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Jugando con agua

Juegos de agua, cuyo subtítulo reza: Versos del agua y del amor, de Dulce María Loynaz, es un título que merece la pausa y el análisis

Autor:

Luis Sexto

Dulce María Loynaz, fallecida con 95 años, no parece haber escrito tanto como su edad pudiera sugerir. Fue cauta. Cuando la conocí a fines de la década de los 80 del pasado siglo, me pareció una mujer sumamente modesta, humilde, consciente de que para dejar, al menos en lo poético, obra perdurable, quizá no le fuera imprescindible amontonar páginas.

Entre sus poemarios contamos a Versos, 1938; Poemas sin nombre, 1953; Juegos de agua, 1947; Poesía completa, 1993. Citemos, además, en prosa, a la novela Jardín, de significado y factura memorable; el libro de viajes Un verano en Tenerife y las memorias tituladas Fe de vida. He mencionado parte de sus obras. Y creo haber mencionado títulos que sobresalen por estar entre los más sustanciosos, y permiten calibrar la sensibilidad poética y la calidad formal de su escritura, sean en verso o en prosa.

Pero quiero detenerme en el breve poemario Juegos de agua, cuyo subtítulo reza: Versos del agua y del amor, edición de 2015, encabezada por un estudio esclarecedor de Jesús David Curbelo.

Según mi parecer, en Juegos de agua volvemos a confirmar la levedad poética de Dulce María, sobre todo en este cuaderno donde asunto y expresión coinciden en plenitud de lirismo, de húmeda subjetividad. Ahí, en la concordancia exacta entre el asunto y la forma, reside una de las virtudes de la poetisa. Juego de agua es un cuaderno dividido en tres partes: la primera, Agua de mar; Agua de río la segunda, y Agua perdida, la tercera, que a mi juicio es la más intensa.

En los poemas de Dulce María la pérdida o la ausencia son recurrentes. Oigamos el último poema de Agua perdida y que cierra a Juegos de Agua. Se nombra Noé, y dice: Desde esta mi arca, a tientas/ suelto una palabra al mundo:/ la palabra va volando…/ Y no vuelve. 

En este libro tan sugestivamente titulado, leemos como si navegáramos sobre aguas mensas, como aladas. Oigamos este poema: Eché mi esperanza al mar:// y aún fue en el mar mi esperanza/ verde mar./ Eché mi canción al mar: y aún fue en el mar, mi canción/ cristal…// Luego eché tu amor al mar…/ y aún en el mar fue tu amor,/ sal…

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