes escritores y artistas participamos activamente en los debates de la cultura y hemos estimulado la confrontación y el intercambio desde la organización, abordando temas que incluso pudieran pensarse ajenos a nuestra competencia, y que hemos defendido y asumido con la convicción de que es necesario no permanecer impasibles ante ningún tema relacionado con la cultura, el arte y los artistas en interacción con la sociedad.

Comprometidos con lo que ha sido una línea de trabajo de la AHS nos sentimos obligados a fijar una postura de principios frente a algunos planteamientos de la respuesta de la Egrem y ARTex, que reflejan, a nuestro juicio, una interpretación errática de nuestra política cultural.

No es casual que, dentro de los objetivos de trabajo del Partido aprobados en su Primera Conferencia Nacional, el número 58 insista en la necesidad de consolidar esa política «con la participación activa de los intelectuales, artistas e instituciones culturales en un clima de unidad y libertad». Atendiendo a esta plataforma, consideramos que cualquier opinión que intente descalificar o desconocer, a partir de una actitud defensiva, los criterios de los creadores, nos debilita  frente a los tremendos desafíos que tenemos por delante y pone en peligro la unidad, que constituye el núcleo de nuestra resistencia.

Otro objetivo de la Conferencia, el 59, enfatiza la necesidad de excluir «enfoques mercantilistas u otros de diferente naturaleza que distorsionen la política cultural». Nos preocupa que esas distorsiones estén, de algún modo, detrás de los planteos justificativos de la respuesta de los directivos referidos. Si bien es absolutamente cierto que pesa sobre el sistema empresarial de la cultura la tarea inmensa de gestionar gran parte de los recursos financieros que sustentan la actividad cultural del país, esto no puede, de ninguna manera, servir de argumento para desoír la crítica, máxime cuando esta es expresada responsablemente y desde adentro.

Tal como reconoce el informe discutido en nuestro Consejo, publicado en este propio diario el pasado 19 de octubre, «cuando el país, como resultado de un amplio y democrático debate popular, bajo la guía del Partido lleva a cabo el proceso de actualización de su modelo económico, que necesariamente trae consigo sustanciales cambios en la economía y en otros ámbitos de la vida nacional, toca a los escritores y artistas velar por que se mantengan las conquistas de la política cultural, exigir a las instituciones del sector mayor eficacia en el cumplimiento de sus misiones, e impedir distorsiones que pudieran resultar de una mirada estrechamente economicista». Desatender la opinión de los creadores en virtud de logros alcanzados, denota una actitud esquiva y triunfalista que se distancia del vínculo trasparente que como organización hemos sostenido con el Ministerio de Cultura y sus instituciones.

Muy lejos estaríamos de haber alcanzado una mirada objetiva e integradora de la complejidad de los procesos culturales si estos quedan reducidos a escuetas cifras, imposibilitadas de reflejar su dimensión cualitativa. Alarma constatar cómo frías estadísticas sirven de justificación para una perspectiva tan limitada de la cultura, e incluso para proyectar supuestas metas que no hacen sino revelar una concepción esquemática y homogeneizadora del consumo cultural. Resulta desconcertante la tabla que acompaña la respuesta de los directivos, con el pretendido propósito de mostrar los resultados del llamado «Nuevo Modelo de Programación en los Centros Culturales de la Egrem». Apelar a un recurso como este, evidencia desconocimiento de la naturaleza de los nexos que se establecen entre el creador, la obra, la especificidad de los contextos y los diferentes públicos.

Frente a un nuevo escenario en el que tienden a multiplicarse los espacios del sector no estatal que acompañan sus servicios con productos, fundamentalmente musicales y audiovisuales, las instituciones de la cultura, y entre ellas las empresas, están llamadas a ser verdaderos modelos de promoción de las mejores expresiones de la creación artística cubana y universal, sin populismos y sin hacer ningún tipo de concesiones en la calidad de su propuesta. Únicamente así se conseguirá incidir con eficacia en la formación del gusto de los diferentes segmentos de público.

Con gran lucidez, uno de nuestros mayores intelectuales, el escritor Ambrosio Fornet, a quien estuvo dedicada la Feria Internacional del Libro de este año, alertaba: «a nosotros nos toca encontrar la respuesta sin abjurar de nuestro sentido de la justicia y sin olvidar que aun a la pregunta más difícil se le puede dar una respuesta fácil —dictada por la ignorancia o la rutina—, así que no conviene descartar sin más la posibilidad de que, con el paso del tiempo, a alguien se le ocurra la idea de aplicar, en nuestro medio, el principio de la rentabilidad económica que debe regir en otros campos (…). Nos preocupa, en fin, que los reajustes socioeconómicos, los guiños del mercado y el curso inexorable del tiempo puedan disolver o reducir al mínimo el proceso de afirmación de la identidad —o, si lo prefieren, de descolonización cultural— que caracterizó en el pasado nuestras búsquedas».

Pareciera que los autores de la respuesta de la Egrem y ARTex, no comprendieron que cuando en nuestro Consejo se discutía sobre la urgencia de consolidar y continuar creando espacios de resistencia, nos referíamos sobre todo a una cuestión de contenido y calidad. De lo que se trata es de que estos se constituyan en verdaderas alternativas a los modelos estandarizados de consumo cultural que de manera creciente han ido proliferando también entre nosotros. No se puede ser ingenuo, nada de lo que hagamos debe ser visto al margen de nuestra batalla ideológica contra el modo de vida consumista del capitalismo. Pensar que la solución pasa solo por el desarrollo de infraestructuras, significa una peligrosa simplificación de las misiones del sistema institucional de nuestra cultura. La lógica de la ganancia a toda costa y la instrumentación de enfoques complacientes y populistas, son, sencillamente, inaceptables.

En su intercambio con los participantes en el Consejo Nacional, el ministro de Cultura Rafael Bernal insistía en la necesidad de mantenernos unidos y en permanente diálogo crítico: «los análisis y los debates de este encuentro nos abren nuevos horizontes de trabajo —nos decía—  aquí se han expresado temas en los que hemos tenido debilidades. Hay lagunas en las que tenemos que trabajar para encontrar soluciones (…). Ustedes, junto a la Uneac, son nuestra vanguardia, y por eso tienen que estar delante de nosotros, y alertarnos, llamarnos la atención, y requerirnos, y estimularnos. Las instituciones y los creadores tenemos que trabajar de conjunto». Es en el espíritu de esas palabras que reconocemos los cauces para la participación en la práctica cotidiana de nuestra política cultural, aquella, de inspiración martiana, trazada por Fidel, a partir de su diálogo con los intelectuales, en junio de 1961. Cuando hemos convocado a nuestro Segundo Congreso, esa, y ninguna otra, es la postura  que defendemos.

Dirección Nacional de la Asociación Hermanos Saíz

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