Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

«Clónenlo», por favor, si pueden

De rotunda pudiera catalogarse la calidad de las obras que estuvieron en cartelera durante el evento

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

CAMAGÜEY.— Debería «clonarse» el 15 Festival Nacional de Teatro y hacer que se contagie por doquier, a ver si se «pega» la rotunda calidad de las obras que estuvieron en cartelera durante poco más de una semana, en salas, parques y plazas de esta ciudad. Porque la triste realidad es que no resulta alentador el panorama que presenta el teatro que se realiza en Cuba en los últimos tiempos. Después de una responsable curaduría, este mismo evento solo consigue convocar cada dos años a unos pocos colectivos que, por suerte, siguen sacando la cara por una manifestación que atrapa a un público muy entendido en eso de saber cuándo se halla ante una verdadera obra de arte.

Más que satisfecho por la magnífica muestra que acogió esta tierra bautizada hace 500 años, me puse a pensar en lo anterior a partir de leer el artículo recogido en el libro acabado de presentar Volvernos teatro. Memorias de un festival, donde Mercedes Borges Bartutis compila textos inspirados por la pasada cita, y en el que aparecen hasta artículos de Juventud Rebelde. En Tercer bojeo a la Isla de Cuba. ¿Dónde se lava nuestra ropa sucia?, Yudd Favier, licencianda en Arte Teatral en el perfil de Teatrología, daba a conocer un diagnóstico desalentador del teatro para niños, aquejado por penas que, lamentablemente, también ensombrecen el dirigido a los adultos.

Más diagnósticos, pero la vida sigue igual: problemas en la dramaturgia de los espectáculos, en los diseños, en la exigencia profesional, con el hecho de que los repertorios siguen retomando una y otra vez las mismas historias de hace 30, 40 y hasta 50 años; empirismo mantenido y falta de superación...

Los problemas se acrecientan, según la asesora del Consejo Nacional de la Artes Escénicas, cuando la crítica especializada se hace de la vista gorda con «espectáculos endebles o agrupaciones que llevan años sin producir al menos una obra sobre la cual reflexionar» y silencia lo que «le ha permitido sobrevivir a más del 70 por ciento de los grupos con la misma tranquilidad profesional que los que trabajan arduamente, se superan y llevan el teatro adelante».

De seguro grande ha de ser la lista de aquellos que para «salvarse» se escudan en la real escasez de recursos, aunque ni siquiera se sonrojen cuando conozcan que un espectáculo de primera como Gris, de Teatro Tuyo, se produjo con apenas 500 pesos. Entonces me pongo a imaginar cuánto bien le haría a la gente y a nuestra cultura que proyectos como el tunero y los elegidos para este 15 Festival pudieran ser más favorecidos en lo económico y estar en cada rincón del país.

Sería, incluso, una mejor manera de recordar a Tula, si se pudiera presentar por todas partes la contemporánea versión de El millonario y la maleta con que Teatro del Viento y Freddy Núñez Estenoz, director artístico del evento, dejaron inaugurada la edición, en la que también se preparó el enjundioso coloquio La Avellaneda, de vuelta a su reino (lógico, si detrás están los doctores Luis Álvarez Álvarez y Olga García Yero), y se presentó la visión de Reinaldo Echemendía Estrada de la novela Sab (Ballet Folclórico de Camagüey).

Tan distante en el tiempo, El millonario y la maleta, no obstante, consiguió dialogar con un auditorio que se conectó enseguida gracias a que Núñez Estenoz echó mano a sus enormes sensibilidad y talento para contemporaneizar esta comedia de enredos, que agradece la adaptación de Norge Espinosa y el vestuario de Nieves Laferté.

Sin duda, El millonario y la maleta estuvo entre las piezas más aclamadas por un público que se inclinó ante la probada vis cómica y el dominio escénico de Anier Amaro. Junto a él destacaron Sissi Delgado (Policarpa), Marian Royan (Mónica) y Arbel Molina (criado), quien no necesitó emitir palabras para ganar simpatías.

Fíchenla, si pueden constituyó otra de las piezas que maravilló a una platea que rió, deliró y no dejó libre ni el más mínimo espacio de la sala Tassende, atraída por la probada calidad de Argos Teatro, que jamás la ha dejado indiferente.

Como de costumbre, Carlos Celdrán contextualizó la tantas veces llevada a la escena La puta respetuosa, de Jean Paul Sartre, para enfrentar a los espectadores a una realidad muy cercana. Son conflictos relacionados con la doble moral, el abuso de poder, la hipocresía, el racismo... que sacuden y duelen; y son «traducidos», gracias a las soberbias actuaciones, en sentimientos cruzados, pasiones, miedos, manipulaciones... Impecables Alexander Díaz (Fredy) y José Luis Hidalgo (diputado), quien refuerza su alta clase como actor en cada salida. Bueno, y lo de Yuliet Cruz (Lizi) es algo casi sobrenatural. Es tan orgánica y creíble que solo inspira profunda admiración.

Por partida doble clasificó Rubén Darío con su Teatro de las Estaciones: por un lado Burundanga, su regreso el teatro de títeres para adultos tras El guiñol de los Matamoros y La virgencita de bronce; y por el otro la fabulosa Alicia en busca del conejo blanco.

La invitación que le pudiera haber hecho Celia Cruz a Lola Flores para que juntas interpretaran Burundanga, en Nueva York, sirvió de pretexto para que Luis Enrique Valdés Duarte concibiera un texto en clave de comedia, en el cual la Reina y la Faraona despiertan nostalgias y regalan sin miramientos música, carisma, originalidad y excentricidad.

