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Y ahora empieza el mañana

El filme Ya no es antes parece sugerirle a cada uno de sus espectadores la inutilidad del desgaste que en ocasiones conlleva la nostalgia, esa añoranza por lo que no fue

Autor:

Joel del Río

A veces trágica o cómica, a veces sombría o chispeante, siempre revisionista en do reflexivo mayor, Ya no es antes parece sugerirle a cada uno de sus espectadores la inutilidad del desgaste que en ocasiones conlleva la nostalgia, esa añoranza por lo que no fue, la victimización a la que muchos somos propensos cuando se examina el pasado y solo podemos detectar errores y pérdidas. Novios en su adolescencia, allá en los «dorados» 80, Mayra y Esteban se reencuentran 40 años después; ella se vio precisada a emigrar, y él se quedó, y no le quedó más que vivir y «echar pa’lante», lo cual a veces significa dejar atrás hermosas ilusiones de juventud.

Cuando vi por primera vez este tercer largometraje de Lester Hamlet me sofocó, a ratos, su claustrofobia, pues el elenco incluye solo a dos personajes que suelen hablar de lo mismo demasiado tiempo, la acción ocurre en una localización única (interior del apartamento de microbrigadas donde vive Esteban) y tampoco comprendí del todo las motivaciones de ella, y aunque su perfil sicológico y sus acciones se esclarecieron en un segundo y tercer encuentro con la película, me sigue pareciendo que el diseño de Mayra está marcado, hasta cierto punto, por la incoherencia, tal vez debida a ciertos niveles imprescindibles de rapidez e improvisación durante el rodaje.

Mayra decide regresar a Cuba y redimirse de tanto extravío y rotura irreparable, aunque la mayor parte de su frustración y desencanto permanecen en la bruma de las medias palabras. Esteban es mucho más pragmático, y a lo largo de la noche y madrugada, además de prestarse al juego de repasar sueños e ilusiones pretéritas, quiere sexo, quiere algo concreto para tratar de aliviar, momentáneamente al menos, abandonos y carencias demoledores.

Así, la película se desenvuelve, con altos y bajos, dentro de una dinámica de gato y ratón, secretos revelados, y pase de cuentas quizá enaltecedores por su franqueza, dentro de un juego de poderes en el cual Mayra se comporta frecuentemente como la personalidad apremiante, idealista y propositiva, y Esteban aparece demasiado roto como para perder el tiempo con remembranzas. Ambos parecen llegar, paso a paso, a la comprensión de que están precisados a ganar tiempo, un triunfo conquistable, cuando uno pasa de 50 años, solo cuando se tiene el coraje de abandonar el camino de las aburridas certezas, y somos capaces de optar por otra vereda, tentadoras por los muchos asombros y emergencias que la pueblan.

La dicotomía pasado-presente, la disyuntiva entre la remembranza de un ayer paralizante o un presente-futuro prometedor de compensadoras posibilidades está presente en el primer corto y en los dos largometrajes anteriores realizados por Lester Hamlet. Recordar que similares opciones rondaban a la protagonista del cortometraje musical que es Lila, parte de Tres veces dos. La visitación de ofuscaciones pretéritas era parte del conflicto principal en Casa vieja, e incluso Fábula desplegaba una historia ambientada sobre la estrategia de retomar lo que parecía concluido, e iniciar un nuevo camino. De modo que Lester Hamlet, en tanto director y coguionista, se ampara en relatos y obras de teatro ajenas (Abelardo Estorino, Alberto Garrandés, Alberto Pedro) para profundizar en su discurso autoral sobre el imperativo de evadir la inercia de las culpas y los remordimientos por los errores y horrores de antaño, a partir de personajes que son empujados a pensar y actuar, nuevamente, en términos de futuro. Ocurre que ese mañana resulta visible solamente cuando los personajes se abandonan al apremio del perdón y el olvido.

Más allá de la innegable pertinencia del tema y el diseño mayormente loable de sus situaciones dramáticas y sus personajes, el filme de Lester Hamlet (coescrito por Mijail Rodríguez y fotografiado por el maestro Raúl Pérez Ureta) cuenta con el privilegio de la ductilidad, la franqueza y la valentía aportadas por dos intérpretes descomunales. Sus rostros, sus cuerpos y sus gestos revelan los triunfos y las frustraciones padecidas no solo por los personajes, sino también por los propios actores (según han declarado más de una vez).

Porque cuando Isabel Santos y Luis Alberto García aparecen ante nosotros juntos otra vez, sopesando virtudes y errores del ayer, el hoy y hasta del mañana, es como si todo el país se mirara por dentro, porque en Mayra y Esteban, o más bien en Isabel y Luis, trasuntala bizarría y el empuje de aquella pareja de jóvenes esperanzados en Algo más que soñar, el imperecedero humanismo de Nereida y Ernesto en Clandestinos, la picardía y el oportunismo de los antihéroes que protagonizan Adorables mentiras, la confianza que supera dudas y sospechas en La vida es silbar, la humanidad de gente sencilla, pero decidida a vivir la vida a su manera en Vestido de novia.

Con la complicidad y anuencia del director, el guionista, el fotógrafo y el sonidista, Isabel y Luis nutrieron a Mayra y Esteban con sus propias vivencias, y verifican ante nosotros el milagroso exorcismo de exteriorizar sus personalísimas pérdidas, soledades y privaciones, para así contribuir con el proceso de recontextualización de la obra de teatro Weekend en Bahía. De este modo, todos trabajaron en función de introducirle a la estructura original una serie de elementos que actualizaran el diálogo de estos personajes con circunstancias e inquietudes contemporáneas, al tiempo que se enfatizaba en la necesidad de poner los recuerdos en positivo, e incentivar el anhelo por inaugurar inéditos horizontes.

En el acápite de los aciertos se sitúa la banda sonora musical, marcada por la siempre significativa presencia de los Van Van, Esther Borja, Silvio y Pablo, mediante canciones que enriquecen el argumento, los conflictos y la caracterización con impensados matices. Para el final, con los créditos, se reservó Dame un abrazo, y el dúo de Kelvis Ochoa y Haila María Mompié, que deberá ser un éxito si cuenta con la promoción adecuada. Los filmes de Lester siempre garantizaron espaldarazos musicales para Adrián Berazaín (Fábula) e incluso para bellísimas canciones de Carlos Varela y Buena Fe (Casa Vieja).

A través de la realización de videos musicales Lester Hamlet se acostumbró a combinar música e imagen para comunicar tanto al desamparo y la amargura como la calidez y la belleza, sensaciones todas que alternan en la urdimbre emotiva de Ya no es antes. No digo yo que sea una obra maestra ni que cambie para siempre la historia del cine nacional. Pero es ilícito, e incluso ridículo, solicitarle a cada nuevo filme cubano semejantes hazañas. Ya no es antes, y pasó el tiempo fundacional y moderno de Memorias… y Lucía. En esta época, los logros, cuando existen, se divisan a partir de otras consideraciones.

 

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