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Una niña detrás del lente

Retratar es un acto espontáneo y es la imagen la que debe sorprender al artista, afirma una fotógrafa bejucaleña de 17 años, la miembro más joven de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Mayabeque

Autor:

Yunet López Ricardo

BEJUCAL, Mayabeque.— El extraño objeto pasaba de mano en mano. Era el causante de que la casa estuviera llena de alboroto y todos se juntaran entre sonrisas como si vivieran dentro de un cuadro. Entre pajaritos, un poco más a la izquierda o ríete de verdad, hubo un momento en que lo tuvo muy cerca, y a sus nueve años curiosos no dudó en sujetarlo y explorar cada botón. De pronto, se le hizo luz en las manos y le permitió atrapar el momento.

Familiar fue la primera foto de Yanela Piñeiro Gutiérrez, la niña fotógrafa, como muchos la llamaron cuando pregunté por ella en su pueblo, Bejucal, y desde entonces retrataba cuanta cosa tuviera delante hasta hoy, cuando sus instantáneas han sido expuestas en el Museo Nacional de Bellas Artes, constituido la portada de un libro, conformado cinco exposiciones personales y logrado disímiles premios nacionales y foráneos, la joven sigue apostando por la espontaneidad.

«Nunca he buscado la imagen, ella me encuentra. La espontaneidad es un recurso valioso, yo dejo que el lente me sorprenda; miro, presiono el obturador y ya está.

«Comencé con la cámara de mi papá, una que no tenía marca ni lente intercambiable, pero desde esos cinco mega píxeles hice muchísimas fotos y con algunas de ellas obtuve menciones y reconocimientos a pesar de mi edad. Al principio tomaba millones a cada situación, personaje o lugar y luego escogía una. Hoy manejo esas proporciones, pues he tomado mayor conciencia de este arte», dice.

—¿Qué temas te apasionan?

—Estoy definiendo el camino de mi estilo, no sé todavía a dónde me llevará, ahora lo pruebo todo. No obstante, me inclino hacia la vida social, la gente y sus costumbres, captar tanto personalidades como lugareños anónimos. Una buena foto puede ofrecerla cualquier sitio o persona, pero un profesional debe convertir el escenario en su cómplice.

«Me gusta el trabajo de los fotógrafos y críticos de arte Ramón Cabrales y Rufino del Valle; Pedro Portales, de San Antonio de los Baños; el melenero Alejandro Ávila, entre otros. Asimismo, me inspiran las creaciones de Alberto Korda, captan el instante y utiliza mucho el blanco y negro. De las mías no sabría cuál escoger, la mejor está por tirar todavía.

«Defiendo los retratos, sobre todo con la técnica que mencioné; muchas de mis obras en colores han sido paisajísticas, el resto va en esos tonos, y aunque la fotografía está bastante desarrollada, insisto en usar dos matices porque dan fuerza y conceden otras lecturas a la imagen».

—Tu trabajo muestra diversos retratos de ancianos, ¿por qué ese énfasis en la vejez?

—Para ese género prefiero a la tercera edad, atrapar el paso del tiempo, la piel gastada, los lunares, la mirada añeja. El retrato exige mucho del fotógrafo, yo aprovecho la luz, las arrugas que cuentan días tristes, de trabajo o felicidad, y lo disfruto. Tuve la oportunidad de fotografiar a mi bisabuelo muchas veces, tenía 91 años.

—Comenzaste en este mundo siendo muy pequeña, ¿dudaron alguna vez que las fotos fueran realmente tuyas?

—El inicio no fue fácil, en no pocas ocasiones se negaban a que participara en exposiciones por ser únicamente para adultos, pero después las puertas se abrieron y pude asistir y demostrar mi talento.

«Muchos se asombraron cuando tuve mi primer salón, Reflejos de una ciudad, en 2009, durante la Bienal de Fotografía en San Antonio de los Baños. Mi creación en esas paredes la tomé aquí, a la portada de una casa con un graffiti.

