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Irreverencias felices

Yordano Corrales Agudo, joven músico mayabequense, propone un disco «desobediente»

Autor:

Yunet López Ricardo

Melena del Sur, Mayabeque.— La orilla del mar es el mejor espacio para crear, dice Yordano Corrales Agudo, un joven que ha conjugado plástica, música y poesía en su vida artística, aunque fue entre pinceles que primero jugueteó con la inspiración.

«Alguna vez, siendo pequeños, casi todos nos sentamos en el suelo con crayolas para hacer un poco de rayones, y yo fui uno de esos niños. Esta vocación se la debo a Lázaro Yovany Enríquez, un importante artista de la plástica en Mayabeque, amigo y profesor de quien recibí las primeras clases cuando tenía 12 años».

—¿Y la música?

—Cuando estaba en cuarto grado hicieron audiciones en busca de niños con aptitudes musicales y me eligieron; recuerdo que interpretaba La mochila azul, el tema que hizo tan famoso Pedrito Fernández. Integré entonces un coro, pero apareció Yovany con los pinceles y, momentáneamente, le dije adiós al canto. Luego comencé en la Escuela de Instructores de Arte 13 de marzo, en la especialidad de Plástica, allí fue donde me reencontré con las melodías.

«Me relacioné con solistas y compositores. Aprendí de ellos herramientas para cantar, tocar la guitarra... Aportaron mucho a mi formación en ese sentido. El trovador y profesor de guitarra, José Manuel, pulió mis canciones y estilo».

—¿Cómo caracterizas tu estilo?

—Es una mezcla de trova y fusión. No es nueva ni vieja trova santiaguera, simplemente un género que desarrollo a partir de ese ritmo, influenciado también por reggae, funky, blues y algo de jazz. Es como si los juntara todos en una batidora y obtuviese un jugo que me sabe bien; es lo que estoy haciendo.

—Seguramente la incursión por el mundo de la música te ha abierto algunas posibilidades que te han hecho crecer como ser humano...

—Durante mi aventura como cantautor no olvido mis días en Tierra Mojá, un proyecto que surge en Melena del Sur, precisamente de fusión, el cual me abrió las puertas de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Han sido, igualmente, privilegios tremendos haber estado en el grupo Transeúntes, y ahora poder grabar el disco Irreverentes, en el cual musicalizo décimas de escritores mayabequenses.

—¿Dónde grabaron los temas?

—En mi cuarto. Busqué un programa de edición musical, hice los backgrounds, grabé la guitarra en vivo. Irreverentes tomó forma en ese espacio. Si escuchamos bien las canciones al fondo pudiera sentirse el canto de los pájaros desde la mata de aguacate que colinda con la ventana. Pero todo eso, de cierto modo, le da otro ambiente al disco; no es profesional, trae el encanto de unos músicos jóvenes que quisieron musicalizar un sueño.

«Hoy está terminado. El diseño lo hizo mi novia, Lisbet Cabrera, graduada del Instituto Superior de Diseño; Lázaro Yovany Enríquez se encargó de la fotografía; Yosnel Salgueiro, vicepresidente de la filial de la AHS en la provincia, eligió las estrofas; y yo asumí la producción musical, grabación y puse la voz.

«A pesar de los pobres recursos, estoy satisfecho con el resultado. Algunos escritores como Andrea Molina o Gisela Rizo se han enamorado de esta obra que aleja a la décima del punto guajiro y la muestra desde la música contemporánea. Espero que ese amor lo sientan también todos los que lo escuchen».

—Ha sido grande la perseverancia para concretar el sueño, ¿verdad?

—Al principio no teníamos nada, ni cómo producir música, ni tan siquiera una computadora. La AHS nos ayudó en lo que pudo, y con nuestro esfuerzo hoy escuchamos las irreverencias felices de tantas horas de trabajo.

«A veces converso con algunos escritores y les pregunto si imaginan sus poesías musicalizadas en funky, reggae o disco. La mayoría se muestran escépticos, sobre todo con la estrofa, la cual tiene una estructura de diez versos octosílabos.

«Precisamente, el disco está conformado por diez canciones de igual número de escritores mayabequenses entre los que se encuentran Juan Carlos García Guridi, Gisela Rizo, Andrea Molina, Encarnación de Armas, Elizabeth Álvarez. Por ejemplo, el quivicanero Fermín Carlos Díaz nos regaló versos como estos: Si no fuera por la roca/ frágil de espuma blanquísima/ que me deja una tristísima/ canción de amor en la boca/. Y su nostalgia desboca/ en solitaria carrera/ en este instante pudiera/ detener con limpio verso/ será inútil el esfuerzo/ si por la roca no fuera.

«Quiero que la vida me regale gente para poder comunicar mis ganas de decir y hacer canciones, un escenario con gente cerca que canten estos poemas es maravilloso».

—Caminan de tu mano pintura, música y poesía. ¿Cómo se combinan en tu vida estas tres artes?

—Son aptitudes dentro del «paquete» que le dan a cada uno cuando nace. En mi caso aprendí a pintar y comprendí que la pintura es también poesía transmitida a través de colores, trazos... Al pintor que no le guste la música supongo que no pueda pintar. Ella nos mueve la mano frente al lienzo, la impulsa en dependencia del ritmo. Si hago un cuadro agresivo, un rock and roll me inspira, y la mancha quedará tan fuerte como las notas.

«Todo gira alrededor de la poesía. Un cuadro es un verso con una música de fondo, una canción es un cuadro con movimiento. Los tres confluyen, dichoso yo que puedo tenerlos».

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