Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sabores y recuerdos

¿Cuáles son tus platos preferidos, esos que siempre nos acompañan en el paladar del recuerdo...?

Autor:

JAPE

No puedo desvincular el chivirico (sabroso fiambre a base de harina de trigo y azúcar) con el recuerdo del viejo Marín. En mi infancia y parte de la adolescencia, casi diariamente asistíamos al bar-cafetería del barrio a degustar los chiviricos que con tanta paciencia y dedicación freía aquel simpático amigo. De hecho, nadie de mis colegas de entonces recuerda el nombre del comercio porque todos lo llamábamos «el bar de Marín».

Tuve una amiga cuyo arroz frito jamás he olvidado. Ella era muy buena en la cocina, pero su especialidad era ese popular plato. Y es que las personas que imprimen su sello en el paladar, quedan en el recuerdo para siempre, amén de muchas otras de sus virtudes. Es por eso que a menudo escuchamos decir: «Cómo fulano no hay quien haga el arroz amarillo», o «jamás he probado unas albóndigas como las que hacía el cocinero de tal restaurante».

Este comentario me viene a la mente porque hoy es el día especial de muchas de esas personas cuya sazón nunca logramos apartar de la memoria: las madres, las abuelas, y también las suegras, porque muchos y muchas hemos degustado más de la comida hecha por nuestra suegra, que la de nuestra propia progenitora.

En mi caso, que siempre he vivido con mi madre, puedo asegurar que es la reina del postre. Hasta el durofrío me hace recordarla. De cualquier cosa hacía un dulce. Digo hacía porque en estos tiempos la escasez de algunos productos no permiten ciertos platos. Por ejemplo, la torreja. ¿Te arriesgarías a hacer una bandeja de torrejas una tarde cualquiera? ¡No señor! ¿con qué aceite y con qué leche? ¡Que coman pan con azúcar si quieren!

Y es que mi madre hasta con pan y azúcar hacía maravillas. Algo que llamaba «pan chorrea’o» que viene siendo como una parada entre el pan de gloria y la torreja. La natilla con galleticas, el merengue ahumado, requesón de leche cortada, pudín de coquito… todos exquisitos a pesar de no tener el título nobiliario del cake de tres leches, o el pie de limón y manzana de la modernidad, que también son sabrosos.

Seguro estoy de que todos tenemos un plato favorito que cargar a la cuenta de nuestra progenitora. Mi madre, más allá de la repostería también ha hecho fama con los frijoles negros dormidos, máxime cuando a mi esposa el frijol no le puede quedar más despierto.

Mi cónyuge es buena en los asados y mariscos, aunque dicen que la carne y el pescado le quedan bien a cualquiera. Yo pienso que no es verdad sobre todo por la poca práctica que se logra tener en este apartado culinario.

Mi hija ha heredado la buena mano de su abuela paterna y de su madre, y sobre todo la rara afición, en estos tiempos, de que a una joven le guste cocinar. Y es que la cocina siempre fue un factor importante en la unidad de la familia. Así lo aprendí de mi madre. Los tiempos modernos, y otras justificaciones de poca monta, han destruido en parte esta vieja costumbre de comer en familia. Todos alrededor de la mesa.

Hoy, por suerte, es un día en que por lo general buscamos un hogar para agasajar a las madres y pasarla con las personas más queridas, comida mediante. Entonces mi mayor deseo es que la pasen bien y juntos comenten cuáles son los platos preferidos, esos que siempre nos acompañan en el paladar del recuerdo.

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