Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un artista no tiene por qué estar haciendo lo mismo eternamente

Luego de más de un cuarto de siglo fuera de la Isla y apartado de los circuitos galerísticos, Gustavo Pérez Monzón volvió  de la mano de Ella Fontanals-Cisneros, una de las principales coleccionistas de arte contemporáneo que se propuso reagrupar su obra dispersa para mostrarla en el Museo Nacional de Bellas Artes

Autor:

Aracelys Bedevia

Una huella imborrable en la memoria colectiva de quienes tuvimos la oportunidad de presenciar la obra de Gustavo Pérez Monzón y conocerlo personalmente, durante la más reciente Bienal de la Habana, dejó este excepcional artista a su paso por Cuba.

Luego de más de un cuarto de siglo fuera de la Isla y apartado de los circuitos galerísticos, uno de los mitos vivientes del arte cubano, como suelen llamarle a Pérez Monzón, volvió  de la mano de Ella Fontanals-Cisneros, una de las principales coleccionistas de arte contemporáneo y quien encabeza la Fundación Cisneros-Fontanals (CIFO), con sedes en Miami y Madrid.

La conocida experta en arte latinoamericano vio uno de sus dibujos hace tres años y se propuso reagrupar tanta obra dispersa para mostrarla en el Museo Nacional de Bellas Artes, institución cultural cubana que solo conserva cinco obras de Pérez Monzón, dos de ellas en exposición permanente. El resto de su creación estaba en manos de amigos, familiares y coleccionistas.

Cientos de personas procedentes de todas partes de Cuba y del mundo acudieron a Bellas Artes, durante casi tres meses, a disfrutar de la obra de este creador, agrupada bajo el título Tramas, y que se mantuvo expuesta hasta hace algunas semanas. Muchos de ellos todavía se preguntan por qué cuando Pérez Monzón estaba en la cúspide de su carrera dejó de crear.

«No fue por nada negativo, ni por una decepción como algunos dicen. Hice lo que creía que debía hacer en ese tiempo y después quise dedicarme por completo a la enseñanza, que me gustó siempre. De hecho, no dejé de ejercerla. Aquí en los 80 nadie se dedicaba por completo a las artes como ahora. Todos trabajábamos y a la par desarrollábamos una obra. Desde que me gradué fui maestro de Casas de Cultura. Ahora dirijo una escuela de arte en México. Trabajo en el Estado de Morelo y soy cofundador de una licenciatura.

La pieza Sin Título, 1986. Foto: Rodolfo Martínez.

«También me gusta el diseño y en Cuba trabajé la escenografía de Alicia en el pueblo de Maravillas. Un artista no tiene por qué estar haciendo lo mismo eternamente. Creo que la gente se puede renovar, hacer pausas, probar diferentes alternativas», expresó a JR durante un encuentro acontecido justo en la sala donde estuvo expuesta su muestra.

Pérez Monzón toma la matemática como punto de partida para abordar un lenguaje centrado en la numerología y la relación que se establece entre las partes y el todo. Pero luego transita de la ciencia a un mundo mucho más espiritual. «Me interesan los lenguajes de la ciencia, la teoría científica, la combinatoria. Dentro de mi trabajo hay también mucho de lo que fueron las ciencias antiguas, la cosmología y la cábala, y del pensamiento antiguo de los números en el momento en que estos no eran solo cantidades, sino que significaban formas (relacionadas con conceptos filosóficos). Me apasiona la lectura del tarot, la numerología… y lo tengo en cuenta en mi vida cotidiana».

Medio nervioso y, al mismo tiempo, feliz ante la acogida que recibió durante su visita al país, el prestigioso artista confesó que se emocionó mucho al ver cómo tanta gente lo recordaba y tenía expectativas por su trabajo. «Llegar y encontrar que después de 30 años a tantos les gusta esta obra y que se sintieron conmovidos fue significativo. Han sido muestras de afecto muy especiales».

