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El regreso póstumo de un hijo pródigo

Como fuera su voluntad, las cenizas del actor Armando Suárez del Villar fueron trasladados a Cienfuegos en el tercer aniversario de su muerte

Autores:

Glenda Boza Ibarra
Roberto Alfonso Lara

Cienfuegos.— Como fuera su deseo en vida, Armando Suárez del Villar y Fernández Cavada, Premio Nacional de Teatro 2010, descansa ahora en Cienfuegos, su tierra natal. Las cenizas  del artista fueron trasladadas desde el cementerio de Colón, en La Habana, hasta su bóveda familiar en el cementerio de Reina, justo cuando se cumplieron tres años de su muerte.

Miguel Cañellas Sueiras, director del Teatro Tomás Terry, recordó que «Armando deseaba volver a Cienfuegos. Muchas veces lo dijo. Para nosotros es una gloria tenerlo acá. En él la cubanía volvió a ser teatro.

«Para tal homenaje convocamos a un grupo de personalidades, quienes de conjunto con su pueblo, rendimos tributo póstumo a quien fuera declarado Hijo Ilustre de Cienfuegos, distinción conferida por la Asamblea Municipal del Poder Popular en 2006, en el marco del cuarto Festival Nacional del Monólogo Cubano», explicó.

A propósito del homenaje, en la Sala de Historia Yolanda Perdiguer del Coliseo Mayor de Cienfuegos, se inauguró la exposición fotográfica Maestro de vida, la cual descubre algunos momentos de las obras La hija de las flores o Todos están locos (1973) y El Conde Alarcos (1974), dirigidas ambas por el reconocido profesor de artes escénicas durante su paso por el grupo Teatro Estudio.

Osvaldo Cano, decano de la Facultad de Teatro del Instituto Superior de Arte, repasó la trayectoria de Suárez del Villar, «considerado uno de los más importantes directores de la escena nacional en el siglo XX. Hoy somos testigos del viaje a la semilla de un hombre enorme, cienfueguero fiel, cubano universal y teatrista excepcional».

Fundador del Grupo Ateneo y del Centro Dramático de Las Villas (ahora de Cienfuegos), Armando Suárez del Villar se caracterizó por el montaje de obras escritas en el siglo XIX, casi siempre inadvertidas por otros directores y críticos.

Esa vocación renovadora lo llevó a ganarse el afecto de sus alumnos, una familia de actores que lo acompañó en este, su último adiós, suscrito en la tarja que lo evoca: «Aquí yace teatral e incómodo Armando Suárez del Villar».

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