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De vieja con colorete, ¡nada!

Después de tres años en que se sometió a una intervención rigurosa y capital, el coliseo en activo más antiguo de América, vuelve abrir sus puertas en todo su esplendor este enero, como un complejo cultural de excelencia y orgullo de nuestro patrimonio

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

La verdad ha sido una: escasos rivales ha encontrado en su centenaria existencia el hoy Gran Teatro de La Habana (GTH) Alicia Alonso, desde que en 1915 adquiriera su impresionante fisonomía actual. Cuentan que siempre fue una edificación que sobresalió por su espléndida belleza. Que causó asombro incluso desde que lo dejaran inaugurado el 15 de abril de 1838, con el nombre de Gran Teatro de Tacón. Sin embargo, aseguran los historiadores que su magnificencia se apoderó de la céntrica manzana de la vieja Habana, cuando sustituyó aquella construcción que ordenara levantar el gobernador general Miguel Tacón y Rosique, para convertirse en el Centro Gallego.

Pero ya sabemos que, como afirma el dicho popular, los años no perdonan. Tampoco las reiteradas y poco exitosas intervenciones a que fuera sometido el coliseo en activo más antiguo de América, cuya fama atrajo a celebridades de todas las latitudes: desde las bailarinas Fanny Elssler y Ana Pávlova, y las actrices Sara Bernhardt y Eleonora Duse, hasta los cantantes Enrico Caruso, Titta Rufo, Victoria de los Ángeles y Teresa Berganza; el Ballet Kirov, de Leningrado, y el Ballet del Siglo XX de Maurice Béjart, pasando por el mimo francés Marcel Marceau... De modo que a principios de 2013 se vio obligado a cerrar temporalmente sus puertas.

Para esa fecha ya se resentía la estructura del GTH y se comenzaba a notar el modo en que se iba apagando en él la hermosura que lo hizo sobresalir como uno de los más suntuosos exponentes arquitectónicos de La Habana, después de tantos malogrados «retoques» que lo hacían parecer, a decir de muchos, como «una vieja con colorete».

Así, durante tres largos años, el imponente inmueble permaneció inmerso en una intervención rigurosa y capital, hasta este 1ro. de enero en que volverá a recibir, en todo su esplendor, a su público de siempre, gracias al enorme empeño del Ministerio de Cultura (Mincult), y a la participación de instituciones como Tecnoescena, el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), Artex, el Icaic, el Consejo de la Administración Provincial de La Habana, la Oficina del Historiador de La Habana, Servicios Integrales Especiales (Seisa), la Agencia de Protección contra Incendios (APCI), y la Organización Básica Eléctrica Soterrado del Ministerio de Energía y Minas.

Cuando este viernes, justo bajo la dirección de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, el Ballet Nacional de Cuba presente su Tríptico clásico para invitados especiales, personalidades del arte y la cultura, y para quienes se entregaron en cuerpo y alma a la realización de una obra monumental, el GTH, transformado en un asombroso complejo cultural, se situará de nuevo entre los más importantes teatros de su tipo en el mundo.

Y cuando la reconocida arquitecta Vilma Bartolomé Arencibia, al frente del Proyecto Espacios, afirma que otra vez los cubanos tendremos la satisfacción de disfrutar de un lugar de privilegio, que se halla al más alto nivel internacional, no exagera en lo absoluto. «Lo avalan las condiciones y las prestaciones que ahora brinda este gran complejo cultural que ofrece un confort de primer mundo y la tecnología más  avanzada...

«Si a ello le añades que se trata de una edificación que puede mostrar con orgullo una historia increíble, que además está entre las más emblemáticas de La Habana, con envidiables valores arquitectónicos y patrimoniales, ubicada en una zona muy especial... Mira, te puedo asegurar que ha sido una gran responsabilidad, pero también un inmenso honor haber asumido este reto».

Luces y espacios

Hace ya más de 15 años (surgió en 1998) que el Proyecto Espacios, que dirige Vilma Bartolomé, se ha propuesto propiciar en Cuba, de manera armoniosa, el vínculo entre la arquitectura, el diseño y el arte. Integrado por arquitectos, diseñadores gráficos, industriales y de vestuario, ingenieros, historiadores, licenciados en Humanidades y en Ciencias, se ha adentrado, con notable éxito, en el mundo de la arquitectura y los interiores. Y exactamente por esta última razón fue convocado por el Mincult.

