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Soy un intelectual y además de izquierda

Casa de las Américas le acaba de dedicar su Semana de autor a Paco Ignacio Taibo II, quien presentó el libro Ernesto Guevara, también conocido como el Che

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Ernesto Guevara, también conocido como el Che constituye el más reciente regalo literario de Casa de las Américas, «aprovechándose» de que un grande de nuestra región y del mundo, Paco Ignacio Taibo II, es el protagonista de la Semana de autor que organiza la reconocida institución y que hasta la fecha nos ha puesto al alcance del alma a escritores de la talla de Sergio Pitol, Juan Villoro, Ricardo Piglia, Diamela Eltit, Pedro Lemebel, Rodrigo Rey Rosa...

Más que felices andan los lectores desde que conocieron que una vez más está en La Habana el notable autor mexicano que vivió sus años iniciales en Gijón, hasta que su familia decidió abandonar la España fascista, en 1958, y que ha firmado títulos muy buscados, al estilo de Héroes convocados: manual para la toma del poder, Pancho Villa: una biografía narrativa, El Álamo: una historia no apta para Hollywood, La vida misma, Cuatro manos, La bicicleta de Leonardo, De Paso, La lejanía del tesoro...

Pero, ¿por qué Paco Ignacio Taibo II se interesa por escribir estas biografías, si es tan exitoso con las novelas policiacas, por ejemplo?, le preguntó hace un tiempo Juventud Rebelde, durante una de sus estancias en la Isla, a lo cual respondió: «Porque corrían el riesgo de quedarse en el limbo de los íconos y vivir encerrados en camisetas toda su vida. Entonces la manera de rescatarlos era contarlos en profundidad. Mi generación, que había adorado al Che, le había transmitido la imagen del Che a la siguiente generación de una manera absolutamente empobrecida, ya era un oscuro ícono. Otra lavada más y el Che parecía coreano. Entonces, no podía ser. Había que parársele de frente y decirle: te voy contar sin autocensura. Ni tú te mereces una biografía endulzada, ni me la merezco como escritor, y mucho menos los lectores. Bueno, fue un esfuerzo de contar todo lo que encontré y creo que Ernesto Guevara también conocido como el Che es el libro histórico más minucioso que he escrito sobre él en cuanto a información».

—A pesar de ser un escritor de alto reconocimiento, continúa muy cerca del periodismo...

—Porque el periodismo es una de las Bellas Artes, aunque no lo parece. De vez en cuando hay cosas que tengo que contar en clave periodística, que es el único vehículo para hacerlo. Entonces todos los años hago cinco o seis reportajes, no más. No hay año en que no me encuentre algunas historias que contar, que suelen ser muy raras —las cosas que a mí me gustan no tienen que gustarle a los demás—. Entonces, lo mismo puedo realizar un reportaje sobre el último VW que salió de la planta de Puebla, o sobre los responsables criminales del 68; que hacer una puesta al día de lo que se ha escrito sobre el Che después que publiqué la biografía; un artículo sobre tres jóvenes condenados a cárcel por un crimen que no cometieron... Ese tipo de cosas de repente me salen y siempre son trabajos de investigación, me puedo pasar 15 días escribiendo un artículo de cinco cuartillas...

—¿Cómo influyen las malas críticas sobre su obra?

—En general, si no le tienes respeto a quien te lo dice no te afecta. Y las pocas veces que me las han hecho, pues vienen de gente que no respeto. Un crítico literario que es un tránsfuga, fugado del Partido Comunista y pasado a la Ultraderecha, ¿qué respeto puede merecer? ¿Qué no les gusten tus libros? Pues me da mucho orgullo, si le gustaran me pusiera muy nervioso. Pero lo que sí te estimula mucho es la crítica continua positiva del lector. Yo soy de una generación a la que la crítica formal le hizo muy poco caso. No nos querían, no le interesábamos.

«Mi primer libro consiguió tres críticas: todas en contra, de personajes que escribían una crítica diaria para un periódico, se suponía que se leían un libro diario, los llamábamos «solapípedos», porque los muy cabrones solo se leían las solapas. Todo el mundo sabía que eran un fraude. Pues esas críticas no te dañan.

«El segundo libro que publiqué tuvo dos críticas: una a favor y una en contra. Dije: el tercero tendrá tres: dos a favor y una en contra, y voy ganando. No, el tercero no logró ni una. Me declararon inexistente. Hubo un año en México en que gané cuatro premios internacionales, y las revistas literarias, como Plural o Vuelta, no me mencionaron. No pasa nada, me mantienen mis lectores, y además soy profesional de la escritura gracias a mis lectores. Llevo años viviendo de la literatura sin problemas. Entonces, cuando estás en un nivel como ese... Si sumo los libros míos que se vendieron en el planeta debo haber vendido 400 000. Me han dicho: “Me gustó mucho”, cientos de gentes. Esa crítica es alimentaria. Peco de tener poca crítica real y me vendría bien, pero no me faltan tres o cuatro amigos sin pelos en la lengua».

—¿Qué es para usted ser un intelectual de izquierda?

—Lo contrario de ser un intelectual de derecha. Lamentablemente eres intelectual porque vives del intelecto, pero también vives de las horas nalgas. Una novela tiene 12 000 horas nalgas, somos artesanos, no solo hombres de pensamiento. Pensamiento es también artesanía y oficio. Por otro lado, soy, desde que tengo razón, desde los ocho años, un niño de izquierda que ha crecido. ¿Qué significa esto? Significa que soy quien soy, que soy un intelectual y además de izquierda, o soy un hombre de izquierda, y además, escritor.

«No creo que el ser de izquierda ponga obligaciones a mi obra creativa. No creo en el deber ser. No me molestan los poetas intimistas. Al revés, les tengo un gran aprecio. No creo que la literatura deba estar normada por obligaciones extraliterarias. Creo que muchas veces un poema de un verso nada más es igual de radical, subversivo y revolucionario que 38 novelas panfletarias. Creo que cuando Ungaretti dice: “me ilumino de inmensidad” y eso es un poema, es un canto a la vida contra el canto reaccionario a la muerte.

«Pienso que la literatura tiene un espacio de autonomía que hay que proteger, renovar; pienso que cuando llevas las dos cargas encima, las vives sin contradicciones. Nunca he intentado que mi literatura sea de izquierda, sino que sea literatura, y nunca he intentado que mi posición de izquierda sea literaria. No he usado mis privilegios de escritor, pero curiosamente cuando eres una figura pública como escritor, tienes un rol diferente en la sociedad, y eso sí lo he usado, y con gran frecuencia. He usado el espacio social que tengo como escritor para poner mi firma frente a una petición para liberar a un joven detenido por razones injustas, pero lo he hecho como ciudadano, no como escritor».

—En ese ámbito literario e intelectual, ¿tener filo en la lengua puede ser un defecto?

—No sé si un defecto. Ha resultado conflictivo. Tengo acumulados odios en México, por todos lados, de una intelectualidad muy conservadora y además muy corrupta que ha vivido en los últimos años del cuento, asociando su poder en el mundo cultural con poder político y con negociaciones. Bah, ha habido conflictos y los hay muchos frecuentemente. Me han cerrado puertas por todos lados, pero qué daño te pueden hacer cuando tienes cientos de miles de lectores.

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