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Ojos sobre la ciudad

Cada generación hace su revolución, y la Asociación Hermanos Saíz ha sido parte de la nuestra, asegura el actor y director teatral Alcides Carlos González Díaz

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Ocurrió en el año 1994. Entonces «Tití», a quien pocos llaman Alcides Carlos González Díaz, como lo inscribieron sus padres, había finalizado el preuniversitario y le habían otorgado Construcción Civil, para que estudiara en la Universidad de Oriente. Pero esa alegría le duró poco. «Solo permanecí seis meses. Para ese momento ya estaba vinculado a diferentes colectivos de teatro de aficionados de la ciudad y no interesaba esa carrera, así que la dejé», confiesa a Juventud Rebelde este joven actor y director teatral santiaguero.

«Justo ese mismo año formamos en la Miguel Matamoros, la casa de cultura de Santiago de Cuba, un grupo que llamamos Horizontes, el cual se dedicaba a trabajar para los niños. Por ahí comencé, con la profesora Nely Rosales, quien hasta hace poco era la directora de Gestus Teatro.

«Después Jorge Antonio Jardines, director artístico de uno los grupos más emblemáticos de la provincia, Calibán Teatro, decidió armar su propio proyecto, La Guerrilla del Golem, gracias al cual pudimos integrarnos, en 1998, a la Asociación Hermanos Saíz (AHS), la primera en acogernos, en darnos abrigo y alimento espiritual. Por eso tengo tanto apego a esa organización, lo cual no tiene nada que ver con el hecho de que la haya dirigido en la provincia entre 2007 y 2013. De hecho, fue la AHS la que nos viabilizó la profesionalización con el Consejo Nacional de Artes Escénicas».

—¿De qué manera recayó en ti la dirección de La Guerrilla del Golem?

—Como ya te dije, Jorge Antonio Jardines fue el fundador de  La Guerrilla del Golem, que después dirigió Marcial Lorenzo Escudero, responsabilidad que un tiempo después yo asumí. Con este proyecto vino la superación, la academia con la Escuela Nacional de Arte (ENA) e incluso mi breve pero fructífero contacto con el Instituto Superior de Arte (ISA), que también tuve que dejar a un lado, debido a la lejanía. Yo era un muchachón entonces y no pude sostener esos viajes una semana al mes, pues me resultaba muy complicado. Hoy me arrepiento de no haberme esforzado aún más por evidente inmadurez. De todas maneras, la ENA fue fundamental en mi formación. Gracias a ella pude alcanzar el primer nivel en actuación, lo cual ha sido muy estimulante para mí.

—¿Cómo surgió Ojos Teatro?

Proyecto Ojos Teatro. Foto: FERVAL

—Por puro azar. Todos los años yo organizaba, mientras fui presidente de la filial de la AHS en Santiago de Cuba, un gran concierto con el apoyo de Cultura provincial y de diferentes instituciones del territorio, con los creadores jóvenes en el parque Céspedes, en saludo al triunfo de la Revolución. Pues bien, en el del 2008 se me ocurrió trabajar con estatuas vivientes por primera vez. Empezamos como un hobby, de vez en cuando nos reuníamos y preparábamos algunas intervenciones públicas, hasta que un día decidí crear el proyecto, que comenzaba a llamar mucho la atención en las calles de la ciudad.

«Ojos Teatro tiene una especie de magia. Allí donde se presente, encuentra el reconocimiento de las personas. Y eso no solo sucede en Santiago, sino en las diferentes provincias del país, porque hemos participado en diversos eventos en Holguín, Camagüey, Guantánamo, Granma, Las Tunas, La Habana...: desde las Romerías de Mayo y hasta la Bienal.

«Es un trabajo que disfruto sobremanera. Y es que La Guerrilla de Golem y Ojos Teatro me permiten enfrentar esta manifestación desde dos vertientes distintas: desde la sala y desde los espacios públicos, en plazas, calles, con intervenciones que consiguen sorprender al público, con propuestas que se aprovechan del arte corporal (body art), de elementos danzarios, partituras teatrales, de las artes visuales, la música...

