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Cita con Hitchcock

La Cinemateca de Cuba exhibirá del maestro del suspense, con acompañamiento musical, dos filmes recientemente restaurados, El ring y Chantaje, que se remontan a su cine mudo

Autor:

Jaisy Izquierdo

En estos tiempos en que el cine juega a atrapar a sus espectadores con proyecciones tridimensionales o con la espectacularidad técnica capaz de recrear la ingravidez sideral, devolvernos extintos dinosaurios y hasta de resucitar en la pantalla al difunto Paul Walker, probar del encanto de la era silente, de la mano de un director de culto como lo es Alfred Hitchcock, supone un curioso e irresistible viaje a las raíces del séptimo arte.

Esta oportunidad única ha sido programada en la sala Charles Chaplin por el festival Les Voix Humaines, en colaboración con el British Council, para rendir homenaje al aniversario 55 de la Cinemateca de Cuba.

Allí, a la sombra de ese mago del cine mudo que fuera Chaplin, se proyectarán dos filmes singularísimos: El ring (The Ring, 1927) y  Chantaje (Blackmail, 1929), que se encuentran entre las nueve películas carentes de sonido sobrevivientes de la prolífera filmografía del genio del suspense, y que serán presentadas con acompañamiento musical, a la usanza de las salas oscuras de principios del siglo XX.

El ring es la única película de Hitchcock que lleva su firma como guionista.

El martes 29 de septiembre, a las 9:00 p.m., el pianista Yanner Rascón, junto a Arístides Porto en el clarinete y Miriam del Rosario, en el violín, ejecutarán su propia partitura para acompañar las peripecias que se desencadenan en El ring de boxeo, donde dos hombres disputarán no solo por coronarse como el campeón absoluto, sino también por colocar el anillo —también ring en inglés— a la bella chica que completa el triángulo amoroso.

Precisamente es el guión de esta película uno de sus grandes atractivos para los seguidores de Hitchcock, pues es la única que lleva su firma como guionista, una experiencia que nunca más volvería a repetir, debido a que durante su carrera prefirió adaptar buenas novelas y trabajar los libretos acompañado de escritores como Charles Bennett o de su propia esposa Alma Reville.

Solo contaba con 28 años y ya había adaptado y rodado Downhill y Easy Virtue, cuando emprendió esta su cuarta película, sobre la base de una idea original nacida al calor de las peleas de boxeo que gustaba seguir en los cuadriláteros londinenses. Una rara avis que combina los pleitos boxísticos y amorosos, sin que aparezca aún un cadáver ni que el cameo fugaz del realizador atraviese la escena.

Ciertamente, no es el Hitchcock al que estamos habituados, pero es el mismo espíritu innovador que explota los recursos expresivos a la mano de la época para regalar este drama de pasiones y celos acentuados por la iluminación expresionista o por la superposición de imágenes para recrear pensamientos, ansiedades y temores, en la aparente quietud del mutismo cinematográfico.

Para corroborar la máxima del autor de Psicosis de que «si una película es buena, el sonido podría irse y la audiencia todavía tendría una idea perfectamente clara de lo que pasa», los espectadores podrán disfrutar además de Chantaje, una producción que posee el doble valor de ser  su última película silente y su primera sonora, llevándose además el mérito de inaugurar la utilización del sonido en el cine británico.

La versión que en su época gozó de mayor popularidad en Gran Bretaña, es la que el martes 6 de octubre, a las 9:00 p.m., convocará a la Orquesta de Cámara de La Habana, bajo la dirección de Daiana García, colectivo que interpretará temas musicales concebidos especialmente para esta función de lujo.

En silencio y con sonido

A diferencia de la actriz principal de El ring, Lillian Hall-Davis, quien optó por suicidarse cuando irrumpió el cine sonoro, Hitchcock asumió de inmediato el riesgo cuando la nueva tecnología desembarcó en Inglaterra y lo sorprendió en medio del rodaje de Chantaje.

Al pedirle los productores que incorporara un último rollo con diálogos que se pudieran escuchar, él decidió presentar una versión totalmente sonora que incluso aparecerá antes que la silente, la cual se distribuyó más tarde en aquellas salas que no habían logrado dar el salto tecnológico.