De más está decir que desde que recibieron tamaño encargo no ha habido ni un minuto de respiro para Espacios. «Nos referimos a un edificio importantísimo que, sin embargo, se encontraba en un estado de deterioro muy avanzado. Pero enseguida estuvimos dispuestos a rescatarlo para nuestra cultura, que es rescatarlo para el país», expresa Vilma a JR.

Espacios se responsabilizó con la dirección de los interiores, y recibió la colaboración de muchísimos creadores del FCBC. «Lo primero en que nos concentramos fue en la restauración de la sala García Lorca, en la que utilizamos materiales y técnicas de primera línea, con el objetivo de asegurar la calidad de la terminación. Luego nos volcamos en el Café de la Ópera —situado donde estaba la oficina de correo— y en una cava de vino muy relacionada con este. Además trabajamos en el Tablado, un área para el desarrollo del flamenco, pues esta institución siempre estuvo muy vinculada a la cultura española, e incluso le entregó a Antonio Gades y a Cristina Hoyos el Premio Gran Teatro de La Habana. El espacio está preparado además para acoger descargas de trovadores, presentaciones musicales de pequeño formato, etc.

«En la parte superior se logró que reaparecieran los antiguos salones de ensayo, que con el tiempo fueron derivando hacia otras funciones; también se ubicó en el segundo nivel una gran galería de arte, la Orígenes, que ya existía pero antes ocupaba parte del vestíbulo. Ya sabes que este último lo decidimos abrir para que ofreciera una nueva visualidad y diera la transición de perspectivas entre un espacio y otro».

De igual modo, Espacios estuvo involucrado en la sala monográfica denominada Zoom, que según explica Vilma, «fue pensada para hacer un recorrido histórico de todo lo significativo que ha ocurrido en el GTH. Por supuesto que hace énfasis en el ballet... Finalmente está el piso superior, ocupado por un enorme salón multiuso, que puede asumir cenas, actividades protocolares, conciertos, o empleado como sede de eventos al estilo de la Bienal, la Feria del Libro...

«Sí, han sido tres años de trabajo muy fuerte; un período en el que han aportado muchísimos profesionales de prestigio de todas las especialidades, afiliados al Fondo Cubano de Bienes Culturales y a Atrio (Empresa de Proyectos y Servicios de Ingeniería de la Cultura), y dirigidos por el Mincult, que ha tenido un peso determinante.

«Se trata de una intervención total, que ha incluido, además, la restauración de la fachada, la iluminación, el cambio de todos los sistemas: acústicos, eléctricos, de aire acondicionado... No olvidemos que a lo largo de los años el GTH recibió no pocas intervenciones, pero algo desordenadas, de modo que el edificio estaba muy fragmentado, con espacios, además, que tenían usos que no eran compatibles...

«Lo primordial era rescatarlo como parte del patrimonio, rescatar su arquitectura desde una intervención contemporánea, propia del siglo XXI. Por ejemplo, la iluminación cambió, al igual que muchas de las técnicas de construcción que aplicamos. Y ahí está: nuevamente hermoso, lleno de elegancia e hidalguía».

—Vilma, ¿algún orgullo en particular?

—Esta ha sido una labor compleja que hemos podido llevar adelante gracias al trabajo en equipo, con excelentes profesionales. Creo que el mayor éxito es haber rescatado el edificio, que es un inmueble muy particular que forma parte del patrimonio nacional. Nos hace muy felices haberlo logrado, devolviéndole toda su espacialidad y todo su glamour.

Historias para contar

Seguramente desde hace tres años el restaurador Alberto Hernández cree con más fuerza en el destino. Todo el mundo se percata de ello cuando conoce que él pertenece a DecoRest, un grupo que lleva una década especializándose en la decoración y en la restauración integral.

