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Cuando la magia hace los sueños realidad (+Video)

El singular proyecto Meñiques de la magia tiene como propósito fundamental descubrir a niños y adolescentes el fascinante mundo de la reina de las artes

Autor:

Lourdes M. Benítez Cereijo

Siempre que se habla de magia, la mayoría de las personas piensan en simples ardides, unos más elaborados que otros. Al escuchar de la existencia del proyecto para niños y adolescentes Meñiques de la magia —que tiene su sede en el teatro Apolo, en el capitalino municipio de 10 de Octubre— confieso que imaginé un grupo de muchachos con el síndrome de Harry Potter jugando a ser magos.

Pero la realidad me demostró que la magia verdaderamente existe: pude ver cómo un teatro casi en ruinas fue rescatado para ser convertido en escuela y escenario de pequeños aprendices de mago; y admiré encantada a unos chicos que se transformaban, en un abrir y cerrar de ojos, en artistas con pleno dominio de sus habilidades.

Meñiques de la magia, creado hace dos años por el Mago Gardini (Belarmino Domínguez) y en coordinación con la Casa de Cultura de 10 de Octubre, tiene como propósito fundamental mostrarle a niños y adolescentes el fascinante mundo de la reina de las artes, en un medio donde el envejecimiento del gremio, el intrusismo profesional, la disolución de compañías y la decreciente captación para la formación de magos hacen que la especialidad quede cada vez más alejada de aquellos que desean dedicarse a ella.

Los pinos nuevos

«Nuestro interés es asegurar la continuidad y preparar el relevo de las viejas generaciones», subrayó a Juventud Rebelde el Mago Gardini, quien además es director de la compañía profesional Sueños mágicos.

Al llamado inicial se presentaron aproximadamente 200 interesados. «Luego realizamos una selección, porque el mago debe tener determinadas características como buenas manos, adecuada proyección escénica, facilidades histriónicas...

«Las captaciones las hicimos a partir de los diez años, pues cuando son muy pequeños las condiciones físicas y mentales no son las óptimas. A edades más tempranas los chicos vienen a descubrir el truco, y nosotros no mostramos artimañas, sino arte», precisó el mago, que atesora una trayectoria de casi 40 años de experiencia y es miembro del Comité de expertos del Circo Nacional de Cuba.

Actualmente, el proyecto está conformado por cerca de 30 niños y adolescentes. «Los que se mantienen de aquella matrícula inicial y los que se han sumado de otras convocatorias posteriores constituyen un orgullo verdadero, como decimos popularmente: están “escapa’os”».

Una hermandad

Según comentó el artista, a medida que el proyecto fue creciendo, personas de otras provincias se mostraron interesadas. «Si bien los magos constituimos un gremio reducido, eso no quiere decir que deba ser siempre así, pues hay muchos que desean aprender este arte.

«De Cienfuegos, Guantánamo, Isla de la Juventud, Matanzas y Camagüey llegaron muchos padres al teatro, y todos con la misma preocupación: “¡Mago, por favor ayúdeme, mi hijo quiere estudiar magia y no sé qué hacer!”. Incluso tenemos el caso de una familia de Holguín que permutó para que su niño pudiera integrarse al proyecto».

Lo más importante de Meñiques de la magia radica no solo en su significación social y cultural, sino en toda la maravilla que se ha gestado a su alrededor, y que se refleja en la integración entre los padres y para con la compañía.

Los talleres se imparten los sábados. En esos encuentros los aprendices reciben lecciones de cartomagia y manipulación, de voz y dicción —con el profesor y destacado locutor Orestes Martell—; y actuación —con el maestro Carlos Sánchez, director del grupo de pantomima Yagruma—, entre otras.

«El taller dura tres años. En segundo los muchachos comienzan a actuar en el escenario, mientras que en tercero profundizamos en la técnica e inicia la labor con los grandes aparatos. En enero próximo tendremos la primera graduación».

Al inicio, confiesa el profe Gardini —como le dicen sus bisoños—, tuvieron algunos inconvenientes, porque lo más esencial que un mago debe hacer, además de ilusionar al público y conocer el código de ética, es cuidar el secreto de la magia. «No había experiencia, pero ellos mismos comenzaron a percatarse del respeto que se debe profesar hacia este arte. Hoy es algo muy cerrado, como una hermandad».

