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¿La vida en 3D?

Cines en tercera dimensión se instalan en algunas salas caseras de proyección aun sin que sus propietarios tengan licencia específica para la actividad. El fenómeno abre el debate sobre el vínculo entre adelanto tecnológico, política cultural y desarrollo del cine nacional

Autores:

José Luis Estrada Betancourt
Susana Gómes Bugallo
Yuniel Labacena Romero
Iramsy Peraza
Yuneimys Silva
Yodeni Masó
Rosalí Ferrer
Dat Pham

La tecnología cada vez quiere naturalizarse más. El espacio entre realidad y creación se reduce. El cine ha dejado atrás el largo por ancho para parecerse al ojo humano. La tercera dimensión (3D) llegó al mundo y ahora camina sigilosamente entre las calles cubanas, sobre todo en las provincias de La Habana, Artemisa y Mayabeque.

Hasta hace poco la experiencia de usar las «gafas especiales» para acercarse a la magia de una sala oscura era imposible en nuestro país, donde filmes famosos por su formato 3D como Avatar, Las aventuras de Tintín y The Hobbit se exhibieron en los cines sin el añadido de esa tecnología tan sorprendente.

Conversaciones con asiduos a los sitios en que se proyecta el cine en 3D, recorridos por algunos de ellos y carteles que anuncian su existencia en varios lugares públicos, demuestran que, de la mano del trabajo por cuenta propia, estas proyecciones han llegado al país hace varios meses. Discreta y no tan discretamente parecen aumentar los cubanos que se dedican a la creación de novedosas y pequeñas salas para la exhibición de este tipo de películas, aun sin una licencia específica para ello.

Este equipo de reporteros confirmó que muchos de los locales se han improvisado en viviendas, garajes o terrazas particulares reacomodadas para este fin, que cuentan con climatización, pantallas y proyectores de alta definición, y sillas, sofás o lunetas, según el espacio y la capacidad monetaria o la inventiva de cada propietario.

Entre la extensa lista de títulos prevalecen las películas de entretenimiento, terror, infantiles o aventuras, casi siempre de factura norteamericana. Muchas salas funcionan por reservación previa y el usuario tiene la posibilidad de escoger el filme que verá. Cuentan con varias tandas programadas durante todo el día.

Los precios oscilan entre uno y cuatro CUC, en dependencia de las ofertas gastronómicas incluidas, como rositas de maíz, panes y refrescos, la exclusividad del sitio y la competencia con otras salas. También existen casos en los que la tarifa asciende debido al confort.

Mónica Pérez, adolescente de 16 años, quien ha visitado en varias ocasiones un recinto de este tipo, afirmó que desde el primer día la pasó «de lo mejor» y añadió que «en muchas oportunidades es preciso reservar con anticipación por la poca capacidad que tienen y la aceptación conseguida.

«Algo que me impacta es lo novedoso de la tecnología que se utiliza: pantallas grandes, gafas y los personajes que “llegan” a donde uno está. Nos dan la posibilidad de escoger hasta la película cuando reservamos para grupos y, además, tienen ofertas gastronómicas».

Yoel, quien vive en Alamar y tiene su cine 3D, comentó que es un servicio pequeño que ha obtenido buen resultado, aunque hay días mejores que otros. «Los niños y jóvenes son los que más nos visitan.  Es una posibilidad recreativa para todos los gustos en este barrio».

Acerca del modo en que dio forma a su instalación y el tipo de licencia que posee para garantizar su legalidad, explicó: «Independicé la sala de la casa y la acondicioné con un televisor de 47 pulgadas, un reproductor de sonido y video, y 20 asientos.

«Compro las películas a personas que las ofertan. Los precios dependen del refrigerio que incluya. La licencia la obtuve como operador de equipos de recreación infantil».

Omar Everleny también ha usado este servicio. «Son cines privados, no tienen otro nombre. En el mundo ya no existen salas como las de nuestro país, con enormes capacidades de butacas. Entre las opciones que ofrecen está el envío de la programación por Internet. También existen ofertas en las que rebajan el precio si asistes con un grupo», contó.

Según explicó el propietario de CinemaReal (otro de los cines que visitamos), también abrió su sala al adquirir una licencia en la que aparece como operador de equipos de recreación infantil. «La tecnología usada no se vende en Cuba. Entonces los cuentapropistas la adquieren a través de amigos o familiares que la compran en el exterior por un valor de alrededor de 3 000 CUC todo el paquete (incluye proyector, televisor y gafas).

«La sala cuenta con climatización, un proyector de 200 pulgadas con tecnología pasiva (la pantalla optimiza el efecto 3D y los lentes polarizados filtran las imágenes) y las gafas —que pueden costar hasta 35 USD cada una—. Tenemos también sonido 5.1, lo que proporciona un ambiente envolvente», dijo.