Contó que terminó sus estudios con 19 años y dejó de crear con intensidad cuando tenía 23 o 24. Imprescindible para la historiografía del arte cubano, Tramas dio vida nuevamente a una obra que las nuevas generaciones no conocían. Casi todo lo que se expuso fue realizado antes de que se fuera a México en el 90.

—¿Qué sintió cuando Ella le propuso exponer en Cuba y cómo interpreta y vive este regreso?

—Desde un principio tenía cierta incertidumbre porque creía que la obra no era suficiente para dar una idea de todo lo que había hecho. Iba a hacer inicialmente una serie de dibujos, pero Ella se ocupó del trabajo curatorial y finalmente se incluyeron todas las obras. Eso fue lo que terminó dándole sentido a esta muestra, porque como las piezas fueron realizadas a principios de los 80 de pronto yo tenía la duda de que pareciera la obra de un muerto o de alguien que vivió hace mucho tiempo.

«El giro curatorial que le dieron (Ella, René Francisco Rodríguez y Elsa Vega, que fueron los otros dos curadores) y el intento de Ella de que fuera una propuesta mucho más completa, le dio un carácter más vivo a la exposición. Eso fue lo que la hizo única.

«No es obra nueva. No produje nada nuevo. Más bien revisité el pasado. Algunas piezas habían desaparecido porque fueron hechas para sitios específicos y se deterioraron o quedaron abandonadas. Los curadores investigaron sobre eso y yo vine y las hice en vivo».

—¿Cuáles fueron sus orígenes en el arte y qué puede decirnos acerca de su formación?

—Nací en el actual municipio de Yaguajay y estudié arte desde los 11 hasta los 19 años. Primero en mi provincia, luego en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y un tiempo en el ISA. No tengo antecedentes de nadie en mi familia que haya hecho carrera en esto. Solo había visto pintar a algunos familiares lejanos.

—¿Qué artistas influyeron más en su formación?

—Raúl Martínez, Servando Cabrera (a quien conocí). Su pasión y entrega profesional fueron muy importantes en mi etapa formativa. Antonia Eiriz fue mi maestra. Nelson Domínguez, Tomás Sánchez y toda la generación de los 70 fueron también mis maestros.

—Se plantea que Volumen I fue el acontecimiento más relevante del arte en la Isla en la segunda mitad del siglo XX. ¿Qué significó para usted ser parte de ese grupo?

—Fue un momento especial, una exposición con mucha energía. Éramos jóvenes, con deseos de hacer cosas diferentes; amigos, gente cercana que estábamos haciendo obras y con deseos de crear en ese momento y desde ese punto de vista fue emocionante y especial.

—Y ahora… cuando mira atrás…

—Veo que sin proponérnoslo fue significativo en la historia del desarrollo artístico. Poder producir, tener la retroalimentación de otras personas, sentir que no estás apartado y que trabajas en grupo es importante. Fue una generación que se enriqueció aunque todos éramos relativamente diferentes. Nos nutría mucho la diferencia, los distintos puntos de vista y de investigación.

—¿Por qué la abstracción?

—No lo sé y es algo que me cuestiono también. Hay alumnos que tienen inclinación por una visión abstracta, otros por una visión figurativa. No sabría decirte por qué.

—¿Habrá una segunda o tercera exposición de obras suyas a partir de Tramas?

—Ojalá. Alguien me preguntó si a partir de ahora voy a enfocarme más en una producción artística. No digo que no, pero vivo en el presente y no me gusta tener expectativas acerca de lo que no sé o no he hecho. Puede ser, pero también tengo responsabilidades y compromisos sociales donde vivo.

«Además de enseñar, estoy en varios proyectos. encamino proyectos, y me ocupo de galerías de arte y de impulsar la carrera de alumnos y personas jóvenes».

—Y si se le invitara a impartir conferencias aquí.

—Podría ser.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.