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Matices melódicos y vida común

Claroscuro, el concierto que motivó el disco homónimo del joven pianista Alejandro Falcón, demostró recientemente que la música navega bajo el signo personal de cada cual

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

Las influencias del creador son inmensas y gravitan en esa necesidad de componer, de comunicar. Es todo un mito que se desarrolla en la intensidad de una partitura, como ese acto necesario de mostrar al auditorio que la música navega bajo el signo personal de cada cual, sobre su propia visión de la cotidianidad.

Eso nos dejó Claroscuro, el concierto que motivó el disco homónimo —facturado por Producciones Colibrí— del joven pianista Alejandro Falcón, y que recientemente nos propuso en la sala-teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.

Fueron nueve piezas extensas, aunque sin dejarnos exhaustos. Todo lo contrario. Estuvieron matizadas por la visión del jazz de Falcón y toda esa aureola creativa suya para hurgar en la música nacional y latinoamericana.

«Traté de reflejar el mestizaje en las teclas del piano, los contrastes que hay en el arte, en los colores, también los que tienen que ver con la nacionalidad cubana y las diferentes razas, pues somos una mezcla», confesó, minutos después de su actuación, a Juventud Rebelde.

Alejandro escogió para su ópera prima discográfica seis obras personales, signadas por un profundo conocimiento de la música cubana, muy presente en él, y que cultivara con creces en su estancia en la orquesta Otra Visión, que lidera Orlando Valle «Maraca».

Así desarrolló Danzoneando entre puentes, un exquisito danzón que adereza con el son y en el que invitó a ese sonero raigal que es Mayito Rivera, para que con su voz hiciera las delicias de la improvisación.

Es en Caribeña donde Falcón exhibió esa conexión con las corrientes melódicas de la región, sobre todo de ese Caribe anglófono. De ahí que en sus pasajes, la pieza nos recuerde el sonido de las steel band de Trinidad y Tobago.

Callejones de húmedos recuerdos nos atrae por su impactante sensibilidad y ternura, mientras la obra que da título al fonograma y al concierto exactamente indica los contrastes que el autor deseó acentuar y que van desde «ese mestizaje, esa transculturación que ha habido en Cuba con la música», hasta las influencias que el jazz más actual ha dejado en él.

Tres clásicos del repertorio nacional se dibujaron esa noche como visiones personales de Falcón. Las alturas de Simpson, ese danzón de Miguel Failde que marcara en 1879 una etapa importante en cuanto a estilos musicales en la Isla, tuvo en la versión de Alejandro una buena dosis del tango bonaerense complementada con la auténtica sonoridad criolla.

A su vez, la Longina que Manuel Corona nos legara y que se erige como un símbolo de la música tradicional, tuvo en Bellas Artes ese sabor a jazz en la melodía y con una presencia acertada del saxofón, instrumento en el que vimos a César López. Para la interpretación del texto Falcón invitó a los cantantes Waldo Mendoza y Luna Manzanares, quienes nos regalaron un especial momento. Alejandro señaló que aquellos que escuchen este tema en el CD, disfrutarán de un singular dúo entre Omara Portuondo y Mendoza.

Y entre las versiones, el pianista homenajeó a un grande del instrumento en nuestro país: Ernesto Lecuona, de quien tocó La malagueña. Sobresalen en la pieza el trompetista Reynaldo Melián (Molote), que detalló con sus ejecuciones esa esencia española de la obra, al tiempo que el joven saxofonista Michel Herrera nos dejó una de sus mejores intervenciones de la noche.

Para despedirse, Alejandro sintetizó en Monk en Pueblo Nuevo la influencia que le ha causado el pianista Thelonious Monk en el plano profesional y técnico, con esa pegajosa rumba que le legara el barrio habanero donde naciera.

Con una banda de lujo e integrada por los talentosos Ruly Herrera en la batería, Aniel Someillán en el bajo y Adel González en las congas, Alejandro Falcón recorrió sus propios senderos creativos para con ellos enseñarnos su visión de la cubanía; una manera de hacer que aupó desde su etapa de formación en el Instituto Superior de Arte —en el que se graduó de composición y piano—, y que vemos en su notable carrera artística.

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