«En realidad se trata de un grupo que ya tiene un camino recorrido. Está constituido por ocho muchachos muy jóvenes (Leonelis Garzón, Yeoseny Leliebre, Alicia Estrada, José Rigo Hernández, Orlando de Jesús Pérez, Alain Galí, Mario Quintana y Lemay González), quienes poseen unos deseos enormes de crecer como artistas, de “comerse” al mundo —la productora es Arletti Menéndez.

«Con las intervenciones públicas de Ojos Teatro queremos, en primera instancia, que la gente se detenga, y exclame: “¡Qué bien!”, “¡Me gusta!”, ni siquiera buscamos que se ponga a conceptualizar. Nos basta con que lleguen a su casa con los ojos colmados de cosas lindas, de gratos recuerdos, con un poquito de luz.

«Claro, Ojos Teatro exige mucha entrega porque no resulta para nada fácil cumplir con ese ambicioso fin, ni tampoco convertirse en una estatua viviente. Hay que ensayar seriamente. Es un trabajo que requiere, además de la investigación para la concepción de los personajes, mucha preparación física, ejercicios de relajación, de concentración, de respiración...».

—Ojos Teatro ha conseguido atraer no solo al público, sino también a importantes artistas...

—Ciertamente se nos han acercado no pocos artistas para trabajar con nosotros, sobre todo de las artes visuales. Mas, sin dudas, colaborar con Alberto Lescay, que es Maestro de Juventudes, distinción máxima que otorga la AHS, constituyó una escuela, una experiencia muy enriquecedora.

«Todo inició en Holguín, durante las Romerías de Mayo, cuyo Comité Organizador me había dado la responsabilidad de dirigir artísticamente el popular espacio nombrado Gabinete Caligari. Pues bien, en la edición de 2014, un año después, Lescay recibió la propuesta de que asumiera la exposición principal del evento Babel, dentro de las Romerías, y me invitó a que la produjera. Y no solo eso, sino que nos convidó a participar con Ojos Teatro (llevamos un espectáculo que nombramos Invasión) en Somos, una propuesta artística realmente impresionante. Fue fenomenal, un suceso cultural.

«Más tarde repetimos en la Fiesta del Fuego; en el Festival Jazz Plaza, en la capital; en Camagüey, otra vez en La Habana, en su Bienal... Sumarnos a Somos nos ha dado mucho prestigio».

—Volviendo a la AHS, entonces tu encuentro con ella fue casi casual...

—Cuando ingresé en la AHS tal vez ya era una organización reconocida, pero yo casi la desconocía. Con el surgimiento de La Guerrilla... soñábamos con convertirnos en profesionales. Así que nos «comimos» la Asociación.

«Me pasó como en el bolerón que cantaba el gran Benny Moré: No sé explicarme qué pasó, pero de ti me enamoré... Cuando vine a ver, ya esa organización se había enraizado en mí con una fuerza enorme. Siempre he sido de esos que se entrega cuando la causa es justa y verdadera, y defender, promover y divulgar el arte de mis contemporáneos, incluso por encima de mi propia obra, se convirtió como un estandarte en mi carrera de creador.

«Me ocurrió algo que es increíble para un artista (por eso del ego): de repente, propiciando que se conociera mejor el quehacer artístico de mis “ambias” del “Chago”, me fui sintiendo cada vez más legitimado. Y algo nuevo en mí: aprendí a confiar en los demás y hacer míos sus intereses, sueños, angustias, levantadas, caídas, risas, llantos... No he conocido mayor satisfacción que ver crecer como artistas y como seres humanos a Adriana Assef, TNT, Sentimiento Rapero, La Guerrilla del Golem...

«Creo que mi mejor puesta en escena fue haber mantenido viva la Casa del Joven Creador que me habían legado mis antecesores. Esa que antes de llegar al residencial Vista Alegre pasó por medio Santiago de Cuba, pero nunca sonó tanto como cuando estaba en La Quinta Esperanza, en San Basilio y Carnicería.

«Jamás me he emocionado tanto como la mañana en que mis compañeros me despidieron en el Teatro Heredia. De vez en cuando me siento extraño. Es difícil separarse de lo que uno ama. Bueno, separarse, como quien dice separarse..., no. Porque cuando entra en vena, uno no deja de ser un promotor cultural. De manera que continuaré al lado de quienes construyen, desde la cultura, los nuevos caudales del arte. Cada generación hace su revolución, y esta, la AHS, ha sido parte de la nuestra».

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