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Un Suriname diverso desembarca en la Isla

La nación sudamericana puede ser arca que resguarda lenguas y culturas, ante la oleada enajenante de la globalización neoliberal. Parte de su riqueza llega a la Fiesta del Fuego, que culmina este miércoles

Autores:

Yelanys Hernández Fusté
Odalis Riquenes Cutiño
Eduardo Pinto Sánchez

SANTIAGO DE CUBA.— Haría bien el mundo en abrazar los motivos emancipadores con que Suriname proyecta su futuro, potenciando la fortaleza de su diversidad cultural y la coexistencia pacífica de varias civilizaciones.

Es un ánimo centenario que la desidia colonial y los egoísmos humanos le negaron a este pedazo prodigioso de la América del Sur.

Cuando sus fértiles tierras eran disputadas entre arahuacos, caribes y warrau, llegaron los europeos en busca del «lago de oro de Parima» en algún Año del Señor del siglo XVII. Fue así, como franceses, españoles, ingleses, portugueses, italianos y holandeses se lanzaron a su conquista en un pulso que ganaron los de la tierra del tulipán.

Tras la eliminación de la esclavitud en las colonias neerlandesas sobrevinieron grandes olas migratorias del continente asiático, sobre todo de hindúes y javaneses, hecho que matizó la composición actual de la población surinamesa. Allí conviven descendientes de cimarrones, amerindios, hindúes, javaneses, chinos, criollos, judíos, libaneses, brasileños y europeos, entre otros.

Las seis comunidades cimarronas (llamadas Maroons): Saamacca, Mtawai, Paamaka, Aluku, Kwinti y Aucaner han sentado cátedra de sobrevivencia y dignidad. Hoy son de los pueblos más admirables de Suriname al sobrepasar siglos de opresión, condiciones inhóspitas y divisiones culturales para recomenzar la sociedad que les había sido negada.

Es el único país del continente que asume el holandés como idioma oficial, aunque pugna con el sranang tongo, una mezcla de español, inglés, portugués, dialectos africanos y otras lenguas.

Esa compleja estructura étnica, cultural y lingüística ha dificultado el surgimiento de una conciencia nacional que, al decir del veterano diplomático surinamés Harvey Harold Naarendorp, «sirvió a los colonizadores para ahogar los reiterados proyectos de nación».

Durante su conferencia introductoria del coloquio El Caribe que nos une de la Fiesta del Fuego, Naarendorp insistió en la importancia de rescatar la historia preeuropea de su país pues, «ante todo, debemos comenzar a reescribir nuestra historia —que no comenzó con el viaje de Cristóbal Colón, sino que se basa en la riqueza de los pueblos que vinieron de todas partes del mundo—, y en nuestra propia emancipación y redención».

Naarendorp basa su afirmación en un aspecto histórico de Suriname que no existió en la mayoría de las naciones caribeñas: la colaboración entre los esclavos africanos furtivos y los indígenas, lo que propició el surgimiento de una cultura afroindígena que sobrevivió sin la experiencia europea.

Desde su independencia, alcanzada el 25 de noviembre de 1975, Suriname vio su historia política signada por conflictos internos y reiterados golpes de estado atizados por las apetencias imperiales y de las transnacionales, aspectos que han dificultado el desarrollo nacional y la inserción como país independiente en el escenario internacional.

Al respecto, Harvey Harold Naarendorp sostiene que los desafíos que encara su nación, abocados a la paz y el desarrollo, requieren de una juventud correctamente formada para que encare el futuro con una comprensión de su historia y de respeto hacia el pasado. Estas nuevas generaciones deben ser dotadas de herramientas para su propio crecimiento y el establecimiento de nuevos lazos con el mundo.

«En segundo lugar, debemos aceptar el desafío de la creación de una nación y la integración regional como una sola tarea indivisible. Esto es fundamental para nuestra supervivencia y es el único tributo adecuado a la luchas de nuestros antecesores y el único regalo que le podemos dar a nuestros nietos», afirmó.

En la fiesta del fuego

Resaltan los organizadores de esta edición 34 de la Fiesta del Fuego que la multiplicidad de manifestaciones culturales traída por la delegación de Suriname ha colmado los anhelos fundacionales del evento. Tal certidumbre fue corroborada gracias a la aceptación popular percibida durante el Desfile de la Serpiente cuando los sudamericanos recorrieron la santiaguera Calle Aguilera, desde Plaza de Marte hasta el Parque Céspedes.

Tampoco escatimaron los surinameses en traer hasta la galería de Arte Universal una muestra de lo mejor de sus artes visuales en las últimas décadas; las cuales han alcanzado mayor repercusión en el mundo con la creación de la Federación de Artistas Visuales de Suriname (FVAS).

Las comidas típicas también se saborean en el Centro Recreativo Orestes Acosta, residencia de los surinameses por estos días en la Ciudad Heroína. Hay que destacar que ellas representan la diversidad étnica de ese país. Igualmente se exhiben allí alimentos esenciales como el arroz, distintas variedades de refrescos y productos lácteos.

Trajes representativos de colores intensos y música que mira a su diverso folclor, se entremezclan en ese genuino paisaje surinamés apreciado en Santiago de Cuba.

«Hemos traído un mapa interesante a los cubanos», dijo a nuestro diario Stanley Sidoel, director de Cultura de Suriname. Tras confesar que en su tierra era muy bien recibida la salsa cubana, nos ofreció la mejor manera de comprender un país especial: «Nuestra cultura es la llave para entender a Suriname». Y así lo hemos visto.

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