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Cuando se desvanece el espejismo sobre el rock

Se acaban de cumplir 15 años del Festival Ciudad Metal, que al pasar el tiempo se ha convertido en uno de los sucesos trascendentes de la cultura

Autor:

Nelson García Santos

SANTA CLARA, Villa Clara.— La gente sorprendida observaba a los roqueros que arribaron a esta ciudad, muchos vestidos de negro, de manera extravagante, con sus tatuajes a flor de piel, sus melenas y la mochila al hombro; en fin, con toda esa simbología que los identifica. Venían rebosantes de ilusiones para participar en la inauguración del primer festival de rock Ciudad Metal. Corría el año 1997.

Aquel día los acordes musicales fuertes y las voces ensordecedoras de los cantantes se llevaron a bolina la tranquilidad de la urbe que, al amanecer, vio perpleja a una legión de jóvenes, llegados de todas partes, acostados en el césped y bajo los árboles del parque o en los portales.

Se acaban de cumplir 15 años de aquel acontecimiento que, más allá de la música en sí misma, asumió el reto, nada fácil, de abrirles un espacio a las bandas y sus seguidores.

Los prejuicios que había sobre este género eran muchos y hubo incluso que hablar con la gente para explicarles que su apreciación estaba equivocada. Entre aquellos muchachas y muchachos se encontraban estudiantes y trabajadores.

Quince años después hay tres cuestiones que precisan diáfanamente el significado de este festival, según el criterio de integrantes de las bandas y sus seguidores.

Lo primero que reconocen es el apoyo de la Asociación Hermanos Saíz, organizadora del festival, que ha mantenido su continuidad, independientemente de una mayor o menor bonanza económica.

Sobre el particular, Isaily Pérez González, presidenta de la organización en Villa Clara, recuerda que fue posible por el apoyo del Partido, unido también al aporte del Centro de la Música, el Consejo de las Artes Escénicas y el Sectorial de Cultura.

Subrayó que en segundo lugar el festival ha permitido encauzar el movimiento de nuestro rock que posee su propio perfil, asumido como una manifestación pertinente y significativa.

Para Douglas Pérez González, director de la banda villaclareña Azotobacter, también el evento ha ayudado a popularizar aun más esa música y, sobre todo, a legitimarla como expresión cultural tan valedera como las otras.

«A todo esto contribuyó que en esta ciudad hay un alto nivel cultural y, en particular, sobre ese género. Además, las personas son más abiertas, por decirlo de alguna manera, lo cual propició que al final su gente, en sentido general, terminara acogiéndonos», enfatizó.

Y, precisamente, este constituye el tercer aporte del festival que si bien en un primer momento tuvo más de un detractor, al paso del tiempo se insertó armónicamente en el panorama cultural de la ciudad.

En opinión de Racial Morales, baterista del grupo Resistenzia, también contribuyó este evento, uno de los más antiguos y prestigiosos del país, a la proliferación de bandas, a su promoción y desarrollo.

Con él coincide Maikel Ramos, bajista del grupo Gatillo, quien agrega que a ese género lo distingue, además, esa relación peculiar que se establece entre músicos y espectadores. Y estos resultan fieles hasta la médula al rock, lo disfrutan a plenitud y, por lo general, son jóvenes tranquilos.

Lo excepcional también está en que no hay presentación de ninguna manifestación artística aquí que concite esa afluencia de público, la cual se mantiene, con lluvias o sin estas, durante los días que dure el espectáculo que constituye ya un orgullo de la ciudad.

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