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Estrellas para una noche

Con diferentes formaciones y ante un público exigente, 12 primeros bailarines de las principales compañías del circuito danzario, llegaron a La Habana a mostrar por qué forman parte del Olimpo de la danza clásica en la actualidad

Autor:

José Ernesto González Mozquera

Una noche de lujo fue, sin duda, la gala Ballet Royalty que se presentó en función única en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Bailarines y coreografías a un lado, hay que agradecer la intención y el deseo de Improvedance de Estados Unidos y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas de Cuba por traer a la Isla a primerísimas figuras del ballet mundial en una velada que marcó la historia como uno de los eventos del año en el país.

Con diferentes formaciones y ante un público exigente, 12 primeros bailarines de las principales compañías del circuito danzario (Bolshoi, Royal Ballet, American Ballet Theatre y Mikhailovsky Theatre, entre otros) llegaron a La Habana a mostrar por qué forman parte del Olimpo de la danza clásica en la actualidad.

Con coreografías ya conocidas por los cubanos, pero en otras versiones, así como tres piezas de corte neoclásico, se conformó un programa concierto que permitió apreciar las diferentes formaciones de los bailarines invitados y sus particulares potencialidades. Las expectativas eran altas, y los invitados subieron el listón.

Cada bailarín dejó sobre la escena de la sala García Lorca una estela de refinamiento y gracia que, aun con las marcadas diferencias entre cada uno, nadie pudo suponer que estas galas les permiten interactuar. Aunque pocos se conocen y poco han bailado juntos, en escena, parecieran haber sido partenaires por mucho tiempo.

Tal fue el caso, en especial, de los rusos Semyon Chudin (Bolshoi) y Jurgita Dronina (Real Ballet de Canadá) en los pas de deux de La bella durmiente y de Giselle. Ella, todo lirismo y gracia; él, todo un príncipe, elegante y con una figura envidiable, además de un portento técnico y atento partenaire.

La pequeñísima María Kochetkova, una de las consentidas del mundo del ballet en la actualidad, nos regaló una Kitry inspirada, limpia y con estilo; junto a un Daniil Simkin que hizo levantarse al público en su pirotécnica y carismática interpretación del solo Le bourgeois, de Ben Van Cauwenbergh.

Esperado era el regreso, diez años después, de la estrella rusa Ivan Vasiliev, quien aún con un físico poco habitual para el ballet, sorprendió por mantener intactos sus pirotecnias técnicas con igual soltura, además de una alegría contagiosa en escena en el pas de deux Las llamas de París. Lo acompañó la bella ucraniana Iana Salenko, de línea exquisita, elegante y segura; quien también se unió al elegante Matthew Golding (Royal Ballet) en el Cisne Negro.

Interesante la interpretación, los matices y el vuelo estético que le brindó la japonesa Misa Kuranaga (Boston Ballet) al solo La muerte del cisne; además de regalarnos la Sílfide y el escocés junto al cubano Rodrigo Almarales.

Almarales se unió a la también cubana Adiarys Almeida (en su regreso a la escena nacional después de 13 años) en el dúo Chor. No. 2 del joven bailarín; donde se notó, junto a una excelente ejecución, recurrencias al estilo marcado por Jiry Killian y su musa Silvye Guillem.

Adiarys brilló además en un Corsario, pas de trois donde lució sus espectaculares fouettes acompañada por Golding y por el guest artist Joseph Gatti.

Fue, sin duda, una gran noche para la danza, un momento para apreciar en Cuba este tipo de eventos. Ojalá que, además del Festival Internacional de Ballet, llegue a la Isla todos los años lo que más vale y brilla de la danza mundial.

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