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Fábula discontinua en tiempo de balada

Balada del pobre Bertolt Brecht es la obra que, bajo la dirección del popular actor Alexis Díaz de Villegas, se estrenará mañana en la Sala Adolfo Llauradó

Autor:

Lourdes M. Benítez Cereijo

«De las ciudades quedará solo el viento que pasaba por ellas./ La casa hace feliz al que come, y él es quien la vacía./ Sabemos que estamos de paso/ y que nada importante vendrá después de nosotros». El fragmento pertenece al poema Balada del pobre Bertolt Brecht, escrito en la década de 1920 por el dramaturgo y poeta alemán.

Su título da nombre a una sugerente propuesta teatral dirigida por el actor Alexis Díaz de Villegas, que será estrenada mañana en la Sala Adolfo Llauradó. Al igual que en la obra poética, la puesta en escena habla de lo fugaz, de lo transitorio, del cambio y de lo perecedero…

Conformada por canciones, escenas y poemas del autor de La ópera de los tres centavos, el eje de la producción escénica es la pieza El mendigo y el perro muerto, que hilvana toda la estructura dramática.

«Mientras trabajaba en el ISA como profesor, realicé durante un semestre junto a mis alumnos un estudio acerca de la obra de Brecht. Entonces vimos que muchos de sus principios nos tocaban muy de cerca y surgió la idea de hacer algo más con todo ese conocimiento», explica el director.

Díaz de Villegas —reconocido por su desempeño en el cine en los filmes Tres veces dos, Larga distancia y la laureada Juan de los muertos, y en la pequeña pantalla con la telenovela La otra esquina— se adentra en una labor que se distingue de otras propuestas escénicas asumidas en su intensa trayectoria en la tablas.

En esta ocasión, si bien vuelve a asumir la dirección (Sueños de un seductor, del estadounidense Woody Allen) lo hace con un texto que destaca por su musicalidad, aunque, precisa, no es un musical. «En el concepto original de balada la poesía va disociada de la música, pero en la nuestra nos apoyamos en la melodía en vivo de un piano y la polifonía de diez actores en escena, quienes cantan y dialogan en varios idiomas».

La complejidad se advierte en cada detalle de la puesta y Alexis Díaz de Villegas no niega que el empeño lo ha dejado totalmente agotado. «Ha sido muy complicado… Hay aproximadamente diez canciones y he ido trabajando de oído con las composiciones y entonaciones. Incluso hay temas que son coros de varios actores a capella».

Seleccionaron las canciones a partir de un trabajo compartido, en el cual los actores y él llevaban sus propuestas. Con todo ese material, aunque es una historia fragmentada, crearon una línea temática que apuntala y complementa los temas centrales de la puesta.

«El campo de exploración de la pieza está conformado por la historia y el mundo, hablan de ellos campesinos y obreros de todas las latitudes, madres e hijos, emperadores y sabios, prostitutas y mendigos.

«La obra es un no a la guerra, desde el punto de vista de una madre que se opone a toda costa a enviar a su hijo a un conflicto de ese tipo. Constituye además un canto al no maltrato de la mujer, porque en casi todas las obras de Brecht las féminas son representadas muy lastimadas. Se habla de las miserias, de la pobreza, de la necesidad del dinero… Y también de las miserias humanas, porque esas son, valga la redundancia, las más miserables», comenta Alexis Díaz de Villegas.

El centro de la obra es el hombre y su realidad. Se refleja lo efímero de la vida y, por tanto, del teatro. Aspira el director a que el espectador sepa leer lo que se representa en escena porque hay diversos niveles de lectura.

«Todo va mutando y cambiando en términos de estructuras teatrales y de técnicas de actuación. Se sale de un realismo para convertirse en algo más cotidiano o expresionista. Es precisamente ahí donde se hacen presentes referentes y espacios que han ejercido una poderosa influencia.

«En este tránsito por varios caminos se han manifestado la proyección de Víctor Varela, lo realista de Carlos Celdrán, la espectacularidad de Carlos Díaz y la permanencia de Vicente Revuelta, —a quien le rinde homenaje. Todo visto desde una perspectiva diferente, con mi mirada».

A ese cultivo de estilos Alexis le ha agregado su memoria teatral y por eso está trabajando con aquello que recuerda. «Creo que he incorporado todo. La experiencia de diez años como profesor en el ISA ha sido crucial. También fue fundamental el haber participado, en 2011, en el Taller Internacional de Directores, que tuvo lugar en el Lincoln Center Theater, de Nueva York. Allí trabajé con 75 directores de teatro de todo el mundo durante un mes y esa interacción me abrió más las puertas a la dirección, aun si saber si alguna vez iba a hacer eso, porque lo mío era ser actor».

El hombre como proceso, fábula fragmentada, escenas autónomas, yuxtaposición de situaciones y la alusión a la realidad son algunas de las ideas que se manejan en Balada del pobre Bertolt Brecht.

«Insisto, la clave está en lo efímero, en esa frase: “sabemos que estamos de paso y que nada importante vendrá después de nosotros”. Esa es la estética del espectáculo. En las paredes se muestran bocetos de la escenografía que se pensó y que nunca se hizo, a eso se van sumando elementos como notas que doy a los actores y textos que serán incluidos en el negro de las paredes con tiza. Con cada función todo se modificará, se transformará en algo nuevo».

Al indagar acerca de las dificultades de dirigir a un grupo de actores que fueron sus discípulos y el riesgo de que en los procesos de trabajo se difuminen o confundan las fronteras de director-actor y profesor-alumno, Díaz de Villegas nos confesó que a veces se siente en el aula.

«Cuando me percato siempre rectifico y les digo que no estamos en un salón de clases. Hay otros niveles de exigencia porque ya están en el mundo profesional. Como profesor siempre fui muy pesado con ellos; también soy quisquilloso y aunque algo de eso se mantiene, tenemos ahora una relación más flexible, de colegas, y ellos a veces se ríen de mí por esas mismas cosas. Tener diez personas en escena es un reto a la cordura y a veces me sacan por el techo».

Ciertamente, por momentos el cansancio asoma a sus ojos oscuros e intranquilos, pero no duda al afirmar que es siempre reconfortante. Se le nota a veces tenso, pero no deja de sonreír, y esa es siempre una buena señal.

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