Cuentan que siendo un niño, mientras paseaba con su abuelo por las cercanías del Capitolio, vio venirse abajo un ala de una de las samotracias (mujeres aladas) que coronan las tres torres del Gran Teatro de La Habana. Por supuesto que Alberto jamás ha podido olvidar el alboroto que se formó aquel día, pero nunca imaginó que con los años se sumaría al colectivo conducido por el ingeniero Pedro Ariel Guerra Payán, con el que aceptaría el compromiso de restituirle la gracia y alargarle la vida a estos llamativos elementos que le otorgan un sello muy distintivo a la edificación.

Con no pocas obras en su haber que hablan de su excelencia, DecoRest también fue invitado a participar en esta intervención que sin dudas constituye el mayor desafío que el grupo ha enfrentado hasta la fecha. Lo afirma sin temor a equivocarse el mismísimo Pedro Ariel, quien señaló a JR que en varias ocasiones compartieron esta responsabilidad con Capitel, con Enrique Estévez al mando, y con Restauro Habana, guiado por Frank Díaz y Héctor González, grupos multidisciplinarios que igual jugaron un papel fundamental a la hora de inyectarle nueva vida al Gran Teatro de La Habana.

«Ha sido una experiencia muy enriquecedora, pues nos ha permitido crecer aún más en lo profesional, además de que en lo humano era muy estimulante apreciar cómo poco a poco los espacios iban adquiriendo su verdadera dimensión, y eso es muy satisfactorio para un restaurador», enfatiza Pedro Ariel.

En lo adelante la huella de DecoRest se podrá descubrir en una parte significativa de la cubierta, en la fachada, así como en el lobby y en la reanimación de este. Su mano también será visible en la recuperación de las tres torres.

«Estaban muy deprimidas y con peligro de derrumbe. Cuando empezamos a ahondar y a buscar los elementos partidos, las piedras sueltas, los vicios ocultos de otras intervenciones mal realizadas, nos percatamos de que nos enfrentábamos a un tremendo fenómeno.

«A ello se le añade el hecho de que el GTH se halla en medio de un ambiente marino, lo que significa que en todos estos años ha sido muy fuerte la acción del salitre sobre las estructuras de acero de las torres, que al oxidarse aumentan su volumen y se fracturan.

«Pero esa lluvia ácida también ejerce una influencia fatal sobre las samotracias, que se concibieron huecas y con láminas de cobre... Imagínate que, por ejemplo, nos encontramos las alas en muy mal estado y “aseguradas” al cuerpo de las esculturas por medio de unos angulares inventados que nada tenían que ver con la pieza... La situación era tan compleja que nos vimos obligados a buscar el apoyo del Comité de Expertos del Ministerio de la Construcción...», apunta Guerra Payán.

«Fue muy consciente el trabajo con los materiales ferrosos para los cuales se emplearon herramientas eléctricas con el objetivo de eliminar la mayor cantidad de óxido posible, a pesar de que hubo partes del acero a las que no se pudo llegar porque están confinadas con la piedra. No obstante, aunque ha sido una intervención profunda, a conciencia, cuando el hierro se oxida ya está enfermo, por tanto habría que establecer períodos de conservación y mantenimiento para que el deterioro no se incremente. Eso será fundamental en lo adelante».

Muy seria restauración

Para Pedro Ariel resultó esencial la labor de Restauro Habana para poder salvar las famosas estatuas metálicas a las que hubo que practicar un pequeño orificio a través del cual introdujeron una cámara muy moderna que les permitiera observar y estudiar el interior de las piezas para determinar su grado de deterioro. Entonces se decidió, explica, abrirlas por la espalda y por las alas para colocarles un elemento fijo con el objetivo de reforzarlas interiormente.

«La restauración cuando es seria se empeña en mantener lo original y evita sustituir la menor cantidad posible de elementos. Pero en este caso hubo que elaborar en su mayoría las balconeras, las balaustradas, los alfiles (pináculos), porque estaban fragmentados o partidos, y apenas existían los originales. Es que este tipo de torres se fabricaban con estructuras de vigas de hierro que se revestían con piedras, pero calizas, muy débiles. No ocurre igual con las de la fachada, en las que se empleó la conchífera, que es más resistente».

También en la parte frontal del edificio, DecoRest se topó con zonas muy dañadas, con algunos grupos escultóricos que aparecían incompletos, pues les faltaban cabezas, brazos, manos, figuras de animales, que ellos también tuvieron que modelar. Asimismo se encargaron del fregado, de quitar la polución de tantos años, los golpes, las intervenciones con otros materiales... Hoy se nota la diferencia. El cambio llama la atención.