«En San Antonio, unos años después, conocí a Ramón y Rufino, matriculé en la academia fundada por ambos, Cabrales del Valle, y entonces pasaba toda la semana estudiando los contenidos de la Secundaria Básica y los sábados mi papá me llevaba a recibir sus clases.

«Con ellos pulí mi técnica, aprendí procedimientos de trabajo, efectos, y me ayudaron a demostrarles a los escépticos que yo tenía el talento. Mi papá hablaba por mí, y así, con su voz y mis fotos los convencimos.

«Junto a otros profesionales, en la Academia salía a «safaris» fotográficos donde me probaba y demostraba lo que podía hacer; de ese modo fui imponiéndome y ganándome un lugar».

—¿Qué proyectos han marcado tus ocho años de carrera?

—Una de mis últimas oportunidades fue participar en ¿Cómo lo vemos a usted y cómo nos ven?, un proyecto donde el fotógrafo norteamericano Jeffrey Cárdenas y yo tomamos instantáneas a cerca de 600 personas en la Plaza Vieja, en julio de 2014.

«Con idénticas cámaras y luces, pero en diferentes estudios las hicimos, luego contemplamos las reacciones de los retratados ante dos estilos diferentes; el de su experiencia a los 50 años y mi juventud. La exposición bipersonal estuvo en el Museo Nacional de Bellas Artes».

—¿Cómo te ves tú?

—Amante de la fotografía. En cuanto la descubrí me dediqué a sus antojos y no me interesaron los obstáculos, sino las sensaciones de experimentarla; ella y yo hemos crecido juntas. Mi papá creyó en mí desde el principio, desde que veía a la cámara como un hobbie hasta hoy, cuando ya este arte es el centro de mis días y va dentro de mí.

«Toda mi familia me ha apoyado, pero mi papá es como mi representante. Él ama este arte tanto como yo, por su timidez dejó su deseo en el marco familiar, pero ha impulsado mucho a su única hija».

—Fotógrafa talentosa, pero los meses del 12 grado están por concluir, ¿qué piensas estudiar?

—Mi opción inicial es Estudios Socioculturales, pero sin dejar a un lado mi primer amor. Creo que esa carrera aportará mucho a mi futuro tras el lente.

«Siempre he llevado de la mano los estudios y las fotos. En la escuela la cámara para mí no existe, tengo que concentrarme en las clases. Pero el fin de semana, si voy a algún lugar la cámara nunca se olvida. Salgo a caminar por las calles de Bejucal con ella entre las manos, esperando que llegue a sorprenderme una imagen».

—¿En qué andas involucrada ahora mismo?

—Este año obtuve el Primer Premio en el Concurso de Fotografía que sucedió en la Tercera Cumbre Iberoamericana de Agencias Locales de Género, Mujer y Ciudad, en Santiago de Chile.

«La obra premiada fue Lavandera, la cual muestra a una señora tendiendo un mosquitero a contraluz. La tomé en la finca donde vive mi mamá, en Buenaventura, Bejucal. En uno de los patios cercanos tropecé con esta mujer. Como dije, no tengo lugares de preferencia, es un proceso totalmente imprevisto.

«También participé en la exposición colectiva Entre click, flash… instantáneas, el pasado enero, la cual se exhibió en la Sala de la Diversidad de la Oficina del Historiador de La Habana, allí asistí con la serie Entre sombrillas y paraguas, casi 40 fotos que tomé cuando tenía 11 años».

—¿Cuánto te ha aportado pertenecer a la Asociación Hermanos Saíz?

—Me ha enseñado y permitido ser parte de varios proyectos. Actualmente participo en Luces atravesadas, para el cual retraté a la poetisa bejucaleña Zurisaday Gómez. Mis imágenes tienen poesía también, varias lecturas y un poco de mí.

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