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La búsqueda de Machuty

Graduado de la Escuela Provincial de Instructores de Arte Nicolás Guillén, en Camagüey, el joven artista de la plástica Iván Carbonell Guerra transmite, desde la enseñanza, su vocación por los pinceles

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— Iván Carbonell Guerra pertenece al grupo de personas con el nombre perdido. O algo extraviado, que no es lo mismo, pero casi es igual. Porque en verdad su identidad más común es Machuty. Él desconoce el origen del sobrenombre y quizá tampoco le interese saberlo. Simplemente lo aceptó como la extensión de un vínculo familiar, pues a su padre, Félix Carbonell Sánchez, también lo llaman de esa manera.

Esto no fue lo único, ya que como aficionado, al padre le gusta pintar. Y el hijo heredó el gusto por el dibujo, con la diferencia de que decidió dedicarse a la pintura. Graduado de la Escuela Provincial de Instructores de Arte Nicolás Guillén, en Camagüey, también se licenció en esa especialidad y hoy se desempeña como profesor de Artes Plásticas en la capital agramontina.

Con ese afán por los pinceles y la enseñanza, Machuty viajó hasta el Consejo Provincial de las Artes Plásticas de Ciego de Ávila en compañía de su madre, Inés Guerra Lombida, e intercambió con los niños del Taller Infantil de Dibujo, que coordina el profesor Plinio Rolando Sánchez. Ataviado con un delantal —donde se lee su sobrenombre— no solo dialogó con los jóvenes, sino que pintó un cuadro con uno de los temas más recurrentes de su obra, la naturaleza. En el dibujo, un colibrí y una palma real lo atestiguan.

«Dicen los mayores que si la montaña no viene, pues somos nosotros los que debemos acercarnos a ella, expresa Machuty. Por eso estamos aquí y realizamos acciones de este tipo, como pintar ante el público, integrarnos con grupos de niños o con personas de cualquier edad, a quienes les interese el arte. Tenemos que pintar más en espacios abiertos. A veces las obras están en las galerías, pero muy pocos van a verlas por muy diversos motivos».

El recurso no es nuevo, pero siempre tiene su efecto. En el bulevar de la calle Independencia, este joven, integrante de la Asociación Hermanos Saíz, pintó un cuadro durante más de una hora y media. Mientras lo hacía, numerosos avileños pasaban y, al menos, le echaban una ojeada al trabajo. Otros se detenían a curiosear y hasta un niño tuvo que ser controlado en su intento de pasar el dedo sobre la tempera.

«Me preguntan por qué un colibrí en el dibujo —explica Machuty—. Se debe a que es un ave bella, inquieta. Parece frágil, un animal muy vulnerable; pero cualquiera puede descubrir que detrás de esa fragilidad existe una persistencia, una inquietud. Y esa combinación de belleza con perseverancia, en mi opinión, produce  una valentía que se debe respetar.

«Debo hacer una confesión, advierte el artista. Yo me conecto mucho con el colibrí. Comparto su sentido de la persistencia y la inquietud. Todo el tiempo hago o busco algo».

De acuerdo con su historial, el trabajo de peso comenzó en 2006. A partir de ese año comenzaron sus exposiciones personales a un ritmo de una por año, sobre todo en la ciudad de Florida. También ha participado en el Proyecto Colectivo Síntesis con varios pintores jóvenes y figuras de la altura de Flora Fong y Agustín Bejarano.

No obstante, Machuty insiste en dos espacios que considera como muy particulares para su obra: la Bienal de Humorismo y su inclusión dentro del grupo de pintores-colaboradores de La neurona intranquila, programa de la Televisión Cubana. De la Bienal, dice, surgieron los primeros estímulos y respaldos. Con La neurona... tuvo la posibilidad de acercarse a personas muy talentosas y con una disposición constante a compartir ideas.

«La naturaleza, tengo que decirlo, es mi tema más recurrente. En este cuadro que acabo de pintar, el colibrí dialoga con la palma real. Ellos conversan, tienen una relación, algo armónico. Los objetos naturales me llaman la atención, por supuesto, por su belleza, el colorido. Es algo que me atrae. Pero detrás de esa atracción se encuentra también una búsqueda. ¿Cómo es posible que los seres naturales, las plantas, los animales, los insectos puedan vivir en armonía y, aunque tengan sus conflictos, sus luchas, no llegan a destruirse? Los humanos tenemos que aprender de eso. Vivimos en grupos, intercambiamos, decimos que somos seres pensantes, racionales; pero podemos llegar a destruir el espacio donde vivimos. Por eso es que muchas veces me vuelco en mis proyectos y cuadros hacia la naturaleza. En la búsqueda de respuestas que en otros lugares no encuentro», confiesa.

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