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David Velásquez, la nariz del hombre

Una muestra de este joven artista de la plástica se encuentra expuesta en la galería Servando Cabrera, de la capital, bajo el nombre Todos somos culpables

Autor:

Toni Piñera

En este «cuento» pictórico-objetual, Pinocho y su nariz serían lo externo, la punta visible del inmenso iceberg de algo que vive con el ser humano, con todos los hombres que habitamos sobre la Tierra, desde sus primeros días: la mentira.

Concepto/realidad que se mueve desde hace algún tiempo en la obra creativa del conocido artista cubano David Velázquez (La Habana, 1976), cuyo quehacer sigue la ruta de su familia, y en particular de su padre, el destacado maestro ceramista, pintor y dibujante Fernando Velázquez Vigil, de quien es un deudor nato.

El pasado año, David regaló al espectador de la Isla una singular muestra titulada Migraciones de sueños, expuesta como parte de la 11na. Bienal de La Habana, en una alejada sala del Complejo Morro-Cabaña. Algunas de aquellas piezas y muchas otras nuevas, participan ahora de la que nos convoca: Todos somos culpables, abierta en la Galería Servando Cabrera (calle 23 y 10, Vedado, y perteneciente a la Empresa Génesis), para que el gran público pueda  acceder y conocer esta arista de su labor artística.

Rodeados de pinturas, dibujos y objetos escultóricos en los que intervienen la madera, el acero y la cerámica, la brújula del espectador lo llevará a reconocer el cuento del italiano Carlo Collodi (Las aventuras de Pinocho) pues, David, tal como el carpintero Geppetto, encontró al famoso personaje, y especialmente su nariz, para reflexionar y hacernos pensar acerca de la mentira.

Observando las piezas, el propio David Velázquez —graduado de Licenciatura en Estudios Socioculturales, Universidad de La Habana y de la Escuela Nacional de Artesanía—, actúa como coprotagonista. Su silueta, marcada en los lienzos a través de las sombras proyectadas por la luz y delineadas con un pincel, y su rostro, grabado en una mascarilla que luego vistió de barro, constituyen la prueba fehaciente de que él también ha mentido, alguna vez… Partiendo de la primera persona, se comienza a «conjugar» esta especie de juego a vernos allí todos reflejados: tú, él, nosotros, vosotros y ellos. La suerte está echada. Con tintes de humor (a veces marcado con letras en frases del habla cotidiana), y armado con una línea sencilla, porque como él mismo ha expresado que solo quiere pintar «la idea y la esencia de la mentira», para no distraer la atención y tampoco asombrar a nadie con el color y el dibujo, se mueven sus coordenadas artísticas y conceptuales por sobre las creaciones donde se entremezclan fantasías, sueños y realidades.

Otros códigos se barajan en los trabajos, ya sea formando parte de la obra o componiéndola en su mismo formato: las puertas y ventanas (que también tienen historias vividas), porque además de subrayar y acentuar partes de su discurso de manera visual/escultórica/palpable, ¿cuántas mentiras no esconden detrás de ellas?, ¿a cuántas verdades no cierran el paso o no dejan ver?, amén que resultan símbolos de migraciones (de entradas y salidas)…

Con inteligencia, tino, espontaneidad y sinceridad conforma su obra donde emerge asimismo cierto aliento «ingenuo» que traspasa o violenta las barreras entre lo culto y lo popular, para exponer realidades y pensamientos que se mueven en la calle y en los libros. Con sus pictografías llevadas a las telas u otras superficies, a veces escribe y otras pinta (con colores siempre cercanos a los tierra, y también con letras) verdades del común pensar: «Que lance la primera piedra quien nunca ha mentido». «Nadie tiene la verdad absoluta». «No sabemos dónde empieza la mentira y dónde termina la verdad». «Hay mentiras piadosas». «No digas mentiras que te crece la nariz». Esta última florece en varias de sus piezas porque las narices se estiran hacia distintos planos. David hace preguntas, da respuestas, rompe el concepto de la mentira de Pinocho, enfoca realidades: las polémicas de la juventud actual, la incertidumbre del ser humano en todo el mundo, por el futuro…, y tantas otras.

El arte, no caben dudas, es el aspecto de la creatividad humana que más interés provoca, que más polémica desata, que más conmueve. Es, al mismo tiempo, real y ficticio, racional y paradójico; pero es también el más espontáneo, enriquecedor y estimulante de los actos generados por el impulso creador del hombre. Y nos enfrenta, además, con realidades inéditas que, tal vez, son más contundentes que aquellas que saturan nuestra cotidianidad. El arte instaura otra realidad que el artista crea a partir de sus experiencias, visiones y pasiones.

David Velázquez pone en manos del espectador claves, llaves, ideas… de ese «universo real» que nos rodea. Él nos propone pensar en «la verdad de las mentiras», vistas estas últimas como ficciones/realidades que nos abruman, envuelven y nos estremecen.

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