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Indagadora y proactiva por naturaleza

Nuestro país está inmerso en la continua construcción de su sistema social, lo cual demanda de manera ascendente y sistemática los resultados y propuestas derivados de la investigación. Así lo ve la licenciada en Sociología Yolaida Duharte López

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Criada en un entorno familiar de profesionales de las Ciencias Sociales, y siempre inmersa en los debates que de ello se generaba, Yolaida Duharte López terminó heredando de los suyos la pasión por la investigación, aunque durante su infancia y parte de su adolescencia le dio por desarrollar  las inclinaciones artísticas que tenía, que no eran pocas.

«La disposición al estudio de una carrera universitaria ocupó gran parte de mi esfuerzo y expectativas», admite esta joven de 26 años, que terminó por graduarse como Licenciada en Sociología en la Universidad de La Habana, en 2012, y que en la actualidad labora en el prestigioso Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello (ICICJM). Es decir, que pudo más, como ella misma lo reconoce, su naturaleza indagadora y proactiva.

¿Qué le atraía del mundo de la investigación a esta muchacha Maestrante en Desarrollo Social (Flacso-Cuba) y miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS)? Yolaida, sin pensarlo mucho, responde: «La investigación social me permite encauzar mis inquietudes e intereses de conocer más lo que me rodea, el porqué de ciertos procesos, prever los escenarios posibles y diseñar estrategias que puedan solucionar los problemas encontrados. Como ciudadana también me siento con el derecho y la responsabilidad social de ser sujeto transformador de esas realidades, acción que puedo ejercer a través de la investigación, un área desde la que considero que puedo aportar.

«Por otro lado, nuestro país está inmerso en la continua construcción de su sistema social, lo cual demanda de manera ascendente y sistemática los resultados y propuestas derivados de la investigación. Sin dudas, esta es generadora de conocimientos reveladores de los complejos procesos por los que atraviesa nuestra sociedad y constituye un termómetro de lo que ella piensa y siente al respecto».

—¿Cuáles son los temas que más te interesa abordar?

—Desde que era estudiante de Sociología, los temas culturales eran los que más me apasionaban. Las líneas de investigación referidas al consumo cultural, los impactos de la cultura en los procesos de desarrollo, así como el ejercicio de la participación por niños, niñas, adolescentes y jóvenes, son las que he estado trabajando. En el ICICJM, y específicamente dentro del grupo de trabajo Participación y consumo cultural, he podido seguirles la pista a estos temas y abordarlos con mayor profundidad.

«El diseño, implementación y evaluación de proyectos culturales es una de las áreas que más disfruto trabajar. Cada una de estas fases requiere de un acompañamiento permanente de la investigación, que de manera sistemática brinda información útil sobre el impacto que estas experiencias tienen en los ambientes institucionales o comunitarios en los que se desarrollan, al tiempo que contribuyen a la necesaria contextualización de las acciones que se propongan ejecutar.

«Cuba tiene grandes potencialidades para el despliegue de este campo y ejemplos de buenas prácticas en todo el territorio nacional, demostrando las amplísimas oportunidades de desarrollo social y humano que se pueden potenciar desde los escenarios culturales. Lamentablemente no todos conocen y/o valoran la importancia de la investigación social en estas faenas. Por ello, en ocasiones los proyectos padecen de escasa visualización o sus protagonistas se ven afectados por decisiones que poco se corresponden con sus intereses o las realidades en que viven. No obstante, sigue siendo gratificante trabajar en estos espacios, legitimados como ámbitos claves de participación social, construcción colectiva y realización personal».

—La investigación cultural tiene sus peculiaridades...

—No cabe duda de que es un proceso artístico, por la propia naturaleza de los fenómenos que estudia y las maneras en que se realiza. Nace y se nutre de subjetividades y sensibilidades, registra y revela formas de pensar, genera nuevas reflexiones y procesos creativos.

«Discernir objetos de estudio, diseñar formas de abordaje y metodologías, contactar y compartir con los protagonistas de los escenarios escogidos, aplicar una u otra técnica, procesar información y obtener resultados —cargados fundamentalmente de estéticas, conexiones humanas, voces, imágenes—, concebir los soportes desde los que se harán públicos dichos resultados y, por último, visualizar los impactos, apropiaciones y usos del producto final… ¿cuántas de estas fases no concuerdan con las maneras de hacer de un artista plástico, la representación de una obra danzaria o la realización de un material audiovisual?