Burundanga refleja asimismo la forma como este colectivo se ha apoderado de las más variadas técnicas de animación, el marotte; los títeres planos, de varillas, guante, teatro de papel..., para, junto a la actuación en vivo, entregarnos un espectáculo que es puro goce, también por los increíbles diseños de muñecos y vestuario de Zenén Calero, cuya genialidad se advierte, tanto o más, en Alicia en busca del conejo blanco.

Inspirada en la obra de Lewis Carroll, Alicia... es todavía un espectáculo más ambicioso, donde se aprecia hasta qué punto Darío Salazar y su tropa pueden convertir en posible lo que a cualquiera pudiera suponer irrealizable. Es por ello que, manteniéndose bien cubanos, se han ubicado en la vanguardia del teatro para niños en el mundo, por hallar la técnica que mejor se aviene a cada momento de la historia que defienden; por encontrar las más inteligentes y provocativas soluciones dramatúrgicas, por saber emocionar, por deslumbrarnos con poesía y belleza...

También hay muchísima belleza en La muchachita del mar, protagonizada por Mariana, la sirena que descubre que jamás poseerá un alma inmortal y se convertirá en espuma de mar. Su autor es Christian Medina, de Teatro de Títeres Retablos, capaz de asumir, cual insustituible juglar, los diseños, animación, dirección...; hombre orquesta que conduce una hermosa sinfonía plena de color.

Aunque si de color se trata, habría que hablar de Los pintores, del Frente Infantil de Teatro Escambray, quienes se aparecieron para volvernos a contar las aventuras de Los tres pichones, de Onelio Jorge Cardoso; historia engrandecida por la sagacidad de Teresa Denisse Fundora y Maikel Valdés Leiva, quien responde por la puesta y la dirección artística. Ellos, para sorprendernos, se adueñaron del universo de la pintura para dejar boquiabiertos a todos. De él tomaron un caballete y lo transformaron en funcional retablo, como mismo crearon tres imaginativas brochas-aves, un pájaro carpintero-lata, un barco-paleta... y ofrecieron una propuesta singular.

Muy imaginativo, por su diseño escénico y visual, es En busca de una antigua ilusión, que llegó desde Pinar del Río en altísimos zancos para sorprender en las plazas. Con una versión del Galápagos, de Salvador Lemis (Ulises Cala), Luis Manuel Valdés Llauger se apareció con Tecma (Teatro Callejero Medioambiental) para desmentir a aquellos que afirman que los niños de hoy solo se deslumbran con los videojuegos y las nuevas tecnologías. Al menos a los despiertísimos de Camagüey les encantó hacer de tren, camión, barco y, por petición de Gali (el propio Valdés Llauger) hasta pintar en las aceras un pedazo de cielo, una gota de rocío y una flor inmortal para poder curar al ya viejo galápago (Alejandro García Valdés) que se ha enfermado por la contaminación de su hábitat.

Para admirar en una exposición son los vestuarios confeccionados con materiales reciclados, aunque, sinceramente, lucen más atractivos si se llevan con el donaire de Iracema Simón Falcón (Meretriz), Yuniel Corrales Díaz (Papagayo), Lídice Páez Murguía (Estrella de mar) y Yohan Alejandro Ulloa Ortega (Cocodrilo), por mencionar algunos de los integrantes de este colectivo que pertenece a la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Al igual que En busca..., otros espectáculos representaron con mucha dignidad a la AHS. Ese fue el caso de Aleja a tus hijos del alcohol, de José Ramón Hernández, ya reseñado en JR, que puso en «crisis» la sala Espacio Interior. Y es que el público no quería perderse este provocativo encuentro con la subcultura urbana. Hilde Gorpe y Rosalía Roque dejan la piel en este proyecto que parte de la escritura de Rogelio Orizondo y fuera merecedor de la Beca de Creación Milanés (2012).

También Semen trajo el aval del Premio Calendario otorgado por la Asociación, y es que Pedro Franco y El Portazo eligieron el texto vencedor en 2011, de Yunior García Aguilera. Hay en este montaje (cierra la trilogía que completan Por gusto y Antígona) un rejuego con el cine. De hecho, la escenografía es un set donde los personajes hablan de la familia y conflictos entre generaciones.

Así con Semen, Burundanga... finalizó el 15 Festival Nacional de Teatro que hasta se dio el lujo de ofrecer un adelanto del concierto que el venidero 13 de diciembre ofrecerán David Blanco y su grupo en el Karl Marx. Si nos guiamos por la reacción de los agramontinos ante los temas que propondrá entonces en un DVD, al estilo de Como un avestruz, Lánzate, Tu recuerdo y Alucinado, dicha producción discográfica será un exitazo.

Dirigido artísticamente por René de la Cruz, este «superensayo» en Camagüey se engrandeció con el diseño de luces de Manolo Garriga, quien —algunos pensarían— debió estar poseído por alguna divinidad para, con unos pocos focos, crear esa magia que reforzó el excelente trabajo musical del autor de Parar el tiempo y Miénteme. Tal vez lo que ocurrió esa noche en el Teatro Principal haya sido un momento único, irrepetible, aunque la huella de este superdotado, su impronta permanece firme en las puestas de Argos Teatro y, por supuesto, en Fíchenla, si pueden, una pieza que ojalá emocione más allá de Camagüey y La Habana. Suerte que también le deseo a lo mucho diverso y bueno que confirmó a este festival como un espacio de prestigio, y siempre milagroso.

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