Para esta «otra» Chantaje, Hitchcock reutilizó gran parte del material mudo. Mas por si fuera poco aprender sobre la marcha a jugar con las potencialidades de este nuevo recurso, el autor tuvo que solucionar el problema que causaba el acento checo polaco de la actriz Anny Ondra, quien ya había filmado muchas tomas de la cinta muda.

Como era tarde para cambiar a la Ondra, Hitchcock invitó al plató a la actriz Joan Barry (protagonista dos años más tarde, bajo sus órdenes, de Rich and Strange) para que dijera el texto junto al micrófono incorporado a la cámara, mientras al frente Anny movía los labios e interpretaba a una joven londinense que se ve envuelta en un truculento crimen. Un perspicaz subterfugio que se convirtió en el antecedente directo de lo que es hoy el doblaje moderno.

También aprovechó para despedirse a manera de homenaje, y para siempre, del cine mudo, al filmar una escena donde la sombra de una reja de hierro le dibuja en el labio superior del villano aquel bigote amenazador que caracterizaba a los malvados del período silente.

Chantaje inauguró la utilización del sonido en el cine británico.

En el filme Chantaje sí que se aprecia mejor el sello que luego explotaría al máximo en su etapa hollywoodense, y que lo llevaría a coronarse como el maestro del suspense. No en balde confesaría luego que se había convertido en un director encasillado de tal manera que si hiciera Cenicienta, todos esperarían encontrar un cadáver en la carroza.

El caso es que Blackmail revuelve los hilos de la intriga, las pasiones convulsas, la culpa y los deliciosos villanos. No teme al escoger para el clímax de la trama una locación tan célebre como la fachada del Museo Británico, y el mismo Hitchcock se consiente en una de sus apariciones más extensas: se le ve sentado en el metro de Londres, mientras un niño le importuna y le tira del sombrero.

Mirar hacia esta zona de la cinematografía hitchcockiana es, sin duda, asistir a la génesis del séptimo arte mismo, de los pioneros que hicieron realidad con su talento el sueño de narrar con imágenes en movimiento, y es además, en esta ocasión envidiable, la oportunidad de disfrutar de ese estilo personalísimo que el autor de Vértigo y Los pájaros perfeccionaría a sus anchas, y que se caracterizó por esa «eficacia dramática estrictamente visual» de la que hablara Francois Truffaut.

Pues como asegura el destacado cineasta francés y autor del libro El cine según Hitchcock, el más célebre de los directores británicos «filma directamente, es decir, sin recurrir a los diálogos explicativos, sentimientos tales como la sospecha, los celos, el deseo, la envidia… y ello nos conduce a una paradoja: Alfred Hitchcock, el cineasta más accesible a todos los públicos por la simplicidad y la claridad de su trabajo es, a la vez, quien más sobresale al filmar las relaciones más sutiles entre los seres humanos».

 

Más sobre el genio

Sir Alfred Joseph Hitchcock (Londres, 13 de agosto de 1899-Los Ángeles, 29 de abril de 1980) es considerado el mejor director cinematográfico de Inglaterra y su obra ha influenciado a las posteriores generaciones de cineastas como Francois Truffaut, Claude Chabrol, Roman Polanski, Martin Scorsese y Steven Spielberg.

Fue pionero en muchas de las técnicas que caracterizan al suspense y al thriller psicológico, géneros con los que desarrolló un estilo propio muy reconocible. Tras una exitosa carrera en el cine de su país, en películas mudas y en las primeras sonoras, se trasladó a Hollywood en 1939, y  dirigió más de 50 largometrajes a lo largo de seis décadas.

El sello del autor incluye,  además de argumentos que giran alrededor de la violencia, los asesinatos y el crimen, otros apegados al psicoanálisis y con marcadas connotaciones sexuales. Con frecuencia, los misterios se articulan en torno a su conocido «MacGuffin», como él mismo llamara a ese detalle aparentemente menor que sirve de eje para hacer girar inesperadamente la trama.

Las estrellas de sus películas eran preferiblemente rubias, y gustaba de firmar con efímeras apariciones como extra o incluyendo su imagen en el diario que lee uno de los protagonistas, por citar algunos ejemplos de sus famosos cameos que ascienden a más de 30.

La personalidad compleja del cineasta fue caracterizada en la pantalla grande por Anthony Hopkins en la cinta Hitchcock, dirigida por Sacha Gervasi y estrenada en el 2012, en la cual se narran los pormenores de la filmación de Psicosis.

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