«Y es que no pueden verse como expresiones separadas, sino como complementos, maneras y lenguajes diferentes de abordar un mismo fenómeno, pero que al final se retroalimentan. Y es que la cultura en sí misma es un sistema mucho más complejo y holístico que cualquier manifestación artística vista por separado o el resultado de una investigación, por ello debe verse en su integralidad y complementación.

«Busco defender esa necesaria integración de métodos y lenguajes para comprender y emprender procesos culturales. Me propongo generar espacios y metodologías que contribuyan al diálogo y a la participación sistemática, creativa y consciente de los diferentes actores sociales, sean cuales sean sus “nichos” de creación, entendiendo la cultura como medio y fin de todo proceso de desarrollo humano».

—¿Qué proyectos te tienen ocupada actualmente?

—En el ICICJM estoy insertada en varias líneas y proyectos. Uno de ellos es el Observatorio de Participación y Desarrollo Cultural (OPDC), herramienta investigativa-informativa-formadora al servicio de quienes trabajan para la cultura (investigadores, promotores, directivos, líderes locales...). Es un proyecto nacional implementado desde el año 2013, que tiene entre sus objetivos contribuir a la producción y promoción de estudios realizados en el ámbito cultural, así como crear instrumentos para la medición y seguimiento de las acciones del sector. Los resultados publicamos en nuestra página web (www.observatoriocultural. cult.cu), que constituye otra de las vías de comunicación, concertación y visualización del trabajo cometido. Su consulta puede arrojar antecedentes investigativos, publicaciones, estadísticas culturales, proyectos de transformación social y convocatorias de eventos y cursos.

«Asimismo, me encuentro enfrascada en la sistematización de acciones culturales protagonizadas por niños, niñas y adolescentes y que son acompañadas por Unicef en Cuba, como parte de su proyecto de cooperación con el Ministerio de Cultura. La idea es contribuir a la protección, promoción y ejercicio de los derechos de estos grupos poblacionales desde el escenario cultural, impactos que analizo en mi investigación.

«También estoy involucrada en la coordinación de La Revuelta, proyecto de intercambio y creación cultural generado y organizado por los jóvenes del ICICJM, con el fin de impulsar la reflexión en torno a temas relevantes para la cultura de nuestro país. Mantiene una frecuencia trimestral, con entrada libre para todos los interesados.

«Desde que creamos La Revuelta, vimos en perspectiva las alianzas que podíamos establecer con la AHS, precisamente por nuestro precepto de defender y promover con este proyecto el quehacer de los jóvenes creadores. La mayoría de las muestras expositivas y los materiales audiovisuales presentados en nuestras ediciones tiene como protagonistas a miembros de la Asociación, los que agradecen tener nuevos espacios para dar a conocer su trabajo y dialogar con el público que interactúa con su obra. De hecho, ya es La Revuelta un proyecto también de la AHS, incrementándose así las colaboraciones en materia de asesoría, establecimiento de contactos, organización y promoción».

—¿Cuál es tu percepción sobre el estado en que se halla la investigación social hecha por jóvenes en Cuba?

—Hoy en día son considerables los jóvenes que se interesan por la investigación social, pero no todos logran ejercerla cabalmente. Las causas son múltiples, aunque pesan más aquellas asociadas con la utilidad que se le da al trabajo realizado —padecimiento de la investigación social en general— y la disponibilidad de espacios para laborar y presentar sus resultados.

«¿Qué pasa con las tesis de diploma cuando se gradúan los estudiantes universitarios, dónde se quedan, para qué se emplean? La mayoría fueron hechas con fines prácticos y contienen análisis que bien pueden tributar a un mejor desempeño de instituciones y actores sociales. Sin embargo, corren el riesgo de quedarse en una gaveta del centro donde se realizó o en el lugar al que intentó llevarla el joven para que “tuvieran en cuenta sus recomendaciones”. Hay un acumulado cultural de experiencias, nociones y resultados que se producen todos los años y se está desaprovechando.

«No obstante, se está haciendo un trabajo de muy buena calidad y sobre temas esenciales y polémicos para nuestra sociedad. Hay una reactivación de la investigación hecha por jóvenes, creciente y diversa, además de profunda. Los jóvenes seguimos investigando, labrándonos los impactos políticos por nuestra cuenta. Buscamos el modo de socializar los resultados de trabajo y no solo mediante publicaciones, sino empleando los conocimientos, capacidades y herramientas en experiencias prácticas, generando emprendimientos sociales o acciones comunitarias».

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