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Por amor a Martí

Pablo Milanés interpretó el jueves versos del Maestro y fue acompañado en una pieza por Leo Brouwer, quien hacía 30 años que no tocaba la guitarra en público

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

Pablo Milanés le hizo una solicitud al maestro Leo Brouwer, imposible de declinar. Se trataba de acompañarlo en la interpretación de los versos escritos por un hombre inmenso, al que ambos rendirían tributo en una noche mágica, como fue la del jueves último en la sala Avellaneda del Teatro Nacional.

Brouwer tocó allí su versión de Si ves un monte de espuma con «tres dedos». Lo confesó minutos después del concierto en homenaje a José Martí, que ofreció junto a Milanés y a un grupo de artistas. Hizo la excepción ya que «Pablo me lo pidió; si no, no hubiera tocado. Porque me gusta tocar perfecto», dijo el guitarrista y, a ciencia cierta, su ejecución fue impecable.

Habían pasado alrededor de tres décadas desde que Brouwer dejó de tocar en público, sin embargo siempre ha estado presente en los escenarios, tanto en la dirección de una orquesta como con sus exquisitas y vanguardistas piezas.

Justo al final de esa velada —titulada Amor de ciudad grande— y como regalo al numeroso público congregado en el Nacional, el binomio Brouwer-Milanés extasió a todos con esos versos martianos. Para Pablo devino rencuentro con el repertorio de su disco Versos sencillos, editado en 1973. En él, como en el Teatro Nacional, el autor de Yolanda y El breve espacio en que no estás, nos puso en sintonía con la poética del Maestro, llena de amor por la Isla.

Casi una decena de versos se «convirtieron» en canciones a través de la voz melodiosa de Pablo —que esta vez se escuchaba un tanto agripada, pero ciertamente notamos al cantautor muy recuperado de la pancreatitis leve que, según la página web del artista, lo llevó a suspender, a finales de septiembre, uno de sus conciertos en Argentina, país donde se encontraba promoviendo su último fonograma Renacimiento.

Vimos al trovador desbordado en Mi verso es como un puñal, Yo soy un hombre sincero, El enemigo brutal, El príncipe enano y Vierte corazón tu pena, entre otros. En ellos fue seguido al piano por Miguel Núñez —quien corrio con la mayoría de las orquestaciones escuchadas esa noche—, en las tumbadoras por Edgar Martínez, en el bajo por Sergio F. Raveiro, y por las cuerdas del cuarteto Presto.

Amor de ciudad grande trajo otras novedades a la escena. Dos obras de Brouwer resultaron la introducción perfecta a la actuación de Milanés. Ambas piezas, inspiradas en el más universal de los cubanos, fueron concebidas por su autor gracias a su profundo estudio del pensamiento martiano.

«Una la escribí hace mucho tiempo y la otra es más reciente, porque mientras más madure, más difícil me es tratar a Martí. Mientras más años tengo, más miedo le tengo a componer, porque sé más y tengo todos los clichés del mundo», reveló Leo.

Es el amor quien ve, fechada en 1972, está hecha para un ensamble de flauta, violín, cello, piano, guitarra, vibráfono y voz. En esta ocasión fue defendida por la soprano brasileña Adelia Issa, así como por los instrumentistas Edelton Gloeden (Brasil), Silfredo Pérez (Venezuela), Reynier Guerrero (Cuba-Francia), Alejandro Martínez, Niurka González y María del Henar Navarro. Todos bajo la dirección de Leo Brouwer.

Las Elegías martianas (2009) llevaron el sello del dúo Ondina —compuesto por la flautista Niurka González y la pianista María del Henar Navarro—; y el inicio de cada uno de sus movimientos tuvo un agradable antecedente: la lectura por Niurka de los versos del Maestro que precisamente inspiraron la pieza.

Mucho más breve que el resto de los conciertos ofrecidos por el V Festival Leo Brouwer de Música de Cámara —menos de hora y media de espectáculo—, Amor de ciudad grande se apropió de la obra poética del Apóstol para devolvérnosla desde la sensibilidad de las notas musicales concebidas por un autor esencial en nuestro pentagrama; pero también desde la mirada interpretativa de un cantor imprescindible y del virtuosismo de un grupo de instrumentistas.

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