Convertidos en gigantes

La única niña maga del proyecto —lleva un año y medio allí— se llama Dayani Rodríguez Ávila y tiene 13 años. Dejó a esta redactora sorprendida cuando «hizo aparecer» un conejo en una pequeña cajita. Para ella formar parte del grupo es una experiencia que la hace sentir especial. «Desde los tres años la magia me cautivó y supe que eso era lo que quería, hasta que encontré este proyecto. El primer día que salí al escenario estaba muy nerviosa, pero lo fundamental es que sentí felicidad. Esta ha sido la oportunidad de cumplir parte de mi sueño».

Asimismo, en los Meñiques se preparan como asistentes de mago 15 muchachas, que forman parte de otro taller que se creó con este propósito. «Ese rol es medular porque deben dominar los secretos, para así ayudar al mago, asistirlo y complementarlo», aseguró el director.

Madelay Serrano y Susana Marrero, de 11 y 12 años, respectivamente, representan a las chicas que se forman como asistentes. Madelay —la más pequeñita físicamente del grupo— se muestra satisfecha pues «puedo regalar alegría al público, al menos por un rato, y ellos me aplauden». Su aspiración es practicar la magia.

Por su parte, Susana se siente atraída por la labor del mago y satisfecha por los conocimientos adquiridos. «Lo que mis profesores me han enseñado me ayuda a ser mejor, disciplinada y capaz, para desempeñarme en las artes, que es lo que quiero para el futuro».

La maestra de las niñas, Neimenis Rodríguez —más conocida como la Maga Nely— entró en la compañía con 16 años y ahora tiene 24. Pasó por diversas variedades circenses hasta que se quedó en esa especialidad. «Me regocijo cuando veo a las muchachas en escena, prosperando cada día. Trabajar con niños constituye una exigencia constante. Debes saber encontrar la motivación cuando el cansancio es muy fuerte. Las chicas incluso tienen un lema: Si asistentes queremos ser, con esfuerzo y empeño lograremos vencer».

Reinier Yoel, de diez años; Jorge Lorenzo Rondón, tres años mayor; y Erick Díaz, de 15, refieren que lo más impresionante es actuar en el escenario. Ellos coinciden en que los profesores son muy exigentes, pero aseguran que es beneficioso porque les brinda seguridad y los obliga a esforzarse. El proyecto ocupa un lugar esencial es sus vidas. Al decir de Erick, han aprendido no solo magia, sino una forma de vivir y comportarse.

Premio del jurado en un festival que se desarrolla en Cabaiguán, Sancti Spíritus, resultó ser Cris Santos, de 12 años. «Un día fui al teatro a ver la función y quedé sorprendido, poco tiempo después me apunté en el proyecto. Estoy aquí hace tres años. Practico mucho mis rutinas y si me pongo nervioso, el miedo desaparece al momento de actuar».

Eduardo Fernández, de 16 años, lleva dos y medio de ellos dedicados a la labor en los Meñiques. También fue laureado en un evento de variedades circenses. «Estudio mucho porque para formar parte de este proyecto debemos tener buenos resultados en la escuela. Me preparo todo el día porque vivo para la magia. En mi casa practico mis rutinas hasta el cansancio». Afirma que en el futuro le gustaría sumarse a la compañía Sueños mágicos.

Otros de esos jóvenes artistas como el Mago Lúas, de 22 años; y el Mago Alberto, de 18, indicaron que lo relevante es demostrarle al espectador que lo imposible se puede hacer posible.

Familia de hechiceros

En representación de las madres de los Meñiques de la magia, Josefina Trelles asevera que ellas se han transformado en magas también, pues con frecuencia se complican intentando lograr que sus hijos combinen tiempo de magia y estudio. «Son muchos sacrificios. Se trata de llevar la casa, las tareas habituales, el trabajo..., y los niños demandan más atención porque se pasan el día: “Mami, escoge una carta; ¿mami, lo hice bien?, ¿mami, cómo me salió?”.

No obstante, este proyecto los ha beneficiado mucho. Han ampliado sus horizontes, los ha ayudado a desarrollar habilidades e interactuar con otras personas. «Cuando mi hijo conoció de las aventuras de Harry Potter —recuerda—, su meta fue irse también a la escuela de Hogwarts, hasta que supo de esta oportunidad y logró su deseo».

El proyecto Meñiques de la magia fusiona ilusiones y empeño, felicidad y dedicación. Ellos no necesitan de polvos maravillosos, hechizos, sortilegios o varitas encantadas para hacer que los anhelos se hagan realidad. Razón tenía el poeta cuando dijo que no hacen falta alas para hacer un sueño.

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