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Samuráis para volver a vivir

Como parte del programa del 34 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, se exhiben siete películas de samuráis dirigidas por el cineasta japonés Kenji Misumi y realizadas entre los años 1959 y 1967

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

La noticia me lanzó de un tirón, y lleno de felicidad, a mi infancia. De repente me vi abrigado por un silencio casi sepulcral y una oscuridad cerrada que solo eran quebrantados por el brillo y el ruido que producía la katana (espada samurái) guiada por la firme mano de Zatoichi, al penetrar sin miramiento a sus enemigos.

Eran los años 70 del pasado siglo —parece que fue ayer—, cuando la Sala 1 del tunero cine Luanda parecía que iba a estallar de tantos seguidores que tenían por estas tierras las películas japonesas enmarcadas en el popular género conocido como chambara, denominación que sustituyó al anterior término de  ken-geki, con el que se designaba el cine de espadas, donde clasificaban títulos como Los siete samuráis y Yojimbo, de Akira Kurosawa; y otros al estilo de Rebelión y Harakiri, de Kobayashi, filmes que le aseguraron a la cinematografía nipona una recepción masiva y un rotundo éxito internacional, desde la década del 50.

Pues bien, en medio del 34 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, y desde el pasado día 4, el cine Riviera, de la capital (al que se unirá desde este sábado la sala 2 del Multicine Infanta), exhibe siete películas de samuráis dirigidas por el cineasta japonés Kenji Misumi y realizadas entre los años 1959 y 1967 del pasado siglo. Y esta vuelta al cine del país asiático a nuestras salas se está produciendo gracias a la colaboración de la Fundación Japón y la Embajada del Japón en Cuba, con la Casa del Festival.

De manera que es una magnífica oportunidad para despertar nostalgias y reencontrarnos con un personaje que caló tan profundo en el gusto de la gente como Zatoichi, errante y sin amo que, confiado en la rapidez de su katana, iba de pueblo en pueblo haciendo justicia y desenredando entuertos, para luego desparecer misteriosamente, como mismo había aparecido. Y ello sin que su ceguera fuera un impedimento.

De manos del cineasta Kenji Misumi (1921-1975) apareció en la gran pantalla este personaje, que siguió la línea que comenzó Sazen Tango, el primer samurái discapacitado. Ocurrió en 1960 después que este director realizara una versión de la novela El desfiladero del gran Buda (Daibosatsu toge), y eligiera al actor y kendoca Shintaro Katsu para que siempre lo interpretara.

Y justamente podremos ver a Shintaro Katsu por estos días, como parte del homenaje que el Festival rinde a Misumi, ejemplar representante del drama de época japonés, como también se le conoce. Mas recordaremos su destacado quehacer en otra vertiente: los filmes de terror, por medio del largometraje Cuento de fantasmas, pionero de este género en Japón (10 en el Riviera, y 14, en el Infanta).

Si bien solo dos presentaciones restan por exhibirse en el céntrico cine del Proyecto 23: En el camino siempre (8) y Río de lágrimas (9), ambos, Cuento de fantasmas y otros cuatro títulos se podrán apreciar también en la sala 2 del Multicine Infanta. Nos referimos a Zatoichi, el espadachín ciego (8), ¡Pelea, Zatoichi, pelea! (9), La espada (10) e Hijo del destino (11).

La entrada a ambos cines es totalmente gratuita, de modo que la invitación está hecha para que aquellos que están convencidos de que recordar es volver a vivir; y para quienes no lo conocen una excelente oportunidad para adentrarse en un tipo de película que de seguro los va a sorprender.

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