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Un puñado de historias vivientes

Un puñado de trigo y otros cuentos, del escritor indio de Prem Chand, publicado por la Editorial Arte y Literatura, destaca por su poética descarnada, distante de cualquier extremismo panfletario

Autor:

Rodolfo Zamora Rielo

«Shanker abandonó este mundo sin sentido, tras veinte años de servidumbre. Aún gravitaba sobre él una deuda de ciento veinte rupias. Al panditji no le agradaba la idea de molestar al hombre en el otro mundo: no era tan cruel e injusto. Así que tomó por la garganta a su hijo menor. Todavía hoy este trabaja en casa del sacerdote. Solo Dios sabe cuándo alcanzará la salvación, si acaso la alcanza». Con esta descripción irónica y pesimista va cerrando el escritor indio Prem Chand el cuento Un puñado de trigo, el que da nombre a la selección publicada por la Editorial Arte y Literatura, puesta a disposición del público en todas las librerías del país.

Representativo, según algunos especialistas, de la denominada literatura social o de la conciencia, Un puñado de trigo y otros cuentos destaca por su poética descarnada, distante de cualquier extremismo panfletario, aunque la denuncia brote de sus trazos como un océano de espigas. Signada por la cicatriz autobiográfica o la adhesión a la causa de millones de seres empujados a la marginación por su posición social, sexo o religión, la literatura de Prem Chand apuesta por la voluntad de estilo, el lenguaje directo hasta lo incisivo, el esbozo de personajes salidos de la más cruda circunstancia, tan calados por la tragicidad que se graban en la memoria de los lectores.

Autor de una prolífica obra narrativa, teatral y cinematográfica, Prem Chand resalta por su comunidad de matices, por una franqueza que devela sin tapujos. Muchos coinciden en la carencia de artificio de sus imágenes, tributarias de cierta «ficción objetiva» que rechaza tanto la  comodidad del distanciamiento como la vehemencia del rencor: solo el universo que se fragua desde adentro, encofrado, como decimos los cubanos, con sangre, sudor y lágrimas.

Cualquiera podría acercarse, a través de estas narraciones, a la historia de la India. Así, la miseria, la servidumbre, el abuso, la tragedia del vacío, la arrogancia, se personifican en seres condenados por un entorno agresivo, que contrasta sin embargo con un mundo de colores, costumbres, música. Este equilibrio logrado por el autor convierte a sus obras en un monumento didáctico, de sabiduría paciente e imperturbable. Su compromiso formativo comulga con la perspectiva de un futuro construido sobre la virtud de una nación inclusiva, moderna, conjurando injusticias sobre los despojos de un pasado de ignominia y sujeción.

La pluma de Prem Chand no obedece a la abstracción creativa. Nacido el 31 de julio de 1880, en Lamani, sufrió desde pequeño la orfandad y la penuria. Devenido maestro, pronto enfrentó las consecuencias de su inconformidad. Contestatario por antonomasia, no solo desafió los tabúes al casarse con una viuda, pues la tradición las obligaba a inmolarse en la pira con sus difuntos maridos, sino que prefirió el hindi al urdu como lengua literaria, como muestra de su apego nacionalista. Además, rechazó poner su periodismo al servicio de la metrópoli en la Primera Guerra Mundial. Fue el influjo de Mahatma Gandhi quien lo llevó a colaborar con varios medios de carácter anticolonial. También a instancias de Gandhi presidió el Primer Congreso de Escritores Progresistas, celebrado en el Lakhnau de 1933, uniendo a los autores de todas las lenguas del país.

Son los elementos de esa larga trayectoria periodística los que se vislumbran en una construcción narrativa que tributa a la crónica, sin poder soslayar el tono reporteril, cuando atrae al lector por vericuetos que desembocan en desenlaces imprevisibles, punzantes, súbitos como una puñalada de verismo. Van surgiendo entonces las figuras del niño que entrega su amistad a un intocable, o el que prefiere comprar con sus ahorros la comodidad para su abuela antes que golosinas, o la mujer que se enfrenta a la indolencia del machismo, o el musulmán piadoso que perdona al hindú asesino de su hijo. Es esa sabiduría la que ofrece en algunas soluciones dramatúrgicas la esperanza que alimenta la certidumbre frente a la zozobra; la misma que presenta ricos que se conmueven y premian la honradez junto a los amigos que ponen la justicia por encima de su camaradería o quien demuestra que la generosidad no desaparece si no la invoca la fraternidad de la desdicha.

Adentrarse en las peripecias inmortalizadas por Munshi Prem Chand, bautizado como Dhanpat Rai Srivastav, parecería atravesar un caleidoscopio: mágico, variopinto y, a la vez, coherente. Si todavía guarda algún recelo y no ha reparado en la magnífica plasticidad de la cubierta o la excelente traducción y edición; si no ha sucumbido al abarcador prólogo de ese sabio que es Gabriel Calaforra, remítase entonces al final del cuento Un puñado de trigo, que da nombre al libro. Allí, el propio autor, como si lacrara en fuego, advierte a los incrédulos con una bengala en medio de la noche: «Lector, esta no es una historia imaginaria. Es la verdad viviente. En el mundo todavía hay sacerdotes como este y hombres como Shanker».

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