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Las mujeres deciden

La presencia femenina en esta edición del Festival resultó muy significativa. Veamos algunos de los títulos con este peculiar «aroma de mujer»

 

Autor:

Frank Padrón

Como ya comentaba el colega Estrada en un reportaje, la presencia femenina en esta edición del Festival resultó muy significativa: las damas parecen tomar la sartén por el mango y, ya sea como sujeto u objeto (a veces ambos), los filmes de diversos géneros llevan ese peculiar «aroma de mujer». Veamos algunos de esos títulos.

Las protagonistas de los filmes Alanis (Argentina), de Anahí Berneri, y Medea (Costa Rica, Argentina, Chile), dirigida por Alejandra Latishev, tienen en común no solo los patronímicos correspondientes a sus identidades: ambas son jóvenes que deben abrirse paso en un mundo que hace todo lo posible por no ponérselas fácil.

La primera es una madre soltera de provincia que debe ejercer la prostitución en Buenos Aires para sobrevivir y criar a su pequeño dentro de un contexto donde el desempleo es el «pan de cada día»; en las escenas iniciales el prostíbulo donde trabaja (y vive) Alanis es allanado y clausurado por la policía tras una denuncia de vecinos. Comienza entonces un peregrinaje por camas prestadas y trabajos precarios, conflictos con las autoridades, la burocracia estatal, clientes perversos, colegas violentas y amigas que no lo son tanto.

Premiado en Toronto, Alanis descuella por un tratamiento poco usual en el tema, que elude lugares comunes y coqueteos con el miserabilismo, para abordarlo desde perspectivas múltiples (laboral, intelectual, racial…) con una actuación sensible y centrada a cargo de Sofía Gala Castiglione, eficazmente dirigida por la realizadora de otros títulos también notables (Un año sin amor, Encarnación, Por tu culpa…).

La joven homónima de la tristemente célebre asesina que sacrificó a sus hijos para vengarse del marido infiel no responde exactamente a esas características (aunque lleva en su vientre los frutos de un encuentro infeliz); por el contrario, esta Medea azteca en el siglo XXI sufre la invisibilidad social y afectiva.

Aquí la protagonista no es tomada en cuenta ni por novios demasiado preocupados por escucharse a sí mismos, ni por amigos que la dejan colgada en una fiesta, ni mucho menos por una familia que se burla de relaciones e inquietudes. El excelentemente captado ambiente de soledad y frustración del personaje (que incluye ese infeliz embarazo) constituye uno de los aciertos de una obra que aboga por la necesidad de comunicación, de respeto y solidaridad con el otro, más allá del género al que pertenezca.

Las mujeres deciden es un documental ecuatoriano, dirigido por la española Xiana Yago, que aborda la violencia de género —la mayoría de las veces a través del sexo— que sufren en esa nación, sobre todo en el campo, muchas adolescentes y jóvenes en el seno de su propia familia. Padres y hermanos violan a esas muchachas, que por lo general, no alcanzan la justicia necesaria ante el miedo de las madres y de ellas mismas, de ahí el número de embarazos indeseados y subsiguientes abortos clandestinos.

La misma cineasta (doctora) se involucra en las entrevistas que la muestran frente a cámara en diálogo con sus entrevistadas. Si bien no hay mucha novedad en la factura artística del filme, los testimonios son conmovedores, alertan contra una realidad terrible, urgida de soluciones directas que no parecen muy viables ante lo arraigado de los prejuicios, el patriarcado y las costumbres machistas que imperan en esos lares.

Documental intimista, familiar, pero con una perspectiva mucho más amplia, Amazona (Colombia) porta la manera en que su directora, Clare Weiskopf, cuestiona el tratamiento que Val, su madre inglesa (eterna viajera, ecologista y un poco hippie) dio a su familia, principalmente a ella y a su hermano, sumido en las drogas. Como uno de los cuestionamientos del documental es la maternidad, resulta significativo que la directora emprenda el proyecto fílmico estando embarazada, y cuyo alumbramiento justamente le pone punto final.

Entre Inglaterra y la selva colombiana se mueve su lente, sin duda uno de los valores sólidos del filme, que delata los estudios profesionales de la realizadora como fotógrafa , quien huye de las tentaciones paisajísticas —a pesar de que el contexto se las ofrecía de modo abundante— para concentrarse en el lado afectivo que el espacio significa dentro de su punto de vista, y que parece integrado a la personalidad de la madre.

¿Hasta dónde llega la responsabilidad en pugna con la libertad?, ¿qué es una buena o mala madre?, ¿son los hijos siempre un resultado de la educación y la crianza?, se interroga Clare, y lo hace directamente a la progenitora, a quien no juzga al menos de modo frontal: solo la confronta con la cámara.

Aunque con frecuencia hedonista con su propio foco, al punto de olvidar que más de una vez debe acortar aquel plano, reducir tal secuencia en pro de una mejor dramaturgia, la directora sale airosa con un documental tan hermoso como sólido desde el punto de vista conceptual, de esos que, siendo aparentemente limitados a experiencias personales, nos involucran realmente a todos.

El tópico de dos hermana(o)s de estratos diferentes que se intercambian en determinado momento, ha alimentado no poca literatura y también cine: El Príncipe y el Mendigo en variantes. En el caso de la cinta brasileña As duas Irenes (Las dos Irenes), ópera prima de Fabio Meira, no se trata exactamente de ello, pero sí mantiene en común con aquel el supratema de las identidades trocadas, intercambiadas o mezcladas.

En un pueblo rural del interior brasilero, una adolescente se entera de que su padre lleva una doble vida: tiene otra familia y una hija contemporánea con ella y, además, tocaya, con quien enseguida traba relación; secretos, mentiras, apariencias que engañan, saldrán entonces a la palestra. La historia le permite al bisoño realizador indagar dentro del mundo femenino en las edades del despertar a los deseos y el conocimiento del mundo; de las relaciones en el seno de la familia (la protagonista se lleva mejor con la criada que con la madre), en especial la tendencia de las jovencitas a sentir más apego por el progenitor.

Tiene gran importancia la moda, como un rasero de la personalidad: la Irene principal vive rodeada de hermanas y de una madre costurera, pero rechaza la moda convencional y un tanto rígida que propone esta última para intentar modelos más frescos, atrevidos y acordes con quien ya se siente más mujer que niña.

De ahí la importancia que tiene en el filme el vestuario, realmente muy bien pensado y elegido, al punto de ser reconocido con un premio Fénix, aunque realmente la dirección de arte toda despunta por la manera eficaz en que reproduce el ambiente pueblerino y cerrado en que se mueven los personajes. La obra no siempre fluye en su discurrir narrativo, se estanca por momentos y su desenlace sabe a deja vu, pero no deja de ser decorosa y motivar el interés, también gracias a las notables actuaciones de las debutantes Priscila Bittencourt e Isabela Torres.

Madres, hijas, cónyuges, las mujeres protagonizan. Tanto, que si el 39no. Festival continuara tendríamos que volver sobre el tema con otros no menos significativos títulos, pero lastimosamente ya se nos fue. Otra vez será.

Anahí Berneri y Sofía Gala, premiadas con la Concha de Plata en el 65 Festival de Cine de
San Sebastián, por la mejor dirección y actuación femenina, respectivamente.

Priscila Bittencourt (delante) e Isabela Torres debutaron en Las dos Irenes con notables
actuaciones.

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