Si lo dejan elegir su mejor impronta en esta intervención, Pedro Ariel no se demora en responderle a JR: Los dos florones nuevos que lucen espectacularmente en los techos del vestíbulo. «Nunca antes existieron, así que nos dimos a la tarea de idearlos desde el principio, con un serio trabajo de mesa. Los hicimos a mano y miden 6,30 por 2,50. Se dibujaron y luego se tallaron. ¿Son hermosos, verdad?», afirma este destacado ingeniero sin esconder su satisfacción.

Bienvenidos al nuevo paraíso

Un total sentido de pertenencia hacia la obra y una conciencia real de lo que significa rescatar una obra de tanta envergadura para nuestro patrimonio, caracterizó definitivamente a cada uno de los que participaron en ella, empezando por el viceministro Julio Ballester, quien estuvo al frente de la inversión, y Leonardo Tur Broche, director de dicha institución, «quienes han sido los primeros en echarse toda la responsabilidad encima». Lo reconocía Julián González, ministro de Cultura, ante un número significativo de personalidades del país.

«Cuando nuestro público visite esta joya de la arquitectura, el próximo domingo 3 de enero, también a las cinco de la tarde, para disfrutar del Tríptico clásico, conformado por el I acto de Giselle, el II de El lago de los cisnes y el III de Coppelia; ese regalo que nos harán Alicia Alonso y su compañía, posiblemente aunque hagan muchas fotos no tendrán con claridad la idea de la envergadura de lo que se ha hecho aquí. Y es necesario que se conozca porque creo que hoy tenemos un mejor complejo cultural que el que existía.

«La sala García Lorca, digamos, que antes tenía alrededor de 1 500 capacidades, ahora quedó con 1 300. Pero ha valido la pena, porque la platea estaba un poquito apretadita. Ahora las butacas son más amplias y mucho más cómodas, más confortables, como exige una sala de esta categoría. La torre de tramoya terminó con 24 camerinos perfectamente climatizados y acondicionados, con las vías para el acceso rápido al escenario.

«Cuenta, además, con 300 puntos de luces, con una pizarra de última generación y una dotación de dimmers (atenuador, sirve para regular la energía en uno o varios focos y variar la intensidad de la luz); con un sonido de máxima calidad... Se reordenó el sistema acústico, se restauraron las puertas y los palcos, todas las visuales son perfectas, la climatización es la que exactamente requiere el complejo... En fin, bienvenidos al nuevo paraíso».

Como en los tiempos en que se hizo famosa la frase: «Tres cosas tiene La Habana que causan admiración: el Morro, La Cabaña, y la araña del Tacón», el GTH Alicia Alonso podrá lucir una lámpara, elaborada en Checoslovaquia, «que es el aporte de la Oficina del Historiador a la restauración del complejo. Esa lámpara fue una obsesión nuestra en función del rescate de la historia».

También habrá que ir al Gran Teatro para volver a escuchar el estupendo sonido del piano que empleara Lang Lang durante el concierto en la Plaza de la Catedral, que protagonizó junto al maestro Chucho Valdés. «Fue una decisión del Instituto Cubano de la Música ubicar en esta institución ese piano (valorado en más de 146 000 dólares), que donara a Cuba la firma Steinway & Sons. Eso quiere decir que este espacio será además sede de notables conciertos».

«Este 1ro. de enero reabre el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y sentirnos que hemos realizado una buena obra. Para el país y para la cultura cubana. Salvo los muebles de la sala García Lorca, la decoración y la restauración fue asumida por artesanos y artistas de Atrio y del Fondo Cubano de Bienes Culturales. Ha sido una producción netamente nacional. Y una expresión de que se puede».

Foto: Yailín Alfaro

La sala García Lorca vuelve a estar entre las de más confort y mejores equipadas del mundo.

Antiguos y nuevos proyectos se distribuyen en los niveles segundo y tercero del edificio.

El ingeniero Pedro Ariel Guerra Payán.

Vilma Bartolomé dirige el Proyecto Espacios.

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