Además, CinemaReal cuenta con servicio de videojuegos. La tarifa de este entretenimiento es de tres CUC cada hora, con capacidad para cuatro personas. Igualmente adelantaron que pronto crearán la modalidad de membresía, que incluye tarjeta de descuento para los clientes habituales.

La sala El pirata está anexa a un bar. Aunque las características del sitio son similares a las ya referidas, la historia para acceder a él es completamente «diferente» a las anteriores.

La licencia es de un bar-cafetería y el capitán explicó que quien asiste a consumir puede disponer del cine 3D sin pagar costo adicional. Sin embargo, en la publicidad están explícitos los costos de la entrada a la sala solo para disfrutar de las proyecciones. ¿Cuál es la realidad?

En un local arrendado a la biblioteca Enrique José Varona, en el municipio capitalino de Marianao, decenas de espectadores se aglomeran en la puerta de un sitio que desarrolla varias iniciativas. Además de poseer una enorme pantalla de 220 pulgadas y capacidad para 109 espectadores, sus promotores realizan un concurso de talento para hallar jóvenes con capacidad para bailar, cantar o contar chistes.

Ocasionalmente se presentan distinguidos humoristas junto a la experiencia de visualizar en 3D, cuya programación es consultada con la Dirección Municipal de Cultura para que no se proyecten filmes que no estén acordes con la política cultural del país.

Lo que dice el ICAIC

Aun cuando las posibilidades de asistir al cine de las tres dimensiones parecen limitarse a las que ofrecen los cuentapropistas, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) ya ha traído el 3D a sus salas.

Furia de Titanes (2010), del director francés Louis Leterrier, fue la primera exhibición en un espacio público de un filme 3D en cines cubanos, en ocasión del XIX Taller de la Crítica Cinematográfica, celebrado en Camagüey durante marzo de este año.

Solo 20 espectadores por turno (debido a la restricción de capacidades que impone la tecnología necesaria para su proyección), pudieron estrenarse ante la magia renovada del celuloide en sus tres dimensiones.

En un televisor de 55 pulgadas fue proyectada la cinta que, según el sitio del periódico camagüeyano Adelante, contó con gran aceptación y afluencia de público, conformado por invitados de La Habana y otras provincias que fueron a conocer la primicia a Camagüey.

La XII Muestra Joven del Icaic, en su edición de 2013, fue otro momento en que los asistentes conocieron esta tecnología. Las presentaciones ocurrieron en el segundo piso del Icaic y se mantuvieron luego durante mayo, con el fin de aportar financiamiento a la Muestra.

Aunque recesaron en junio en espera de la dispensa del Ministerio de Cultura para cobrar la entrada a más de los dos CUP establecidos, ya en julio recomenzaron con precio de 25 CUP. Cada fin de semana ofrecen hasta tres tandas. Existen 45 capacidades disponibles y la posibilidad de reservar el asiento.

Yumey Besú, productor de la Muestra Joven, ahondó en la experiencia: «Para empezar las proyecciones recuperamos la sala. Se acondicionó con lunetas, alfombra y proyectores como los que pueden usarse en el hogar (3,5 metros de largo y 1,5 de ancho). La estrenamos en abril durante la Muestra y ofrecimos dos películas por día.

«No está arquitectónicamente diseñada para estas proyecciones, porque la pantalla queda a una distancia de tres metros de la primera luneta. Por tanto, el efecto se logra, pero no con la calidad de las salas del Primer Mundo», argumentó.

Roberto Smith, presidente del Icaic, refirió que dicha institución se encuentra en un proceso de reestructuración y que esto significa un cambio del cine cubano como fenómeno de la cultura, aunque sabemos que desborda al Icaic.

«Los cuentapropistas pueden distribuir los filmes como vendedores de discos, legalmente reconocidos, aunque realizan una actividad ilegal, pues no pagan nada a sus productores por las copias piratas.

«El cambio del Icaic incluye transformaciones como la venta de películas y, como nueva modalidad, la exhibición de 3D. Es necesario actualizar la producción, distribución y exhibición del cine cubano, el funcionamiento de las salas, y ver qué nuevos aspectos deben ser reconocidos legalmente y cuáles no.

«La proyección de 3D por cuenta propia es un proceso en el que aún no hay nada definido y, por tanto, esa actividad no es legal, pero tampoco se toman medidas contra las personas que lo patrocinan. Todo debe estar regido por el principio de la política cultural».

¿3d en las grandes salas?

En reciente conferencia de prensa, Marta Elena Feitó Cabrera, viceministra primera de Trabajo y Seguridad Social, explicó que no existe una actividad entre las autorizadas para ejercer el trabajo por cuenta propia que contemple la proyección de películas, sean en 3D o en otro formato.

