Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Armónica coherencia del caos

Pladur se titula el más reciente estreno de Vital Teatro, que acoge durante los fines de semana de agosto y septiembre la sala Tito Junco, del Centro Cultural Bertolt Brecht

Autor:

Lourdes M. Benítez Cereijo

El orden «enredado» de la situación dramática como postulado expresivo, acciones no lineales, lecturas autonómicas de los episodios, inexistencia de unidad temática o vasos comunicantes, en fin, la voluntaria exposición del caos como situación armónica y coherente, son algunas de las particularidades de Pladur, el más reciente estreno de Vital Teatro, que acoge durante los fines de semana de agosto y septiembre la sala Tito Junco, del Centro Cultural Bertolt Brecht.

Pladur, primer segmento de la obra. Foto: Roberto Ruiz

En diálogo con Juventud Rebelde, Alejandro Palomino, director de ese colectivo que ya acumula más de dos décadas de experiencia, comentó acerca de algunos detalles de esta obra, conformada por tres piezas breves (Pladur, Cajas de madera y Revolico a dúo) escritas entre el dramaturgo Amado del Pino y él.

Cajas de madera, segunda pieza de la puesta. Foto: Roberto Ruiz

«Los intereses éticos/formales de este proyecto descansan en la coexistencia (ese carácter lúdico y enriquecedor del teatro como fenómeno socio-cultural) de estilos, impresiones y sensaciones variopintas según el conflicto que en ese momento tiene lugar durante la representación. No es preciso sostener un hilo conductor o una leyenda aristotélica a lo largo de la acción porque no existe. Cada cuadro o episodio implica una lectura independiente», explica el también actor.

El texto pertenece a un momento muy particular y de plena madurez artística de Vital Teatro, un conjunto cuya célula fundamental son jóvenes actores egresados de la Universidad de las Artes o la Escuela Nacional de Arte. «En la formación teatral del colectivo coinciden varias metodologías sobre la enseñanza y misión del rol del actor en la sociedad contemporánea. Al mismo tiempo, han desarrollado sus carreras profesionales en los medios. De ahí que los temas y estilos, conceptos y estructuras que sacude Pladur son también muy diversos en ese sentido, pero también muy leales a las preocupaciones más urgentes que nos acompañan como individuos sobre el destino de nuestra nación».

Vital Teatro atesora una década de colaboraciones con Amado del Pino. Triángulo fue la primera experiencia y de ella nacieron criterios e intereses afines. A esa obra le seguirían En falso y Cuatro menos. La trilogía se recoge en el volumen Triángulo vital, que se publicara bajo el sello de Ediciones Unión.

«A esas obras, que contienen las claves de nuestra labor en común, hemos sumado Revolico a dúo —tercer cuadro de Pladur— como viva continuidad de aquellas indagaciones y comienzo de una nueva y ferviente discusión a favor del teatro que queremos realizar. Este es un intercambio similar al que tenemos con Ulises Rodríguez Febles y sus inquietantes criaturas», señala Alejandro Palomino.

El espectáculo, con un elenco integrado por Néstor Jiménez, Enrique Bueno, Nora Elena Rodríguez, Yía Caamaño, Susana Ruiz, Alina Molina, Adriana Quesada, Marlon López y Joao Padilla, entre otros intérpretes, tiene además la particularidad de que fue diseñado en función de las potencialidades de los actores de Vital Teatro; pensado, escrito y montado especialmente para ellos.

Uno de los objetivos permanentemente anunciados de la agrupación es indagar en el rol del actor en y dentro de los medios audiovisuales contemporáneos, y de allí recoger los elementos expresivos que mejor se integren a la praxis teatral que realizan. «Es difícil. Es una labor muy atractiva, interesante, pero muy egoísta… Aunque al egoísmo del teatro no lo supera nada y eso hay que reconocerlo y respetarlo. Es una máxima que aprendí de mis maestros», explica Palomino.

Heredero y continuador de las enseñanzas de Flora Lauten y Vicente Revuelta, el director afirma que «de los maestros se aprende a ser como ellos y todo lo contrario en la misma unidad de tiempo y acción. Se aprende a ser como ellos y a renunciar tranquilamente a ser como ellos. A escribir, a actuar o a dirigir no se aprende de nadie. De hecho, “cuando más preparado estás para realizar alguna de esas labores, justo en ese momento la vida termina, entonces también estás listo para morir”, decía Stanislavki. El dilema está en saber vivir al límite siempre, sin miedo pero con humildad, sin sumisión, con disciplina. Eso no es fácil asimilarlo. Cuesta un mundo alcanzar esa condición porque exige de un equilibrio permanente desde el punto de vista emocional, físico y racional».

Y si de retos se trata, el montaje de Pladur no fue un proceso para nada sencillo. Hemos tenido los desafíos habituales y tuvimos que recurrir a las herramientas con las que se construye un espectáculo teatral, puntualiza Palomino, y argumenta que casi todo el teatro que se realiza en Cuba es artesanal: con pocos recursos materiales o dispositivos escenográficos, un precario sistema de luces y vestuario del armario de los actores… Esa circunstancia ya es algo que históricamente ha venido trazando un «modelo de comportamiento», desde el mismo punto de partida del proceso creador. Es una condición de nuestra labor como teatristas.

«Es cierto que algunos son más “consentidos” que otros y desarrollan una cierta y notable visualidad, pero también se les traba el paraguas», sentencia.

Por ahora, Alejandro Palomino dedica su tiempo y pensamientos a Pladur. No está seguro de lo que vendrá después, aunque tiene en planes ir a Japón a participar en una película. Refiere que quizá, a su regreso de tierras niponas, retorne a Arthur Miller y sus endemoniados personajes, lo cual define como una dulce pesadilla pendiente. Todo depende de la experiencia que viva por allá, porque dice estar seguro de que ese viaje lo va a volver «loco».

Al preguntarle qué distingue a su colectivo dentro del amplio panorama escénico, el teatrista dice sin reservas que Vital Teatro es y representa la gente que le da vida. «Somos una familia muy parecida a otros grupos teatrales, visibles o no tan visibles. Cada agrupación tiene sus características y estilos personalizados, pero todas coinciden bastante con sus similares en las pugnas, ficciones, realidades, obsesiones y empujes por conseguir y resolver la necesidad conocida, es decir, en ser existencias libres.

«Quizá ese sea el mayor de los premios que pueda alcanzar un grupo de teatro: la libertad en la diferencia. Los problemas no debieran estar en las divergencias, porque los matices, los contrastes, son esencia, fuerza y vida. Así hemos crecido durante estos 22 años. Lejos de la intolerancia, lejos de las conductas o comportamientos de exclusión: libres. Así seguiremos trabajando».

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