Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

A las puertas del cielo

Este fin de semana, en el Teatro Nacional, a las más nuevas generaciones del Ballet Nacional de Cuba les ha llegado la hora de conquistar corazones

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

«Sobre la tierra... Entre las ramas.... Hacia las nubes...». No necesitaba dar más detalles el gran coreógrafo Alberto Méndez, premio nacional de la Danza, cuando estrenó su inmortal Rara avis con el Ballet Nacional de Cuba. Se trata de una de sus obras más hermosas e imaginativas. De esas que nuestras más consagradas bailarinas se «mueren» por interpretar.

Por eso Chanell Cabrera Sansón y Claudia García Carriera, de las más nuevas hornadas de la compañía danzaria insignia de Cuba, no lo podían creer cuando les dieron la noticia de que estarían entre las figuras principales de esa fabulosa creación que utiliza música de George Frideric Haendel y Alessandro Marcello, y que cuenta con diseños de vestuario de Salvador Fernández.

«Cuando era estudiante soñaba con bailar las mágicas piezas de Alberto Méndez», confiesa Chanell, más conocida por sus coterráneos desde que asumiera el papel de la Vilma adolescente en la obra de Eduardo Blanco, inspirada en la vida de la eterna presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas. «Mi suerte fue tan enorme que casi inmediatamente después de haberme integrado al BNC tuve el privilegio de defender el rol de Esperanza en Tarde en la siesta. Ahora para colmo de felicidad hago el segundo movimiento de Rara avis».

Es el mismo sentimiento de satisfacción que invade a Claudia, quien se convertirá en el ave de rapiña del tercero, «símbolo de valor, poder, de elevación... Es un ballet bello, pero que exige nervios y coraje. Desde que lo descubrí me encantó, mas pensé que nunca me tocaría, ¡y mira!», admite esta muchacha de 19 años, a quien veremos en los protagónicos de A la luz de tus canciones, —que la directora del BNC Alicia Alonso concibiera en homenaje al centenario de Esther Borja—, y de Tríade, de Blanco.

Otra con firma de Eduardo, Tiempo de danzón, y Didenoi, con la que la española Maruxa Salas fue mención en el IV Concurso Iberoamericano de Coreografía CIC, en 2004, completan el programa concierto, en el cual también están las ya mencionadas Rara avis, Tríade y A la luz de tus canciones. Y justo este es el regalo con el cual el BNC agasaja este sábado, a las 8:30 p.m., a Juventud Rebelde por su medio siglo de existencia. El mismo que permanecerá en la cartelera de la sala Avellaneda del Teatro Nacional el domingo, pero a las 5:00 p.m.

Tanto Chanell como Claudia se acercaron a la danza desde muy pequeñas, por iniciativa de sus mamás, pero por motivos diferentes. La primera a los cuatro, para que entrara temprano en contacto con el universo del arte, y la segunda, un año antes, porque era extremadamente tímida.

«No hablaba con nadie. Iba a una fiesta y me “trancaba”... Era yo dentro de mí misma, y mi mamá me llevó a los talleres de la Cátedra Vocacional del BNC para que socializara», cuenta García a JR. «Al principio fue un desastre. Me decían: “Vamos a hacer como una hormiguita”, y rompía a llorar, no me movía para ningún lado... Sin embargo, poco a poco todo empezó a cambiar hasta que no pude parar de bailar».

Por sus condiciones y vocación, Claudia ingresó a la Escuela Elemental de Ballet Alejo Carpentier (L y 19), a pesar de que tuvo que enfrentarse todo el tiempo a su talón de Aquiles: mantener la figura. También en ese afamado centro, Chanell dio de qué hablar, cuando en su quinto y último año consiguió la Medalla de Oro y el Premio Revelación en un concurso internacional.

Y pensar que cuando estudiaba en la primaria Cesáreo Fernández, en el municipio habanero de Playa, la natación se metió en la disputa de sus preferencias. Pero Cabrera Sansón ni siquiera se permite la duda de si quizá perdimos a una campeona olímpica. «Jamás me arrepentiré, porque amo y necesito del ballet, como las plantas al agua», señala.

Con todo y ello se sorprendió cuando anunciaron que había «acabado» en aquel certamen. «No me lo esperaba. Fue el resultado de un trabajo muy arduo con mi maestra Raquel Agüero, a quien le agradezco infinitamente. Ensayé con ella muy fuerte la variación de Esmeralda y del trío de las Odaliscas del ballet Corsario».

Para estas dos bellas jóvenes los años de preparación en la ENA permanecerán por siempre en sus memorias. Mientras Claudia siente que estará en deuda eterna con su notable maestra Mirta Hermida, Chanell, quien ya dentro del Ballet tuvo a su cargo el estreno de Tríade, no solo continuó sumando lauros a su currículo (obtendría después otra medalla de oro) sino que le tocaría también interpretar Don Quijote, su clásico preferido, en Sudáfrica, en representación de la Escuela Cubana de Ballet.

De esfuerzos y amores

Cuesta creer que después de tantos reconocimientos a estos muchachos que no rebasan los 20 años no se les hayan subido los humos. Pero ellos andan amparados por la sencillez y la modestia. Tal vez sea porque si algo tienen muy claro, no únicamente Chanell y Claudia, sino además Daniela Gómez Pérez, Maylín Hernández Tasé y Carlos Patricio Revé, es que optaron por una carrera que no confía en vanidades.