«En los años 90 se restringió este tipo de actividad por las implicaciones que en ese momento tenían para la seguridad del país, y por la posible proyección de materiales pornográficos, entre otros.

«Estudios arrojan que este tipo de actividad es muy puntual en determinados territorios. En el mundo existen experiencias de cómo regularlas, que incluyen hasta la posibilidad de descargar las películas de algún servidor.

«Continuamos realizando estudios para promover la gestión de políticas con respecto a esta actividad, lo que se implementará en el futuro», apuntó.

Roberto Smith, por otro lado, relató también que con la fundación del Instituto se creó una cartelera que enriquecía el intelecto del espectador buscando una transformación espiritual en el gusto y la sensibilidad hacia varias culturas. Existía entonces una variedad, heterogeneidad y equilibrio en la programación, que hacía del cine un elemento enriquecedor, además del entretenimiento.

«La política cultural enfrenta al mercado que exhibe películas que solo reportan intereses económicos. Este fenómeno mundial lo reproducen las salas 3D, donde mayormente se proyecta cine norteamericano, que no es malo pero aporta muy poco culturalmente. No significa censura a esa cinematografía, porque los cubanos tienen acceso a ella a través de la televisión y los cines. Lo que incluye es el rechazo al cine racista, discriminador o pornográfico.

«El Icaic defiende al cine como valor y expresión cultural que no puede arruinarse con la política de mercado, modus operandi de estas salas por cuenta propia. Sin ser categórico, diría que no creo que pueda existir un reconocimiento legal a una actividad que viole la política cultural de la Revolución, lo que no quiere decir que no pueda haber formas de producción no estatal relacionadas con la exhibición de cine.

«Si en un futuro existieran salas de proyección operadas por mecanismos no estatales que ayudaran a lograr más eficiencia, la programación aun seguiría siendo cuestión del Icaic, por la importancia de cumplir con la política cultural trazada», expresó.

Sobre la posibilidad de tener 3D en los cines estatales, Smith argumentó que los equipos diseñados para proyectarlo tienen precios muy altos y nuestras salas de cine, por su amplitud, requieren equipos de más calidad y volumen que los caseros. Entonces la inversión es grande y precisa de tiempo y recursos.

Benigno Iglesias, vicepresidente del Icaic, reconoció que recientemente se hicieron demostraciones de una empresa española en una sala cubana y, aunque se concluyó que dichos gastos no pueden afrontarse ahora en gran escala, continúan las conversaciones para habilitar al menos dos locales pequeños.

Añadió que luego de acomodar la Sala Charlot, en el cine Chaplin, puede que se sume alguna en el cine Infanta, ambas en la capital, en dependencia del equipo que se adquiera, y afirmó que la calidad buscada por el Icaic es superior a la que hoy prolifera ilimitadamente en las salas montadas por cuentapropistas, las cuales no son más que simulaciones de la tecnología original.

«Todavía no tenemos la oferta más indicada ni el financiamiento para ello», reconoció, por su parte, Roberto Smith. «Pero existe una deuda con el espectador cubano que siente el derecho de ver cine 3D».

Y como hacia ese futuro se camina, la producción cinematográfica cubana en 3D ya da sus primeros pasos con la creación de Meñique, primer largometraje en tres dimensiones. La iniciativa pone al universo de los animados cubanos al nivel de los del llamado Primer Mundo, algo que era ya imprescindible y necesario como parte del rescate de un arte donde el país tiene una larga historia.

Lo que ponen en mi cine

Cada día los cubanos visitan menos el cine. Pero no es un fenómeno único de nuestra geografía. La comodidad de los hogares atrapa a más personas en el mundo y la posibilidad de tener «cine en casa» pone cerrojos a la puerta si la salida tiene como destino una sala de cine público.

En Cuba unen también al «imán» del sillón hogareño las más de 4 000 películas anuales que transmiten los cinco canales nacionales. Diariamente la cifra roza las 12 propuestas entre el abanico de géneros y la gama de horarios que permiten escoger y adaptarse, según la situación personal.

A esto se suman, como declara Benigno Iglesias, otras circunstancias que condicionan la asistencia del público: la situación económica, los problemas con el transporte y las condiciones de las salas cinematográficas, que muchas veces no son las mejores y carecen de comodidad en los asientos o presentan problemas con la climatización.

Aun cuando llegan a ser casi 40 veces mayores al costo de una tanda en un cine del circuito estatal, es asombrosa la constancia de los clientes que colman las capacidades de las salas caseras de 3D, que se convierten en una opción tentadora para aquellos que ansían elegir sus horarios, las películas que disfrutarán y sentirse en las mejores condiciones con una «atención placentera».

¿Qué tiene de malo el 3d?

