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Sintiendo símbolos, Martí

La exposición Martí, ese misterio que nos acompaña ilustra y enfoca otros cauces por los que llega a nosotros ese hombre inmenso que fue el Apóstol

Autor:

Toni Piñera

En el tiempo, cada generación ha dejado en sus imágenes martianas la impronta precisa de la cultura dominante, el signo del estadio filosófico correspondiente, sus propias mitologías, enseñándonos, a su vez, la significación histórica en ese entonces asignada a los héroes nacionales.

No deja entonces de ser un desafío, la responsabilidad de asumir estéticamente la figura y la memoria de un hombre cuya imagen se asocia siempre a las dimensiones humanas. Es que el Apóstol es un ejemplo supremo que ilustra, a nivel individual o de pueblos, la necesidad de lo sagrado… José Martí, se torna, desde luego, una entidad no solo objetiva y simbólica, sino, además, estética.

Ahora, en ocasión del aniversario 160 de su natalicio, diversas exposiciones han nacido por La Habana, su ciudad. Entre ellas, hay una que ilustra y enfoca otros cauces por los que llega a nosotros ese hombre inmenso, más allá de su iconografía conocida. Se trata de Martí, ese misterio que nos acompaña, abierta en la Casa Oswaldo Guayasamín (Obrapía no. 111, La Habana Vieja), cuya convocatoria y proyecto es de Roberto Chile y Gabriel Navarrete, bajo los auspicios de la Oficina del Historiador, la Asociación Cultura y Cooperación Internacional, la Sociedad Cultural José Martí, y Alas con puntas.

Baste apreciar la imagen que nos da a conocer la muestra en el catálogo, para sentir algo diferente al contacto con ella… El grillete que utilizó en prisión, siendo muy joven, es traducido por el pulso artístico de Ernesto Rancaño, quien lo coloca en lo alto del espacio en blanco de la superficie, armando la frente —sabia y profunda de Martí—, en la pieza Culto y libre. De la mano del minimalismo entrega al Héroe con su carga y su experiencia, tejiendo un símbolo de fuerza, coraje y abnegación. Pero, sobre todo, con una armadura de hierro en su frente, defendiendo las ideas y pensamientos que siempre miraron hacia la Patria indoblegable como el material que lo dibuja.

De esos «misterios», que son al mismo tiempo símbolos, sueños y realidades de una alta personalidad cubana e internacional, de ideas y hechos en un hombre grande, hablan los 16 artistas presentes en la exposición que los organizadores regalan para que veamos otras aristas, arte mediante, del Maestro en este siglo XXI cubano.

Por el recorrido, las más diversas materias y técnicas se cruzan ante nuestras retinas y nuestra mente, para experimentar un regocijo inmenso ante cada obra que nos lo trae en distintas dimensiones, como estremeciendo el alma en este tiempo para recordarlo desde los adentros.

Unos se acercan desde los sentimientos más profundos y arman la pieza con elementos sencillos (muñequería en tela), en una tierna escultura blanda de Lisandra Ramírez que recuerda La Edad de Oro (como obra y tiempo) para expresar su amor por los niños; mientras la mujer está construida en los trazos de Liang Domínguez en La musa (como expresión de creatividad y sentimiento hacia ellas), o ese honor de honrar a los héroes que siempre lo acompañó en vida que yace en el busto de Antonio Espinosa tatuado con su alma natural.

Está el ancho azul que siempre fue obstáculo/frontera para alcanzar la Patria en la lejanía, en la serena foto de Alex Castro; o esas tejas que un huracán se llevó de las casas de la Isla de la Juventud (donde permaneció en prisión), con las que Kcho «dibuja» su rostro enfocando la presencia del Apóstol en cada momento que late y vive su pueblo.

De manera especial llega al espectador el videoarte titulado Radical forever, del joven Daniel Chile. Persiguiendo un frondoso monte con la cámara se escuchan sonidos: de grilletes, de un pico estremeciendo las rocas, una pluma escribiendo, y el tic-tac del reloj en el tiempo…, donde muestra una intensa capacidad de síntesis y poesía.

Kamyl Bullaudy, Mabel Poblet, Leticia Sánchez, Sándor González, Verónica Guerra, Luidmila López, Douglas Pérez y Gabriel Sánchez, siguen caminos personales en cada trabajo, y suman experimentación, originalidad, respeto… Ellos, más que construir, sienten los símbolos y los cuajan de emoción y carga estética, dándole lugar, como pieza, en la genuina historia del arte.

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