«Estábamos convencidos —asegura Carlos Patricio Revé, de 17 años, medalla de oro y Gran Prix del XII Concurso Internacional de Academias de Ballet— de que al entrar al Ballet Nacional nuestra carrera comenzaba otra vez, que nos toca demostrar nuestra valía, y es algo que uno agradece, pues te ayuda a superarte, a no estancarte.

«El BNC constituye una verdadera institución de la cultura a nivel mundial, de modo que es algo muy grande ser parte de ella. Dondequiera que te paras, la gente te mira con respeto, porque sabe lo que eso significa», asegura Revé, quien se muestra feliz porque ahora, acabadito de llegar —todavía está en sus seis meses de práctica— se le ha dado una oportunidad que no desaprovechará: bailar el pas de deux Al fin de A la luz de tus canciones.

Él espera que este sea solo el inicio, pero habrá que esforzarse. «Conocemos lo que representa adentrarse en el ámbito profesional: mayor responsabilidad, entrega al trabajo, disciplina. Ahora es el tiempo de velar por nosotros mismos, sin un profesor que nos esté marcando el camino. Será más complejo para mí sin mi maestra Yuneisy Rodríguez, que se dedicó en cuerpo y alma a darle forma a mi futuro, pero ella también me enseñó a no detenerme. Es el momento de salir a conquistar el mundo».

Muy claro también lo tienen Daniela y Maylín, quien sabe lo que significa levantarse cuando piensa que todo está perdido. Le ocurrió en su quinto, cuando en el concurso internacional correspondiente a ese año la eliminaron en la segunda vuelta. «Ese momento me entristeció tanto que pensé que no lo iba a soportar. Necesité mucho ánimo y valor para seguir adelante».

Tanto es así que luego Maylín —de seguro nos impresionará en esta gala con su participación principal en Tríade, Tiempo de danzón y A la luz de tus canciones—, ganaría la plata. «He aprendido que hay que incorporar las enseñanzas de cada vivencia, de cada experiencia. Para mí ha sido muy provechoso, por ejemplo, estar en el cuerpo de baile de clásicos como Giselle y Don Quijote. Cuando se baila como solista creemos que es lo más difícil, pero hacer un buen cuerpo de baile es complejo. Cuesta. Quien se piense lo contrario está equivocado: hay que hacerlo bien; sin sobresalir, ser parte de un todo. No confundirte, estar atenta a las filas. Así es como destacas».

Daniela, por su parte, tuvo que luchar sin tregua con la tendencia a acumular libras que distingue a su familia. «De chiquita yo era de constitución gruesa… Bueno, muy gruesa (sonríe). Por ello mi abuela, que trabajó en los talleres de zapatillas de aquí, me trajo para que me entrenara y consiguiera una mejor figura. Poco a poco comprobó que aquello me encantaba, que andaba muy motivada, que sentía pasión por eso, y empecé a prepararme».

Para Gómez Pérez, de 19 años, recordada por su defensa de una pieza como Diciembre, de Raúl Reinoso, en el más reciente Taller Coreográfico del Ballet Nacional de Cuba, la ENA acabó por consolidar su vocación. «Fueron tres años estupendos, que me permitieron conocerme mejor como bailarina, en que me desarrollé considerablemente. Se lo agradezco a todos mis profesores, y en especial a Ramona de Sáa, quien me inspiró todo el tiempo», enfatiza Daniela, quien como estudiante cosechó éxitos en Sudáfrica, Estados Unidos, México..., y que ahora subirá a la escena con Tríade, de la mano de la maestra María Elena Llorente.

Si Daniela sufrió cuando una fractura del pie quiso interponerse en su audición con el fin de sumarse al BNC, para Linnet González, quien acaba de lograr el primer nivel como maître dentro de la compañía que conduce la prima ballerina assoluta y que ahora se ha encargado de montaje de Didenoi, fue sin dudas traumático.

«No esperaba dejar de bailar tan joven (2008), pero la vida es así. Me sorprendió, nunca me había dolido la espalda y de pronto me quedé sin poder caminar. Gracias a los médicos que me atendieron y me operaron lo superé. Seguí bailando, mas el dolor que sentía era insoportable. Tenía el temor de que una mala cargada o un mal paso significara un retroceso. Entonces Alicia me propuso quedarme de maître, lo cual me ayudó a sobrellevarlo», explica Linnet.

Una determinación que ha resultado una enorme ganancia para este colectivo danzario. Lo aseguran estos muchachos a quienes Linnet les trasmite con total dedicación todo lo que ella fue incorporando a su espléndida carrera, en la que aparecen etapas muy significativas, como aquella en la que fue parte del Royal Ballet de Flandes, de Bélgica, o cuando hizo suya buena parte del repertorio del BNC, en el que sobresalió como primera solista.

«¿Estos jóvenes?», le responde la maestra y ensayadora a JR. «Están llenos de energías y deseos de bailar. No debemos temer por el futuro. Vienen con un nivel técnico alto, aunque aún deben habituarse al alto rigor, a la disciplina que siempre ha distinguido a nuestra compañía. Me hace muy feliz cuando les imparto clases, cuando les ensayo algún ballet y, por supuesto, cuando veo el resultado en la escena».

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