Muchas de las preocupaciones que trae consigo el cine en tercera dimensión están relacionadas con el sacrificio de la calidad artística en favor de la espectacularidad de la forma. La mayoría de las películas con esta tecnología privilegian las escenas grandiosas y efectistas, donde prima el asombro antes del razonamiento y se abunda más en los temas aventureros y de acción que en los dramas que realzan guión e historia.

Sobre estos asuntos Pedro Noa, crítico de cine y profesor de la Universidad de La Habana, comentó a JR que la producción y exhibición de películas hechas en tercera dimensión no es algo nuevo en la historia del cine.

Según el especialista, el invento surgió a mediados de la década de los 50 del pasado siglo, como una de las respuestas del séptimo arte al auge amenazador de la televisión. Aun cuando tuvo que renunciarse a él por su excesivo costo, hoy este cine ha pasado de innovación tecnológica a cotidianidad.

Pedro Noa explicó que su evolución implica a la televisión, al punto de transformarse en una nueva posibilidad doméstica de disfrutar programas, películas o series, mediante el efecto estereoscópico, sin salir de casa.

Opinó que la «democratización» de las tecnologías digitales, y en especial las de tercera dimensión con alcance hogareño, están provocando un efecto muy interesante en las audiencias cubanas, cuyo porcentaje de asistencia a las salas tradicionales está deprimido.

Apuntó que a este desgano de los espectadores ha contribuido, en primer lugar, una inadecuada política de estreno que no puede contra la piratería y los corsarios cuentapropistas, vendedores de todo tipo de audiovisual, contra quienes no existe una legislación que proteja, mínimamente, la exclusividad de un título en manos del único distribuidor autorizado en Cuba: el Icaic.

«La televisión también cuenta en la inasistencia a las salas públicas, porque exhibe cintas antes o simultáneamente que estas. Y más allá se encuentra el deterioro y la menor disponibilidad de cines. Esto incluye no solo las condiciones materiales del inmueble, sino también su razón de ser: la visualización de los filmes», alegó.

Noa reconoció la proliferación de las salas 3D como empresas personales que se arriesgan en este proyecto de inversión y ofrecen otras comodidades al público, que las recibe bien, a pesar de los precios de cine subsidiado que ofrece el país como uno de los logros de la política cultural cubana.

Y entonces llegan las preocupaciones mayores: «¿Triunfará definitivamente el gusto masivo por una filmografía etiquetada principalmente en Hollywood, acompañada por productos televisivos que entronizan la banalidad y el entretenimiento más ramplón? ¿Podrá disfrutar alguna vez el espectador medio cubano de una proyección fílmica con todas las ventajas técnicas que ha logrado esa industria, sentado en la sala de un cine?», se cuestionó finalmente Pedro Noa.

Una cuestión cultural

Fernando Rojas, viceministro de Cultura, declaró sobre este tema que los principios de la política cultural de la Revolución Cubana que rigen las instituciones culturales son los mismos que existen para vendedores de CD-DVD, propietarios de paladares que contratan o invitan a artistas para que actúen en sus establecimientos, para quienes hacen películas, y para los cuentapropistas en general.

Comentó que dicha política debe ser cumplida sin excepciones, porque es para todos: para el vecino del barrio que pone música en su casa, para el que «quema» discos..., independientemente de que ahora sea mayor el acceso a las nuevas tecnologías (porque alguien las compró, se las regalaron o las adquirió ilegalmente) y, por tanto, superiores las posibilidades de que se pueda concebir un «producto cultural» desde los hogares, aunque resaltó que la realidad ha demostrado que pocas veces consiguen esa categoría.

El Viceministro de Cultura consideró que, como algunos están conectados a la tecnología y al mercado, se está dando este fenómeno de la exhibición en 3D, aunque no es algo que se haya generalizado como la venta de CD-DVD, por ejemplo, que se manifiesta de modo más masivo.

«¿Qué hacer entonces: prohibir o regular? Creo que se trata de regular, a partir de una premisa fundamental: el cumplimiento por todos y todas de lo que establece la política cultural.

«Lo que sí llama la atención es que, como regla, posee un pésimo gusto una parte considerable de las personas que cuentan con bastantes recursos financieros y por ende, con los medios para las exhibiciones en 3D —con las cuales ganan más dinero—, a pesar de que no existe la figura legal que los ampare para poderlo hacer», opinó.

Rojas argumentó que el Ministerio de Cultura está trabajando en esas regulaciones, porque tiene el convencimiento de que cuando realicen ese ejercicio, saldrá a la luz que en esas decenas de espacios que hay en el país —mayoritariamente en la capital— se promueve mucha frivolidad, mediocridad, seudocultura y banalidad, lo que se contrapone a una política que exige que lo que prime en el consumo cultural de los cubanos sea únicamente la calidad.

«No obstante, nuestro interés no es limitar estas ofertas, sino lograr que se promuevan, repito, productos culturales de mayor calidad», concluyó.

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